Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Nota del editor: La siguiente es una reflexión adaptada de la homilía del Obispo Robert C. Morlino el viernes 25 de junio, en la ordenación del P. Gregory Ihm y el P. David Carrano.
El rito pide al Obispo dirigirse a los candidatos al sacerdocio como a mis hijos. Y qué privilegio e increíble don ha sido para mí llamar a Gregory y David, a la luz del lazo del sacerdocio, como mis hijos.
Para que nadie se decepcione, trataré tres puntos que tienen que ver con Roma, porque esta es la primera vez que he tenido que ordenar a dos hombres que vuelven de allá. Y creo que es bueno recordar las cosas que han ganado por esa estadía.
En primer lugar, ¿Qué cosas no han recibido allá? Esto es Madison y todo aquí huele a política y a veces la gente se hace una idea equivocada. Ellos no han ganado la habilidad de moverse en medio de los pesos pesados eclesiásticos del Vaticano. No han aprendido cómo jugar el juego de hacer que el sistema funcione para ellos, en los más altos niveles. A veces, y no sé por qué, la gente cree esto cuando hay alguien que viene de Roma, ya que de todas formas todo es política; pero esto no es lo que han obtenido allá.