Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
En la cuarta semana de Cuaresma, hemos celebrado el domingo “Laetare”, que expresa por anticipado la alegría de la Pascua, una alegría que nos fortalece para ingresar en lo profundo del misterio de la Semana Santa, culminando en la gran celebración de la misma Resurrección.
En anticipación de la Pascua, veo necesario reflexionar en esta columna sobre la antigua antífona de la liturgia de la Iglesia Oriental: “Llamemos, incluso a los que nos odian, nuestros hermanos y hermanas, porque Cristo el Todopoderosos ha resucitado”.
No hay secreto, ni es una opinión personal, en el hecho que nuestro querido estado de Wisconsin necesita desesperadamente la curación de la Resurrección. Las divisiones existentes entre las facciones en cuanto al tema de la representación sindical y su actividad son verdaderamente profundas. Muchos han observado una “amargura sin precedentes” en los corazones de los ciudadanos. También soy consciente de las situaciones en donde los matrimonios son amenazados porque uno de los esposos está del “lado” de los sindicatos y el cónyuge está del “lado” del gobernador.
No hace falta decir que algunos en Wisconsin, particularmente en el área del Condado Dane, toman la política muy seriamente, y algunos católicos están mucho más comprometidos con la cuestión política que con su fe. Desafortunadamente, esto contribuye al sentido general de “amargura sin precedentes” al que tantos se han referido en días recientes. Por ello, es más que necesario para nosotros, como católicos, ponernos de pie en tiempo de Pascua y actuar como levadura en la masa, una levadura que realmente reduzca esta intensa división en particular.
Por supuesto, dado que los católicos estamos divididos, la fuerza de nuestra misión está disminuida. Pero Cristo es más grande que nuestros problemas y todas las cosas son posibles para Él. Las divisiones actuales entre aquellos que apoyan al gobernador y aquellos que apoyan al sindicato tienen que superarse, porque, en muchas instancias, expresan e intensifican las divisiones que ya existen entre nosotros los católicos. Por eso tenemos que ser levadura en la masa, proclamando, con nuestras acciones y palabras, que es posible para nosotros llamar incluso a quienes nos odian nuestros hermanos y hermanas, ¡porque Cristo Todopoderoso ha resucitado!
Las palabras de odio deben evitarse en este delicado momento, así como las acciones de provocación. Hemos visto este caldero hirviente debido a la incapacidad de nuestro Senado estatal de seguir los procedimientos adecuados recientemente, y hemos visto que la elección de la Corte Suprema se convirtió en un espectáculo. Los ciudadanos de buen corazón de Wisconsin merecen algo mejor.
Es tiempo para el tipo de curación que es imposible para los hombres, pero que sí es posible para Dios, en la Gloria de la Resurrección de Jesucristo.
Al acercarnos a la Semana Santa y la Pascua, esta situación en Wisconsin nos da una oportunidad para realmente poner nuestra fe en la Resurrección en acción, con nuestras palabras y obras. Si nos esforzamos juntos para hacerlo, evitando todo acto o palabra de odio, es posible entonces que podamos creer, por el bien de nuestro estado y por el bien de nuestro país, cuyos ojos están enfocados en Wisconsin en estos días, así como también los ojos de todo el mundo.
Oremos para que tengamos el valor de ser civiles y calmados, y alentemos a otros a hacer lo mismo en los días que vienen. Hagamos que sea nuestra meta que Jesucristo sea victorioso en Wisconsin, en vez de cualquier individuo o facción. Llamemos, realmente, desde el corazón, nuestros hermanos y nuestras hermanas a quienes nos odian.
Gracias por leer esto. Que Dios los bendiga y también bendiga a sus seres queridos. Que tengan una bendita Semana Santa y Pascua. ¡Alabado sea Jesucristo!