Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
El domingo pasado – nuestro segundo de Adviento – seguimos leyendo del profeta Isaías cuando anunció la venida de Jesús. Escuchamos sobre la venida del Mesías y cómo “el Espíritu del Señor vendrá sobre Él Is 11:2)” en la primera lectura. El Espíritu del Señor trae el Espíritu de la sabiduría y de inteligencia, de consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Los que somos más viejos seguramente recordamos que estos son los siete dones del Espíritu Santo: que todos hemos recibido en nuestra Confirmación, también. Pero los que no son lo suficientemente mayores seguramente tuvieron que memorizarlos del Catecismo Baltimore. Los memorizamos porque eran (son) donde tremendamente esenciales para nosotros: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
El temor de Dios es necesario hoy en día
Me gustaría concentrarme brevemente en el último de estos siete dones: el temor de Dios. Ahora, en nuestra liturgia actual de Confirmación, el término “Temor de Dios” ha desaparecido, y en vez de ello decimos “asombro y admiración en Tu presencia”. Eso es muy bonito, pero es solo un poco de lo que significa el “temor de Dios”. ¿Y por qué hemos perdido la expresión “temor de Dios”? Porque no queremos que los niños le tengan miedo a Dios.
Sí, la Escritura dice, “el temor de Dios es el comienzo de la sabiduría (Prov. 9:10)”. ¿Por qué diría algo así?
Si queremos un ejemplo del temor de Dios en la vida, ese es San Juan Bautista: sobre quien hemos escuchado bastante el domingo pasado. En el Evangelio escuchamos a San Juan decir, “Uno más poderoso que yo viene detrás de mí. No soy digno de desatarle las cuerdas de sus sandalias (Mt 3:11)”. Eso es temor de Dios. Es también humildad. Es también obediencia. Es además amor y profunda reverencia. Todas esas cosas están incluidas en temor de Dios.
El temor de Dios significa una conciencia, vivida, de que Dios es Dios y yo no lo soy. Ese es el inicio de la sabiduría, saber realmente que uno no es Dios.
Cuando celebro Confirmaciones, quiero que los muchachos que se están confirmando sepan sobre el temor de Dios y, especialmente, quiero que sepan que Dios es Dios y que ellos no lo son, ¡y eso es algo bueno!
Nuestra cultura está tratando de enseñarles a los jóvenes que si bien no son Dios, son al menos algo cercano… y luego de que logren sus primeros millones de dólares, entonces sí serán Dios. Nunca el sentido del temor de Dios fue entonces tan necesario.
Y Juan el Bautista es el ejemplo perfecto del temor de Dios. “Dios no quiere que se burlen de Él”, lo dice de muchas formas. “Él salvará solo a los justos y los injustos arderán en un fuego imperecedero (Mt 3:12)”.
Ese es el temor de Dios. Si olvidamos el fuego imperecedero, si olvidamos el Infierno, entonces nos estamos engañando. El temor de Dios incluye el temor al Infierno. No debemos engañarnos sobre eso o permitir que otros se engañen ellos sobre este tema. Qué triste y sin sentido estilo de vida tendríamos si pensáramos que no hay nada más grande que nosotros, que nada de lo que hacemos tiene consecuencias y que no estamos llamados a algo más grande que nosotros mismos.
El comienzo de la sabiduría y el arrepentimiento
El temor de Dios es una de las nociones más hermosas y ricas en todas las Escrituras. ¿Por qué querríamos adormecerla o interpretarla de modo tal que solo nos haga sentir bien siempre? El temor de Dios es el comienzo de la sabiduría: Dios es Dios y yo no.
Y esa es la base del mensaje de Juan el Bautista: “¡Arrepiéntanse! ¡Arrepiéntanse!” Sin el temor de Dios no puede haber arrepentimiento y sin arrepentimiento no puede haber conversión y sin conversión no se puede alcanzar el tremendo bien que Dios quiere para nosotros.
Entonces, reflexionemos sobre el segundo domingo de Adviento como el “domingo del temor de Dios”. Y consideremos que es algo bueno y algo que tiene mucho que ver con nuestra preparación para la Navidad. El temor de Dios es un don del Espíritu Santo y es un don que nos ha dado con la venida de Cristo: un don que, de acuerdo al insondable plan de Dios, se hizo manifiesto cuando el Rey del Universo se hizo un pequeño bebé.
Es importante recordar que Dios se hace pequeño al asumir nuestra forma humana, pero es también importante que recibamos ese don, por la gran humildad que reunimos: ¿y dónde comienza la sabiduría?
El temor de Dios es el comienzo de la sabiduría. No somos Dios y por esas veces en las que actuamos como si lo fuéramos, debemos arrepentirnos. El temor de Dios es el inicio del arrepentimiento.
San Juan Bautista murió por la familia y el matrimonio
En estos atribulados tiempos de nuestra cultura, no podemos olvidar tampoco a San Juan Bautista: el gran precursor de Jesús. Y recordemos que, al final, él entregó su vida por la verdad sobre el matrimonio. Él entregó su vida por el lazo matrimonial.
Estamos en el tiempo en el que estará presente para nosotros, especialmente en Navidad, la Sagrada Familia. Juan el Bautista entregó su vida por el bien de la reverencia y el amor, en honor a la Sagrada Familia. Juan el Bautista murió por la familia y el lazo matrimonial.
¿Y por qué murió? Porque miró a Herodes a los ojos y le dijo la verdad sobre el matrimonio. Le dijo la dura verdad. Y como he dicho antes, Juan el Bautista es el patrono de lo políticamente incorrecto. Nada podría haber más políticamente incorrecto que decirle a Herodes la verdad sobre el matrimonio. Y nada es más políticamente incorrecto ahora, para ti y para mí que decirle a nuestra cultura y al gobierno la verdad sobre el matrimonio.
Entonces, en esta segunda semana de Adviento, ¡recordemos a San Juan Bautista, patrón de lo políticamente incorrecto! Y recordemos el gran don del Espíritu Santo: el temor de Dios. Y permitamos esos hermosos dones, con la intercesión de Juan el Bautista: temor de Dios y la gracia de defender el matrimonio, para así realmente venerar, rezar, respetar y reverenciar a la Sagrada Familia: permitamos que sean ingredientes principales todos los días mientras trabajamos camino hacia la celebración de Navidad.
¡Gracias por darse el tiempo de leer esto! ¡Que Dios los bendiga a todos en este tiempo de Adviento!
¡Alabado sea Jesucristo!