Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
El domingo pasado hubo una celebración maravillosa en muchas formas. Y el Evangelio del domingo –el segundo domingo de Pascua– fue simplemente espectacular.
En Juan 20:19-31 vemos a Jesús aparecer ante los Apóstoles en Su cuerpo resucitado y usando el saludo “La paz sea con vosotros”. La paz a la que Jesús se refiere, por supuesto, es la paz del cielo, ese “Shalom”, ese bienestar total, es parte de la alegría celestial y del descanso en el paraíso. La paz a la que Jesús se refiere es la paz del cielo mismo.
Jesús murió para que los pecados sean perdonados
¿Y qué dice Jesús luego de eso? “Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen sus pecados les sean perdonados, y a quienes se los aten queden atados”. Una parte esencial de la paz celestial y la alegría, y la razón de la muerte de Jesús y su resurrección, ¡es el perdón de los pecados! El cuerpo de Jesús fue quebrado y Su sangre fue derramada para que nuestros pecados sean perdonados, para que así haya misericordia. Esencial para el “Shalom” celestial contenido en el saludo de Jesús, es que Su misericordia es derramada sobre nosotros, que los pecados son perdonados.