Siempre que he enseñado los Diez Mandamientos a los jóvenes, comienzo planteando el siguiente escenario: ¿Cómo te sentirías si hoy regresaras de la escuela y tus padres anunciaran que ya no hay reglas en la familia? Puedes volver a casa cuando quieras, hacer lo que quieras o ni siquiera volver a casa. Después de pensarlo por un minuto, los jóvenes siempre respondieron que odiarían no tener reglas. La vida sería un caos y sentirían que sus padres no los amaban ni se preocupaban por ellos en tal caso.
Aceptando la ley
La primera lectura de la Misa del tercer domingo es la emisión por parte del Señor de los Diez Mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí. Al darles la Ley, Dios muestra su amor por el Pueblo Elegido. Quería que experimentaran la plenitud de la vida en relación con Él, que amaran a Dios y al prójimo, que se abstuvieran del pecado y que llegaran a ser santos. Los Mandamientos, las Bienaventuranzas, los Evangelios y las enseñanzas de la Iglesia son señales en el camino hacia el cielo para mantenernos en el camino, para liberarnos de la tristeza y del egoísmo, para conducirnos a la abundancia de alegría y paz que el Señor desea ardientemente para nosotros. Gran parte del caos que reina en el mundo hoy surge de un rechazo fundamental de las verdades reveladas por Dios.
Cada aspecto de nuestra experiencia humana tiene principios básicos, leyes, reglas, direcciones y orden inmutables. Las leyes de la naturaleza, los principios de la investigación científica, los fundamentos de las matemáticas, la estructura de la música, las reglas que rigen el fútbol, todos dan estructura, orden e integridad. Imagínese ir a un concierto donde el músico simplemente tocó notas discordantes. Imagínese asistir a un partido de fútbol sin reglas, incluso sin una definición clara de la meta. Nadie es relativista respecto de las reglas de algo que le apasiona. Intente jugar un juego con niños y sugiera cambiar las reglas. Conocen las reglas del juego e insistirán en que las sigas. Entonces, ¿por qué tanta gente es relativista respecto a la moralidad, cuando las reglas se aplican a todo lo demás?
Si el orden, la ley, la estructura y las reglas gobiernan cada aspecto de la realidad, ¿cómo puede ser diferente para la vida moral? El error fundamental de nuestra cultura es el rechazo de la ley natural, ese conocimiento interior que el Señor ha plantado en nuestros corazones, para que podamos florecer en relaciones de alegría, entrega y santidad. Las ideologías del aborto, el transgenerismo, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la anticoncepción, el materialismo y el secularismo rechazan la ley de Dios y podemos ver los trágicos resultados a nuestro alrededor. Puedo decir que no creo en la ley de la gravedad, pero aun así me caeré y me lastimaré si salto desde un techo. Millones de abortos, niños con cuerpos mutilados, la crisis del matrimonio y la familia y la persistencia de la pobreza material y espiritual hablan de las consecuencias destructivas del pecado en general y de la revolución sexual en particular.
Auto examen moral
La Cuaresma es un tiempo profundo para hacer un inventario moral de nuestras vidas, estudiar los Diez Mandamientos, las Bienaventuranzas, los preceptos de la Iglesia, las enseñanzas de Cristo y la belleza del Catecismo para evaluar qué tan bien estamos viviendo como el Señor tiene la intención para nosotros. Aunque no estemos en pecado grave, Dios siempre nos llama a profundizar en la vida espiritual, no sólo para evitar el mal, sino también para hacer el bien con generosidad y alegría cada vez mayores. Este autoexamen moral nos llevará a comprender nuestra pecaminosidad, a la contrición cuando somos convencidos de nuestra necesidad de misericordia y a la conversión cuando buscamos cambiar. Este tipo de introspección verbal es una preparación perfecta para la Confesión, a medida que reconocemos nuestros pecados ante el Señor y buscamos Su perdón y reconciliación.
Si no se Confiesan regularmente, les insisto a que lo hagan una vez al mes durante un año, y luego se verán más llenos de paz, más de alegría, más libres de los pecados y fracasos habituales, más generosos y más vivos. Simplemente lo serán. ¿Cómo no serlo, si el Señor nos concede tales gracias en este sacramento? La Confesión es el único lugar al que puedo entrar, cargado de culpa, pecado, remordimiento y tristeza, y luego salir liberado, perdonado y gozoso. Al confesar mis pecados, muestro mis llagas al Señor y Él me sana, aplicando la medicina de su misericordia y perdón a los fracasos y tinieblas de mi egoísmo.
Las Escrituras hablan de metanoia, la palabra griega que significa conversión, que literalmente significa darse la vuelta. Cuando encontramos el extraordinario amor de Dios, tal explosión de gracia literalmente da la vuelta, nos prende fuego y nos impulsa a vivir nuestra fe con una energía apasionada que se vuelve eléctrica y contagiosa. Vemos esto en las vidas de los santos una y otra vez. Esta Cuaresma, el Señor nos invita a dejar atrás el pecado, a confesar nuestras faltas, a estudiar Sus Mandamientos y enseñanzas y a encontrar una vida nueva en una profunda conversión del corazón. ¡Las reglas de Dios son el amor de un Padre providencial que quiere ver a todos Sus hijos regresar a casa!
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