Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Rezo para que todos hayan tenido un verano de descanso . . . como parece ser, tristemente, ¡estamos llegando a los últimos días! En mi caso, tengo la esperanza de que el invierno sea no muy fuerte. Sé que puede ser una esperanza tonta, pero ¡soy un hombre de esperanza!
Considerando las lecturas del domingo pasado, creo que es muy importante que reflexionemos juntos, nuevamente, sobre el tema de la corrección fraterna, que es sobre lo que la primera (Ez 33:7-9) y la tercera (Mt 18:15-20) lecturas nos hablaron.
La corrección fraterna es la manera en que nos corregimos unos a otros como hermanos y hermanas en Cristo. Lo hacemos no con arrogancia, ni con desprecio, sino con amor. La corrección fraterna en la Iglesia es un servicio de amor.
En nuestros días y en esta época, nadie quiere corregir a nadie (a menos que sea anónimamente, alguien que no conocemos y en un foro en línea, que ciertamente no es corrección caritativa). Corregir a alguien directamente, alguien a quien conocemos, requiere que expliquemos lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno y lo que es malo. Nadie quiere hacer eso porque “tú tienes tu propia verdad y yo tengo mi propia verdad y podemos coexistir pacíficamente y ¡todo es maravilloso!”. . . excepto que no es así. Es un mundo confundido.
En este mundo confundido, ¡es políticamente incorrecto corregir a cualquiera en cualquier cosa! Por ejemplo, uno tiene que estar atento a lo que dice a menos que sea que se diga que el ISIS es un grupo de terroristas musulmanes que están totalmente equivocados. Ahora, eso es verdad obviamente, pero algunos podrían no decir eso porque, después de todo, “simplemente no vemos el mundo como lo ve el ISIS. Ellos tienen su propia verdad, entonces debemos ser amables cuando lidiemos con ellos”. . . tan corteses como ellos lo son cuando decapitan gente.
Es políticamente incorrecto corregir
Entonces es políticamente incorrecto corregir, y ese es el problema.
En la primera lectura del domingo pasado, el profeta Ezequiel le habla a los “líderes” en la fe. Si hubiera estado hablando hoy, se habría dirigido a los obispos y los sacerdotes. Y Ezequiel está diciendo a los sacerdotes y obispos de hoy que si algo está mal, pues tienen que corregirlo, ustedes son responsables por corregirlos.
Pero en nuestro mundo hoy es políticamente incorrecto corregir a alguien, entonces lo que sucede con muchos sacerdotes ¿e incluso obispos? es que son presionados, algunas veces intimidados, a hablar de una forma más políticamente correcta. Y entonces, si alguien necesita ser corregido o si un pecado necesita ser identificado como tal… entonces, tal vez no dicen cosas como que todo está “BIEN” sino que solo hay silencio. Debo confesar mi propia culpa en alguna ocasión al respecto.
Nuestra primera lectura nos dice que si no se queda en silencio cuando alguien necesita ser corregido, ¡entonces uno es responsable por el daño que ellos hacen! Eso se supone que debe asustar a obispos y sacerdote. Y de hecho me asusta. Pienso en mi responsabilidad cada día y entonces (como deben haber oído) soy políticamente incorrecto, porque algunas cosas tienen que corregirse.
La corrección sobre una postura personal
Los católicos en general tienen que corregirse unos a otros sobre muchas cosas, pero una de las cosas sobre las que a al gente menos le gusta referirse es a las cosas que son más personales para los otros. Y así algunas de las cosas que son más impopulares para los obispos católicos o sacerdotes o cualquiera de nosotros es referirnos a la anticoncepción, la fertilización in vitro, el aborto, las uniones del mismo sexo y la eutanasia. (Respecto a este último punto, es necesario que se diga que a muchos de nuestros ancianos los “están poniendo a dormir.” Hay diversos tipos de eutanasia encubiertos actualmente y nadie lo sabe porque hay una conspiración en silencio).
Todos tenemos que hablar sobre esas cosas y los obispos y sacerdotes deben galvanizarnos, alentarnos, e inspirarnos para hablar. Entonces, respetuosamente, tenemos que insistir que nuestros pastores, nuestros sacerdotes y nuestros obispos hablen. Y tenemos que darles el ejemplo de hablar porque, como dice la primera lectura, el mal puede ser corregido y si alguien no habla, ese alguien es responsable de ese mal.
La corrección puede hacerse amorosamente
Créanlo o no, mi segundo punto es el más difícil. La segunda lectura del domingo nos recuerda nuevamente la centralidad del amor, del respeto amoroso. Los que van a corregir a alguien más — incluyendo a sacerdotes y obispos — tienen que corregir con amor. Hacer eso es difícil.
A veces cuando los obispos y los sacerdotes (cualquiera de nosotros) no corrigen, es porque no saben cómo hacerlo y lo hacen amorosamente. A veces también, las personas no permiten que nadie los corrija con amor. Sin importar como se es corregido, el otro puede interpretarlo como odio.
Esto se ve frecuentemente hoy respecto a las uniones del mismo sexo. En cuanto uno dice algo que no parece ser la completa afirmación de la licencia sobre este tema, entonces “odias.” Incluso cuando estás tratando de actuar lo más amorosamente posible, eres acusado de odio. Y así algunas personas, algunos sacerdotes y obispos, se quedan en silencio para no ser acusados públicamente de odio. Eso tiene cierto sentido y es comprensible.
¡Pero tiene que ofrecerse la corrección! Es necesario que se dé y tiene que hacerse con amor. ¿Eso qué significa? ¿Ofrecer la corrección con un tono agradable de voz? ¿El tono agradable de voz hará que alguien ya no nos tilde de odiar? No.
El domingo el Papa Francisco se refirió brillantemente a este asunto. Él dijo que al corregir a alguien, uno tiene que estar seguro de afirmar “también yo soy un pecador. No tengo nada perfectamente en orden en mí. Soy un pecador . . . y tú eres un pecador.” Y en segundo lugar, decir “gracias a Dios que Él nos a dado la misericordia” y luego podemos decir “gracias Dios porque nos has dado tu misericordia cuando nos alejas del mal.”
Ofrecemos la corrección diciendo: soy un pecador, trato de ser humilde y Dios es misericordioso. Uno le muestra a los otros cómo se aplica a uno y uno dice, si se aplica a mí y la necesito porque soy un pecador, también entonces se aplica a ti.
Aquí encontramos un gran “si.” Si la gente es razonable, tomarán esto como una proclamación del propio amor y verdaderamente lo considerarán. Sin embargo sabemos que en el mundo cambiante y tan políticamente dividido, no podemos contar con que alguien sea razonable. Y, además, siempre es difícil ser confrontado por las propias fallas. Sin embargo, si amamos a nuestros hermanos y hermanas, tenemos que corregir. Tenemos que corregir claramente. Tenemos que corregir con gran convicción. No debe haber duda al respecto y eso se aplica a todos nosotros.
Pero al mismo tiempo que corregimos, tenemos que darnos cuenta y hacer que la otra persona se dé cuenta de que sabemos que somos pecadores. Tenemos que dejar eso claro. “Ante Dios soy un pecador como tú. Peco de distintas formas tal vez y como pecador necesito misericordia. ¡Gracias a Dios porque es rico en misericordia!” Y luego decir “tú también necesitas misericordia. ¡Gracias a Dios que Él es rico en misericordia contigo como conmigo!”
El Papa Francisco cree que ese es el secreto para corregir a la gente con amor y ¡me hace feliz cuando estoy de acuerdo de corazón con el Papa!
Gracias por darse el tiempo para leer esto. Muchas bendiciones para todos ustedes y sus hermanos y hermanas en Cristo. ¡Alabado sea Jesucristo!