Queridos amigos:
Como muchos de ustedes deben saber, en las semanas pasadas tuve mi retiro anual. No doy por descontada la bendición que fue haber tenido ese tiempo de oración, silencio y escucha del Señor.
Sé bien que las exigencias cotidianas de la vida hacen casi imposible para la mayoría de nosotros, especialmente en estos días y en esta época, tomarse un tiempo para un retiro espiritual. Sin embargo los aliento a tratar de encontrar el tiempo necesario para esta experiencia. (Aquí en nuestro centro diocesano acabamos de ofrecer un retiro de fin de semana y hay muchas oportunidades en diversos lugares y en distintos momentos del año).
Haciéndonos un tiempo para la oración de la vida cotidiana
Como algo muy básico, está en mis oraciones de esta Cuaresma el que ustedes puedan tener más tiempo para la oración en la vida diaria. Un desafío bastante manejable que quisiera proponer a cada uno de ustedes, sin importar cuán ocupados estén, es tomarse algunos momentos –aunque sea 15 minutos– para hacer un pequeño “retiro” cada día. Deténganse un momento y escuchen al Señor, porque no nos retiramos en nosotros, sino en Dios, recordando que es Él en quien vivimos. Si es posible, deténganse en una iglesia y estén con Jesús en el Santísimo Sacramento, pero tómense un momento del día para escuchar y rezar.
División en la Iglesia Católica
Comencé este retiro mío con el corazón pesado al darme cuenta de la división que existe en nuestra Iglesia.
La semana pasada mencioné que nuestra nueva evangelización debe ser testigo de la belleza y que una de las maneras en las que podemos testimoniar esta belleza es a través de la caridad en nuestras vidas. Sin embargo, no podemos negar que hay una gran cantidad de división entre los hombres y las mujeres que profesan la fe católica. Una falta de unidad en el Cuerpo de Cristo es contraria a Su voluntad, y ciertamente no es algo hermoso.
“Hágase en la tierra como en el cielo”
Pensaba, durante mi retiro, en esa parte de la oración del Señor que dice, “Hágase en la tierra como en el cielo”. Así, de manera esencial rezamos que “se haga la voluntad del Señor en la tierra como en el cielo”, ¿pero eso qué significa?”.
Si la voluntad de Dios en la tierra se hace como en el cielo, eso quiere decir que la voluntad de Dios tiene que hacerse obedientemente por parte de los ángeles, cosa que es absoluta.
Los ángeles tienen una voluntad irreversible. ¡Una vez que dicen “sí” a Dios, entonces tenemos un “sí” absoluto”! La manera en que la voluntad de Dios se hace en el cielo es con un absoluto “sí” angélico y es imitación de Jesucristo, quien nunca dijo de modo alternado “sí” y “no” a Su Padre; sino que siempre dijo solamente “sí”. Se hizo absolutamente obediente incluso hasta la muerte en la Cruz.
Si en realidad queremos que la voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo, entonces queremos decir que seremos absolutamente obedientes al Señor, que nos ha dado al Vicario de Cristo, el Papa, para alentarnos juntos. La Eucaristía es el más grande signo y fuente de unidad en la Iglesia, pero el signo y la fuente de la unidad en la Iglesia que habla de manera “audible” (con acento alemán) es el Papa Benedicto XVI.
Entonces, si hay unidad en nuestra Iglesia, entonces todos deben estar de acuerdo en que esa unidad viene de seguir al Santo Padre, y esa es una orden grande pero la manera que nosotros creemos, como católicos, que Cristo ha generado la unidad dentro de Su cuerpo. Y si la división es un demonio que puede ser derrotado con la oración y el ayuno, entonces lleguemos a ella. Porque la unidad vale la pena.
Recemos y ayunemos juntos para que nuestra Iglesia esté unida por el poder de la Resurrección de Jesucristo, y a través de cada uno de nosotros, para que estemos en contacto con ese poder, y unidos pidamos al Señor que se “haga su voluntad en la tierra como en el cielo”.
¡Muchas bendiciones en este tiempo de Cuaresma! ¡Gracias por tomarse el tiempo de leer esto! ¡Alabado sea Jesucristo!