“Pero yo los volveré a ver, y sus corazones se regocijarán, y nadie les quitará su gozo” (Juan 16, 22). Esta promesa de Jesús en su discurso de despedida antes de Su Pasión y muerte es un momento notable de esperanza para los apóstoles y, de hecho, para todos nosotros. Sí, Jesús sufrirá una horrible crucifixión y una muerte prematura. Sí, Sus amigos serán destrozados por su abrumadora pérdida y su dolor. Pero contra toda expectativa humana, el Señor se levanta de la tumba para vivir para siempre, conquistando el poder aparentemente intratable del pecado y la muerte para todas las personas de todos los tiempos. Esta victoria épica del Hijo sobre el poder del Maligno es la fuente y el centro de nuestra fe pascual.