
En cada uno de los últimos años jubilares de la Iglesia católica, los cuales se celebran cada 25 años, han ocurrido acontecimientos significativos que han exaltado la belleza y la verdad de nuestra fe. Por ejemplo, [el Vaticano] ha canonizado nuevos santos o ha animado a la feligresía a la misión evangelizadora del Evangelio.
En 1925, el Papa Pío XI canonizó a los santos Teresa de Lisieux, Juan Vianney y Juan Eudes, tres de mis favoritos que tienen mucho que enseñarnos sobre la vida espiritual.
El Papa Pío XII proclamó la Doctrina de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María como enseñanza infalible en 1950.
San Pablo VI ordenó a cientos de sacerdotes en la Plaza de San Pedro, canonizó a Elizabeth Ann Seton, la primera santa de los Estados Unidos, y publicó Evangelii Nuntiandi, su Exhortación Apostólica postsinodal, sobre la primacía de la evangelización como misión fundamental de la Iglesia en 1975.
San Juan Pablo II consideró el Año Jubilar del 2000 como la piedra angular de todo su pontificado, un momento de gracia y renovación para toda la Iglesia, al entrar en el tercer milenio del cristianismo.
¿Qué nos traerá este Año Jubilar? Muchos eventos especiales, sin duda, pero algunos nuevos santos se destacan particularmente para mí.
Dos canonizaciones significativas que el Papa Francisco ha anunciado para 2025 son las del Beato Carlo Acutis y el Beato Pier Giorgio Frassati. Ambos italianos vivieron intensamente la fe y murieron jóvenes. Estos dos santos modernos tienen mucho que decir a la juventud de hoy.
El beato Carlo utilizó sus conocimientos informáticos para montar la primera exposición definitiva de milagros eucarísticos. También él amó al Señor con alegría, ayudó a los pobres y enfermos y llevó a su familia a la práctica de la fe. Tuve la bendición de rezar ante su cuerpo incorrupto en Asís el año pasado en abril.
El beato Pier Giorgio, un gran amante de la naturaleza, era profundamente devoto de la Eucaristía y tenía un gran corazón para los necesitados y los que sufrían.
Decenas de miles de personas asistieron a su procesión fúnebre en Turín, pues era muy conocido y querido en la ciudad.
Los modelos a seguir para nuestros jóvenes
Estos dos nuevos santos, canonizados para nosotros en este Año Jubilar de la Esperanza, nos muestran el camino de la verdadera santidad.
Su sencillez espiritual, su alegría contagiosa y su profundo amor a Dios y a los demás, todo ello alcanzado en su juventud, sirven como modelos inspiradores de virtud para los jóvenes de hoy.
Animo a los jóvenes de nuestra diócesis a estudiar sus vidas y ejemplos y también a poner en práctica el poder de la fe católica que tan notablemente ellos apreciaron en su corto tiempo en la Tierra.
Estoy impresionado por la fe de tantos jóvenes de nuestra diócesis: niños, adolescentes y jóvenes adultos, que aman al Señor y son fieles a la Iglesia.
A pesar de la confusión moral y la influencia secular de nuestra cultura, muchos jóvenes han comprendido la sabiduría de los santos, sabiendo que Dios es nuestro Bien supremo y absoluto y tratando de vivir su fe católica con devoción y generosidad.
Los jóvenes son puntos de inspiración para todos nosotros y dan testimonio del llamado perenne de Cristo, que resuena a lo largo de los siglos: “¡Ven y sígueme!”.
En medio de todo el ruido social del momento, esta voz suave pero urgente del Señor continúa resonando en los corazones jóvenes.
El éxito espiritual de Camp Gray, del campamento misionero Love Begins Here, del retiro Frassati Fest y del campamento de niños y jóvenes Totus Tuus dan testimonio de la santidad y la bondad de nuestros jóvenes.
¡Animo a los jóvenes de nuestra diócesis a seguir enamorándose del Señor! Entreguen sus corazones a Él.
Pasen tiempo todos los días en oración, especialmente con las Sagradas Escrituras y el Rosario. Sean fieles a la Misa y a la Confesión.
¡No se desanimen por sus fracasos o debilidades! Dios siempre está ahí, así que recurran a Él cuando necesiten gracia, perdón y fortaleza.
En este Año Jubilar, mediten sobre la esperanza que nos da nuestra fe en Cristo, una esperanza basada en la promesa del Cielo, que es un ancla segura y firme para navegar las tormentas de esta vida, así como para llevarnos a la vida eterna.
Muchas personas en nuestro mundo actual se han dejado llevar por una desesperación deprimente. Sin Dios y la fe como centro, la vida es abrumadora y sin sentido, y la huida de esa oscuridad se manifiesta en el consumo de drogas, la promiscuidad, el materialismo o incluso el suicidio.
Los jóvenes quieren entregarse heroicamente a una causa noble, y no hay misión más grande que la de Jesucristo, que nos salva del pecado y de la muerte.
Nuestra fe católica nos da respuestas seguras y duraderas sobre nuestra identidad, nuestra misión y nuestro destino. Somos hijos amados de Dios, a quienes se nos ha confiado la misión de conocer, amar y servir a Dios en esta vida, y ser felices con Él para siempre en el Cielo.
Aférrense a esta esperanza radical, para que cuando las pruebas de la vida nos depriman, o cuando otros nos tienten a alejarnos del Señor, podamos descansar nuestras almas en el Corazón amoroso de Jesús, y allí conozcamos la paz, la alegría y el amor.
Mi oración más ardiente para este Año Jubilar de la Esperanza es que muchos corazones se vuelvan a Cristo y muchas almas regresen a la Iglesia y a la práctica de la fe católica.
Apoyándose en la fortaleza
Ruego especialmente por nuestros jóvenes, para que todos ustedes puedan ser fuertes en el Señor, crecer como sus discípulos y convertirse cada vez más en los grandes santos que Él los ha llamado a ser.
¡No tengan miedo de convertirse en santos!
Los Apóstoles eran jóvenes cuando Jesús los llamó. Muchos de los mártires y santos vivieron sólo por un breve período, pero alcanzaron grandes alturas de santidad en poco tiempo.
¡Beato Pier Giorgio Frassati, ruega por nosotros!
¡Beato Carlo Acutis, ruega por nosotros!
¡Santa Teresita, San Juan Vianney, San Juan Eudes y Santa Isabel Ana Seton, rueguen por nosotros!