Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por los dones del Espíritu Santo. “Leamos en un texto límpido y denso de significado del Concilio Vaticano II: ‘Como partícipes del oficio de Cristo sacerdote, profeta y rey, los laicos tienen su parte activa en la vida y en la acción de la Iglesia (. . .). Alimentados por la activa participación en la vida litúrgica de la propia comunidad, participan con diligencia en las obras apostólicas de la misma; conducen a la Iglesia a los hombres que quizás viven alejados de Ella; cooperan con empeño en comunicar la palabra de Dios, especialmente mediante la enseñanza del catecismo; poniendo a disposición su competencia, hacen más eficaz la cura de almas y también la administración de los bienes de la Iglesia. Es en la evangelización donde se concentra y se despliega la entera misión de la Iglesia, cuyo caminar en la historia avanza movido por la gracia y el mandato de Jesucristo: ‘Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación’ (Mc 16, 15); ‘Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28, 20). ‘Evangelizar’ — ha escrito Pablo VI — ‘es la gracia y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda . . .’” – Papa San Juan Pablo II, Christifideles laici, no. 33
Equipándonos para la misión
“El discipulado es un deporte de equipo. La familia, tanto a través de nuestras familias naturales como nuestra familia sobrenatural a través del bautismo, y la comunión con los demás, es un ingrediente esencial para la vida cristiana. No es que sea fácil . . . no lo será. Es simple, pero no fácil. Un encuentro con la familia bien vivido es redentor no porque sea perfecto, sino porque hay amor y sacrificio en medio de los problemas. Ahí es donde está la sanación, especialmente si tu experiencia familiar ha sido dolorosa de alguna manera. Y realmente, si la mención de ‘familia’ es dolorosa para usted, sepa esto: Dios quiere penetrar ese dolor y redimirlo. El vínculo del bautismo es real y profundo; esta familia no es la segunda mejor, no es un premio de consolación. La sangre es más espesa que el agua, pero la gracia [del agua bautismal] es más espesa que la sangre. Señor, ayúdame a ver hoy cómo te vas a revelar en mi familia”. (Frailes Franciscanos de la Renovación)
¿Qué es la Fortaleza?
La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal 118, 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido ya al mundo” (Jn 16, 33). (CIC 1808)
Reflexionemos
• ¿Cómo invierte en su vida de oración para poder mantenerse firme en las dificultades y seguir el bien?
• ¿Qué temores necesita entregar a Dios para ser un mejor evangelizador?
• ¿Con quién en su vida necesita mayor fortaleza y valor para compartir mejor las buenas nuevas del evangelio?
Para información sobre el Ministerio Hispano en la diócesis, eventos y recursos en español vaya a: https://madisondiocese.org/ministerio-hispano y para compartir sus intenciones de oración con nosotros y toda la comunidad, vaya a: https://madisondiocese.org/unidos-en-oracion