Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
El domingo, muchos de nosotros estuvimos unidos en la oración por las víctimas y los sobrevivientes, y todas las familias del 11/9, de una manera especial. Los hombres y mujeres que fueron afectados por este evento han sido todos invitados a participar en el sufrimiento de Jesús, que garantiza la Resurrección. Pero es una invitación al sufrimiento y, en ese sentido, fue un día sombrío de recuerdo y no podemos taparlo con un dedo o borrarlo, porque simplemente fue un día que cambió la manera en que vivimos, en nuestra vida cotidiana, una vez y para siempre.
Claro que hemos sido bombardeados con informaciones y reflexiones sobre el 11/9 en la televisión y en Internet. No había escapatoria a menos que uno simplemente evitara la mayoría de los canales ese día. Los medios hablaban mucho sobre las actitudes de venganza y se preguntaban: ¿ha sido nuestra represalia suficiente? ¿Nuestra respuesta estará algún día completa?
Pero, más allá de rezar por las víctimas, sobreviviente y sus familias, nuestro real punto en esto del 11/9 debe tener dos ejes de reflexión para todos nosotros. El primero debe ser una frase de apertura que está en la primera lectura del último domingo: “La ira y la cólera son cosas terribles” (Sir 27:30). Y el segundo debe ser cómo este tipo de cosas terribles deben ser superadas.