Queridos amigos:
La semana pasada tuve el privilegio de ser testigo de la libertad religiosa y la libertad de consciencia con casi 500 fieles en el edificio federal del centro de la ciudad de Madison. Esas manifestaciones han sido organizadas rápidamente en toda nuestra nación y sé que no todos los que podrían haber participado lo hicieron (o incluso supieron sobre estos eventos).
Los que pudieron congregarse allí, sin embargo, eran en su mayoría católicos (aunque no todos) y al estar allí estaban cumpliendo lo que el Concilio Vaticano II quiso decir cuando hablaba de la “misión de los laicos”, es decir, aplicar los estándares del Reino de Dios al mundo real.
Ese es el verdadero papel que la Iglesia estaba tratando de asignar a los laicos a través del Concilio Vaticano II: fieles que testimonien activamente al mundo de hoy, haciendo presente a la Iglesia hoy (algo opuesto a la idea de que la manera principal de ser un “católico” activo es tener distintos roles litúrgicos).
Las mujeres, hombres y niños reunidos en Madison la semana pasada estaban tomando la misión de laicos de la Iglesia, que es testimoniar la presencia santificadora de Dios en el mundo. Alentaría a que todos recordemos nuestro llamado a esa misión en nuestra vida cotidiana mientras miramos al futuro de nuestra nación.
Fe y razón fluyen juntas
Como católicos, uno de nuestros más grandes dones es que estamos muy cómodos con la confluencia de la fe y la razón. Muchas otras religiones no tienen esa aproximación. Por ejemplo, ha habido teólogos que a través de los siglos han dicho cosas como “tengo de, precisamente porque es absurdo”. Ese no es nuestro genio católico, no es así el don especial que el Espíritu Santo nos ha dado en la Iglesia Católica, nos enfocamos en la fe y la razón trabajando juntas y en armonía.
En la batalla en la que recientemente nos han colocado, con respecto al requerimiento de la Administración Federal para que todos los estadounidenses, incluyendo a la Iglesia Católica y los empleadores católicos individuales, paguen por cosas como abortos químicos, anticoncepción y esterilización; tenemos una oportunidad gigante para exhibir nuestra racionabilidad.
Ciertamente, la oportunidad ha surgido esta vez para que nosotros dejemos en claro la inmoralidad de la anticoncepción, el aborto y la esterilización, dado que el tema ha vuelto a la atención pública. Ciertamente el caso necesita desarrollarse de acuerdo a la razón, ya que nosotros en realidad no creemos que la anticoncepción, el aborto, etc. están mal simplemente porque somos católicos. No, la Iglesia Católica sostiene estas convicciones porque son verdaderas y acordes con la razón humana.
La libertad de consciencia es una prioridad fundamental
Pero, en estos momentos, en términos de nuestro compromiso en el aspecto político, necesitamos concentrarnos en la libertad de consciencia como prioridad fundamental, porque si perdemos esta batalla, no vamos a llegar a ningún lado en todas las otras batalles que tenemos que pelear.
Haciendo a un lado lo que los demás piensen respecto al aborto, la anticoncepción, y demás, todo ser humano que considere estos temas debe estar de acuerdo con nosotros respecto al hecho que el respeto a la consciencia humana es absoluto.
La gente que tiene creencias distintas a las de nosotros también debe querer que su consciencia esté protegida. ¿Quién no lo querría? En estos momentos, en nuestro país, no va a haber un acuerdo amplio sobre temas como anticoncepción (sin embargo nosotros debemos seguir exponiendo nuestra perspectiva) pero debería lograrse el acuerdo más amplio posible sobre la protección de la libertad de consciencia de cada individuo.
Empleados a los que no se niega la libertad de consciencia
Un nuevo argumento que están sacando a la luz contra nuestra exigencia a favor de la libertad religiosa y la libertad de consciencia es que estamos tratando de estamos tratando de defender este derecho nuestro como católicos o como institución religiosa a expensas de nuestros empleados.
El argumento que usan en nuestra contra es que estamos peleando por la libertad de consciencia para nuestras instituciones y nuestros empleadores católicos negándoles la libertad de consciencia a nuestros empleados, y así quieren convertir en “falso” nuestro reclamo por estos derechos. El argumento es inteligente, pero no es correcto.
El empleador, presumiblemente un laico católico que cree en su misión como tal, no debe ser forzado a pagar por la anticoncepción, el aborto o la esterilización de alguien más.
Cuando la gente va a trabajar por una institución o una empresa con una misión católica, o cuyo dueño sea una persona con profundas convicciones católicas, ellos saben precisamente lo que están haciendo y hacen una elección libre para entrar en ellas.
Ese católico empleador no puede ver su consciencia violada como para que alguien más tenga acceso a cosas con las que el pagador (el empleador) está en total desacuerdo.
Nadie puede decir, sin hacer alguna mueca, que en Estados Unidos de América nuestro “derecho” a la anticoncepción está bajo ataque. La anticoncepción están en todos lados y es relativamente barata.
El argumento a mano no es si alguien debe tener acceso a la anticoncepción fácilmente y a bajo costo si elige hacerlo. La disponibilidad y el costo de la anticoncepción no están en riesgo. El argumento que se presenta es si debemos ser forzados a pagar por ello bajo la premisa de que el embarazo es una enfermedad, todo ello en clara violación de nuestra consciencia.
Por años hemos debido hacer frente al manta abortista “es mi cuerpo y yo elijo” (y por supuesto creemos que eso es incorrecto ya que hay otras vidas –otros cuerpos– en juego), pero ahora parece que el mantra ha cambiado a “es mi cuerpo y yo elijo con tus dólares”.
Cada católico tiene una misión de fe
Cada uno de ustedes tiene una misión –es la misión laica de su fe católica– para pensar y hablar claramente, recordando que fe y razón van juntas, y que la fe y la razón están de nuestro lado. Pero tenemos que ser capaces de explicar cómo la fe y la razón están de nuestro lado. Esto es algo sobre lo que necesitamos leer más, necesitamos pensarlo más y, lo más importante de todo, necesitamos rezar por ello aún más.
Estamos en Cuaresma y vamos a entrar a Semana Santa. Este tiempo no debe ser para nosotros un día lleno hasta el borde de política. La Semana Santa debe estar para nosotros llena de vida, la vida del Señor Resucitado, llena de la consciencia de que la vida humana es sagrada porque está destinada a ser glorificada con Cristo. Nuestro destino es la vida eterna y de eso se trata la Pascua, y esa es la razón por la que tenemos el derecho a vivir nuestras vidas con este propósito.
Así que, hagamos lo que necesitemos hacer en términos de aclarar que esta regulación que elimina nuestra libertad de consciencia no puede y no va a prevalecer. Hagámoslo de forma muy caritativa, que es también razonable, y hagámoslo con una sonrisa, porque donde no hay caridad, no podemos esperar que el poder de la Resurrección de Jesucristo se desate.
Asegurémonos de ser caritativos, pero asegurémonos también de ser claros y que se nos oye. Algunas veces podemos caer en la tentación de que la caridad y la racionabilidad son excusas para actuar endeblemente.
Tenemos que hablar claramente, caritativamente, irrefutablemente, sin ambigüedades, sobre la libertad de consciencia y la libertad religiosa. ¡Hagamos todo muy activamente hoy, de modo que podamos disfrutar de la gloria de la Pascua mañana!
Gracias por dares el tiempo para leer esto. ¡Alabado sea Jesucristo!