Que hermosa época de adviento hemos vivido, cuatro semanas enteras de esperanza, paz, alegría y amor. Es en la espera, el silencio, y la calma del adviento que podemos revivir con ansias el deseo de acobijar al Niño Jesús en nuestros corazones.
Así que, a solo días de la Nochebuena, el 24 de diciembre, y de la Natividad, el 25 de diciembre, la Oficina de Ministerio Hispano de la Diócesis de Madison les desea con mucho amor y alegría ¡una magnífica y santísima Navidad!
Como ya sabemos, vivimos en un mundo donde muchos ya tiran el árbol de navidad en la mañana del 26 de diciembre. Su Navidad comienza después de Halloween, y termina el día después del Día de Navidad. Esto ocurre también en muchas de nuestras culturas hispanas/latinas.
Es triste ver esto porque vemos un mundo impaciente, que corre rápido, que no se detiene a disfrutar la creación, la belleza de la vida, los dones de Dios en las personas y el regalo mayor de la Natividad del Señor Jesucristo.
Pero los cristianos, en especial nosotros los católicos, somos llamados a no caer en esa desesperación, ansiedad, y rapidez que ofrece el mundo.
Somos llamados a la paciencia, al amor, a la conversión de corazón, al compartir con otros en el mundo la luz de la estrella de Belén que guiaba a los Santos Reyes Magos el día de la Epifanía.
Como discípulos misioneros, nuestra misión no comienza ni termina en una época litúrgica específica, pero esta época de adviento y navidad si nos ofrece un espíritu para renacer y reanimar nuestro llamado misionero de ir a todas las naciones y proclamar el evangelio a un mundo que tanto lo necesita.
¿Pero cómo vivimos esta Navidad al máximo?
Muy simple. Cuando comenzamos la época de navidad, no tenemos por qué parar de vivir nuestra vida como cristiano y solo estar de fiesta con amigos y la familia, aunque es muy importante celebrar estos días de alegría navideña con fiestas.
Pero es el momento de vivirla aún más por medio de los cuatro hábitos de santidad o de discipulado: La Misa dominical, la oración diaria, la confesión mensual, y el sacrificio de los viernes con ayuno o abstinencia, u otra ofrenda personal. Cuando enriquecemos nuestra vida espiritual, creciendo en nuestra relación personal con Jesús, no solo fortalecemos quienes somos como Hijos de Dios, pero somos luz y estrella para aquellos más cercanos a nosotros.
Como dijo recientemente una de las Hermanas de María Estrella Matutina en Monona, “cuando uno de nuestros dedos señala hacia el sol, también el resto de los dedos se encuentran más cercanos al sol, incluso nuestro brazo y nuestro codillo están más cerca al sol”.
Por lo tanto, cuando nosotros, como miembros del cuerpo, nos encontramos más cerca de Cristo, nuestros amigos y familiares tienen la oportunidad de acercarse más a Cristo porque nosotros ya hemos dado un paso.
Entonces seamos en esta Navidad luz para el mundo que vive en la oscuridad, seamos claridad en medio de la confusión, amor en medio del odio, paz en medio de la ansiedad, seamos hijos e hijas de Dios en medio de la falta de identidad, seamos Cristo en medio del mal y seamos Navidad en medio del mundo moribundo.
¡Feliz Navidad a todos nuestros hermanos y hermanas en esta época tan hermosa! Y que disfruten, en cada uno de sus hogares, del amor y la paz de Cristo Dios en el pesebre.
“Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres” (Lucas 2:13).