Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la diócesis de Madison. Cualquier divulgación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
En el Evangelio del fin de semana pasado (Jn 6:51-58), escuchamos a Jesús decir “a menos que comas de la cara del Hijo del Hombre y beban Su sangre, no tendrán vida en ustedes”. ¿De qué está hablando Jesús, que va a darnos Su carne para comer y Su carne para comer? ¿Cree que somos caníbales?
Para quienes realmente admiten que Jesús dijo lo que dijo, hay dos posibles respuestas: una es “¿Cómo puede ser eso? No entiendo”. Y la otra es “está loco, me voy. ¡No quiero escuchar más de esto!” Si seguimos leyendo el Evangelio de Juan, veríamos ambas respuestas de parte de quienes escucharon las palabras de la misma boca de Jesús. Incluso en Su tiempo, incluso con Jesús de pie ante ellos, hay algunos que dirán “esto es muy duro, ¿quién puede aceptarlo?”
Por eso la primera lectura del domingo pasado (Prov. 9:1-6), hablando sobre la sabiduría afirma que ésta es dada a los sencillos, a quienes no entienden, a quienes son receptivos. La sabiduría es dada, entonces, a quienes le dicen a Jesús, “¿cómo puede ser esto? No entiendo”. Aquellos que pudieron admitir que “no entienden”, fueron de hecho los sencillos, son aquellos que están abiertos a la sabiduría Los que se fueron y dijeron “sé más que todo esto” fueron los ignorantes. En la segunda lectura (Ef 5:15-20), San Pablo implora a la gente de su tiempo y del nuestro “¡no sigan en su ignorancia!”
Los que se fueron del lado de Jesús siguen en su ignorancia. Escogieron no ser sencillos, no ser humildes para decir: “no entiendo”. En vez de eso, eligieron irse y decir “no más de esto. Esto no puede ser. Yo sé más”.
Humilde aceptación de la sabiduría
Fue bendecido al leer estos pasajes durante la celebración del 100° aniversario de la Parroquia de St. Mary en Palmyra el fin de semana pasado. La razón por la que la fe ha sobrevivido durante 100 en Palmyra, de hecho, la razón por la que la fe ha sobrevivido por más de 2 mil años en nuestro mundo y por muchos años más en cada una de nuestras parroquias, es porque ha habido una receptividad a la sabiduría y ha habido una humilde aceptación de parte de incontables hombres y mujeres, sacerdotes, obispos y religiosos, que han dicho “no entiendo”.
Con esta humilde aceptación, ha habido una apertura a que el Espíritu Santo nos enseñe. Hombres y mujeres, como los que leen esta columna ahora, han optado por quedarse con el Espíritu Santo y no han optado por irse y decir “sé más” y de esta forma la fe ha podido continuar. A través de los tiempos ha habido mujeres y hombres que se han permitido ser “gente simple” en el mejor de los sentidos: simple no quiere decir estúpida, sino que fueron tan sabios que era algo que no entendían. La simplicidad y la humildad van de la mano, y ese tipo de simplicidad y humildad han permitido que la fe continúe. Y mientras estamos tan profundamente agradecidos por el pasado, la cosa más importante es que nos volvamos a comprometer en avanzar hacia el futuro, con la misma simplicidad y con la misma humildad que preserva y mantiene en la fe.
Avanzar con simplicidad
Mientras estamos profundamente agradecidos por el pasado, mirar al futuro es ciertamente el ítem más importante en la agenda. ¿Cómo avanzamos con la fe que se nos ha sido dada en las manos? Avanzamos con la misma humildad y simplicidad, la misma voluntad de ser educados como aquellos que estuvieron con Jesús y tuvieron esa voluntad, diciéndole: “no entiendo, ayúdame a entender”.
Aquellos que se ofrecieron en la simplicidad y la humildad son los que siguieron con Jesús. Y ustedes están llamados, como ellos, a caminar con Jesús: a seguir en la fe, a seguir en la simplicidad, y a seguir en la humildad, sentados a los pies de Jesús y aprendiendo más sobre Él y nuestra fe, pero también aplicando nuestra fe a nuestro propio tiempo.
¿Pero qué significa seguir en la fe y pasar la fe a la actualidad? En este momento, en la historia de nuestro país, significa que tenemos que ponernos de pie por nuestra libertad religiosa. No podemos seguir en la fe a futuro y cumplir nuestra responsabilidad con el Señor y con todos nuestros ancestros, y con todas las generaciones futuras, a menos que tengamos la voluntad de ponernos de pie y ser contados cuando se trate de proteger nuestra libertad religiosa: que está ciertamente bajo ataque. No hay dos formas para hacerlo.
Y así tenemos que ponernos de pie y ser contados. Tenemos que firmar peticiones para proteger nuestra libertad religiosa: y no sólo la nuestra, sino la libertad religiosa de toda persona religiosa en este país porque lo que nos pueden hacer a nosotros hoy, puede ser hecho a otros mañana. Tenemos que hacer escuchar nuestras voces por parte de nuestros funcionarios elegidos, escribiéndoles y ayudándolos a ver cuán importante nuestra fe es para nosotros.
Y luego viene el voto en noviembre… Muchos obispos han dicho (no sólo yo) que tenemos que ponernos de pie y realmente tomar una decisión sobre por quién votar, basados en principios y no en el hecho de a qué partido pertenecemos. Esta vez mucho está en juego. Esta vez tenemos que poner al partido a un lado y decir: “¿quién va proteger nuestra libertad religiosa y realmente eso nos importa?” ¿Cómo alguien puede ignorar la fe, a quién no la importa su libertad religiosa?”
Estas son unas elecciones en las que no podemos ignorar la fe o votar sólo de acuerdo a mi “opción partidaria”. Tenemos que reflexionar y realmente examinar a los candidatos y los temas. Tenemos que reflexionar y preguntarnos, ¿qué candidatos –locales, estatales o federales– van a ayudarnos a proteger nuestra libertad religiosa, qué candidatos van a ayudarnos a observar y a enseñar lo que significa ser un ser humano?
¿Y qué hay de la sacralidad de la humanidad desde la concepción hasta la muerte natural?
¿Y qué hay sobre la base de nuestra sociedad –el matrimonio– formado por un esposo, una esposa, de por vida, con apertura a los hijos?
¿Y qué hay del derecho de los padres de educar a sus hijos de acuerdo a sus convicciones? Si los padres, si el esposo y la esposa, el papá y la mamá no son los primeros educadores de sus hijos, si no luchamos por eso, entonces el estado puede inmiscuirse y, cada vez más, convertirse en el primer educador de nuestros hijos. Y cuando el estado se convierte en el primer educador de nuestros hijos, ya no tenemos una sociedad plural o una democracia, porque como el estado controlaría la educación, éste adoctrinaría un secularismo impuesto por el estado: una religión sin Cristo ciertamente, una religión incluso sin Dios.
Si no nos ponemos de pie por nuestra libertad religiosa, allá es hacia donde vamos: hacia un secularismo impuesto por el estado en donde los jóvenes y las jóvenes son adoctrinados de acuerdo a las convicciones del estado y no las de sus padres. Es una maravillosa forma para socavar la libertad religiosa.
Proteger la naturaleza humana, la libertad religiosa
Entonces, la sacralidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, la sacralidad del matrimonio como Dios lo creó, la libertad de consciencia, la libertad religiosa, todas estas cosas están en la balanza. Entonces cuando en oración consideramos la importancia de estas cosas, no importa realmente si uno es republicano o demócrata, lo que importa es que creemos que estas cosas son de un tremendo valor y que estamos llamados a proteger la ecología de la naturaleza humana y la libertad religiosa. Nuestra fe tiene que ser entonces mucho más esencial, en lo que somos fundamentalmente, que nuestra política.
Ese es el camino de reflexión para cada católico en esta diócesis, de hecho, en el país, si vamos a proteger nuestra fe y nuestro legado recibido de nuestros ancestros. Roguemos por esto, pensemos en esto, y tomémoslo muy seriamente. Estas son las más importantes de las elecciones en las que participaremos durante el tiempo en que he vivido. Y realmente creo que mi voto y sus votos serán emitidos en noviembre, pero hagamos que ese voto se grabe para la eternidad, y eso ciertamente vale la pena una profunda reflexión.
¡Gracias por tomarse el tiempo de leer esto! ¡Que Dios bendiga a cada uno de ustedes! ¡Alabado sea Jesucristo!