
Estamos bien encaminados hacia este tiempo de Cuaresma, y durante esta semana se nos invita a profundizar en nuestra fe y confianza en las promesas de Dios. También se nos anima a escuchar a Jesús y a vivir como ciudadanos del Cielo. Nuestras lecturas para el Tercer Domingo de Cuaresma nos llaman al arrepentimiento y a regresar al Señor.
En la primera lectura, relatamos el encuentro de Moisés con Dios en la zarza ardiente. Dios anhela que Su pueblo regrese a Él y para que sea liberado de las cadenas de la esclavitud. Él también quiere que Su pueblo entre en adoración y comunión con Él. Dios sabe que mientras estén en Egipto, no pueden vivir verdaderamente como Su pueblo. Por eso Dios envía a Moisés de su parte para realizar la obra de liberación.
La lectura del Salmo refuerza la bondad y la misericordia de Dios hacia Su pueblo y la segunda lectura de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, contempla las vidas de aquellos quienes no respondieron al llamado de Dios cuando Moisés fue al desierto. Aquí San Pablo nos advierte de las dificultades que enfrentaron al no escuchar el aliento de Aquel que Dios les envió.
Finalmente, en el pasaje del Evangelio, encontramos la invitación de Jesús a cambiar nuestro comportamiento con su parábola de la higuera, que resalta los continuos esfuerzos de Dios para ayudarnos a crecer y madurar en la fe. Los temas incluyen la autorreflexión, el significado del sufrimiento, el entender la naturaleza de Dios y el Sacramento de la Confesión.
Esta semana en Testigos de la Esperanza, nos centramos en el siguiente paso cuaresmal de “Camina con alguien”, este paso es interceder. En cuanto el Señor ponga a alguien en tu corazón, ¡simplemente comienza a orar por esa persona! Pídele a Dios que quite todos los obstáculos que le impiden a esa persona acercarse a Cristo y a Su Iglesia. Recen para obtener la gracia de poder acompañar a esa persona de la mejor manera. El Espíritu Santo puede inspirarlos con pequeñas ideas sobre cómo orar por esa persona cada día.
En el video del Obispo Hying de esta semana, él reflexiona sobre las lecturas y el Evangelio, y enseña cómo todas las Escrituras y las diferentes personas en las lecturas actúan como intercesores por las personas a las que están llamados a servir.
En la lectura del Antiguo Testamento, Dios se le apareció a Moisés en la forma de la zarza ardiente y lo llamó para que intercediera ante el Faraón en nombre del Pueblo de Dios.
Un intercesor abre la puerta a la libertad para quienes están esclavizados o lejos de la comunión con Dios. Dios llamó a Moisés y de la misma manera nos llama a nosotros para que trabajemos por Su pueblo.
En el Evangelio del Tercer Domingo de Cuaresma, el jardinero intercede por la higuera y le pide al dueño que le permita tener más tiempo para dar fruto al siguiente año. Cuando intercedemos por aquellos con quienes “caminamos”, actuamos como aquel jardinero.
Presentamos ante el Señor a aquellos por quienes oramos y pedimos la gracia de su paciencia y misericordia para con ellos. Cuando intercedemos por alguien, invocamos al Espíritu Santo para que comience a cultivar en ellos un nuevo florecimiento de fe y curiosidad.
Eventualmente nos conectaremos nuevamente con esa persona, y la invitaremos a responder a la gracia que hemos estado pidiendo a Dios que le conceda. El interceder implica un acto de fe y confianza de nuestra parte y de los seres queridos que ponemos al cuidado de Dios. Y quizás esta misma esperanza se cumpla para nosotros y al “cultivar la tierra a su alrededor . . . dará fruto en el futuro” (Lucas 13:9). ¡Dios no se da por vencido ni con nosotros ni con aquellos por quienes oramos!