Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Vivimos en un mundo el que mucha, mucha gente se ha convertido a sí misma en “Dios” o han llegado a pensarlo por el engaño de otros. El impacto de esta realidad toca también todo aspecto de nuestras vidas y sacude los cimientos de nuestra sociedad y ciertamente de nuestra Iglesia.
Nuestro Santo Padre ha hablado varias veces sobre lo que ha llamado “Dictadura del Relativismo” es decir, sobre el hecho de que no hay verdad objetiva. Decir eso es decir que no hay Dios. Ambas afirmaciones son lo mismo, porque cuando uno dice que no hay verdad objetiva, en efecto está diciendo “Yo soy Dios” y por lo tanto “creo el mundo en el que vivo”. Si no hay verdad objetiva o una manera objetiva para las cosas, entonces las cosas son del modo en que uno piensa que son. Eso permite que uno diga “Creo mi propio mundo, mi propia burbuja, que es distinta a la burbuja de todos los demás”.