Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
El domingo pasado celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Como un hermano obispo bromea, celebramos este misterio glorioso exactamente de acuerdo a los Hechos de los Apóstoles . . . 44 días después de la Pascua.
Sin importar la precisión de la fecha, sin embargo, es una fiesta tremendamente importante para nosotros . . . una de las más importantes.
Lo que significa el Misterio Pascual
En todo el tiempo de Pascua, especialmente en las oraciones iniciales de la Misa y en los prefacios, hemos escuchado la referencia una y otra vez al Misterio Pascual.
Repetimos eso muchas veces y me pregunto si es claro en nuestras mentes lo que eso significa. Estos 50 días de Pascua son la celebración del Misterio Pascual.
El Misterio Pascual es el Misterio de la Pascua y el Misterio de la Pascua está, por supuesto, en el primer lugar: es Cristo agonizante y Su gloriosa Resurrección.
Esa es la primera parte del Misterio Pascual, el Misterio de la Pascua; pero no es el final del mismo. Y por eso es que necesitamos 50 días para celebrarlo.
Necesitamos 50 días para reflexionar en este misterio insondable. Y el domingo pasado pusimos un signo de admiración en nuestra celebración del Misterio Pascual con la Fiesta de la Ascensión (y añadiremos el signo de admiración final la próxima semana con Pentecostés).
Cada vez que celebramos la Misa, re-presentamos al Jesús agonizante y de la resurrección. El sacrificio eucarístico es una re-presentación del Sacrificio Pascual de Cristo, pero a veces olvidamos que cada vez que celebramos la Misa, también re-presentamos dramáticamente la Ascensión.
Celebrar la Ascensión en Misa
Cada vez que celebramos la Misa, re-presentamos la venia del Espíritu Santo y algunas veces también nos olvidamos de eso. El misterio Pascual es un misterio muy grande, tan grande que toma 50 días desdoblarlo.
Pero para nuestra reflexión hoy, recordemos que cada vez que celebramos la Misa, celebramos la Ascensión, De hecho, en las iglesias orientales, la Ascensión es el modelo primario para entender la celebración de la Liturgia divina. El modelo primario en Oriente no es la Resurrección sino la Ascensión, porque el término para ese misterio de la divina liturgia en Oriente es “la gran entrada”.
Jesús resucitó, ascendió e ingresó al Reino de los cielos, abriendo las puertas para todos los demás. Y las Escrituras nos dicen que Él entró y tomó su lugar a la derecha del Padre. Y cuando escuchamos “Jesús a la derecha del Padre,” eso significa que Jesús es el Único y Eterno Sacerdote. Entonces, la Fiesta de la Ascensión es una fiesta muy sacerdotal.
Y eso es algo que los sacerdotes nunca deben olvidar cuando celebran la Eucaristía, que en la persona de Cristo, tienen el privilegio de entrar al santuario, al santuario celestial. El sacerdote es privilegiado de poder entrar y tomar su lugar en la persona de Cristo a la derecha del Padre.
La Fiesta de la Ascensión es una fiesta maravillosa del sacerdocio, una maravillosa fiesta para ayudar a todo sacerdote a entender quién es Él. En la persona de Cristo, él tiene que sufrir, tiene que morir, tiene que resucitar y luego tiene que hace su gran entrada final cuando el Señor lo llame a casa en el cielo (si es Él lo hace efectivamente).
Entonces, los sacerdotes deben tener la Ascensión en la mente mientras se preparan a ofrecer cada Misa; es una realidad muy importante por ser quienes son y lo que hacen por el pueblo de Dios.
Mirando al pasado la ordenación al sacerdocio
Esto tuvo un particularmente poderoso sentido para mí el pasado domingo, ya que mi ordenación fue hace 40 años, el 1 de junio, que fui ordenado sacerdote
Hace 40 años, el 1 de junio, no era la Ascensión, sino la fiesta de San Justino mártir. Y por cierto, ¿qué hizo San Justino? Intentó usar el razonamiento filosófico para promover y defender la Verdad de Cristo. Y fue asesinado por eso. Lo sigo de cerca (o al menos trato de hacerlo).
Era además la Vigilia de Pentecostés, el 1 de junio hace 40 años, y tuve el gran privilegio de ser ordenado por el Cardenal Lawrence Shehan, que era Arzobispo de Baltimore en ese entonces. Fue su último acto público al ordenar a 12 jesuitas en la Vigilia de Pentecostés. ¡Tal vez ordenar a 12 jesuitas acabó con él!
Y así el pasado domingo fue un día muy especial para mí y aunque no suelo hablar de mí en estas columnas, quisiera pedirles perdón y ofrecerles mis oraciones conmigo por el Cardenal Shehan, por el P. Henry Lavin, que predicó en mi primera Misa y quien ya ha partido a ver el rostro de Cristo, y por los muchos jesuitas que fueron importantes en mi sacerdocio y en mi formación.
Quisiera decirles personalmente cuán agradecido estoy por estos 40 años de sacerdote (los últimos 15 como Obispo). No podría comenzar a agradecerle adecuadamente a Dios. He vivido muchos días felices en el camino y he tenido suficientes días duros también, pero esos días duros son nada cuando el Señor derrama sus dones no merecidos sobre mí.
Cuando tengo un día difícil, veo que es un llamado para que encuentro el don Escondido de Dios que está debajo de los problemas que enfrento, cualesquiera que sean. Me descubro tan increíblemente agradecido que veo que no estoy seguro de lo que debo hacer conmigo mismo.
Estoy muy agradecido por todos ustedes, cuya santidad y testimonio me siguen inspirando. Cuando veo mi vida, veo que es demasiado buena como para ser verdad.
Usualmente las cosas que son muy buenas para ser verdad, no son verdad; pero este es solo uno de los espectaculares dones de Dios para mí.
Mi vida ha sido ciertamente bendecida de tantas formas por el sacerdocio de Cristo e incluso por haber recibido la plenitud del sacerdocio como Obispo. Y nunca pensé que sería así. Los jesuitas están entrenados para nunca pensar en convertirse en obispos y en general no lo son; y nunca han sido Papas, pero como siempre se dice… ¡Dios es un dios de sorpresas!
Reflexionando sobre las bendiciones
Y así reflexiono en las bendiciones. Cada uno de nosotros tiene, en su estilo particular, una gran cantidad de bendiciones del Señor. ¡Somos tremendamente bendecidos!
Y le doy gracias al Señor, como hice el domingo pasado, especialmente a través de la Eucaristía, que re-presenta el sufrimiento, la muerte, la Resurrección, la Ascensión y la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, y que es fundamentalmente acción de gracias.
Entonces, si lo desean, únanse a mí por favor en esta acción de gracias por estos 40 años de servicio sacerdotal, pero particularmente, también tomen algo de tiempo para recordar todo aquello por lo que están agradecidos al Sumo Sacerdote que se sienta a la derecha del Padre, ¡Jesucristo!
Entonces dejemos que esa gratitud llene nuestras mentes y nuestros corazones. En realidad necesito sus oraciones todos los días. Ustedes tienen las mías porque los quiero mucho. Y si quieren rezar por mí, pídanle al Señor para que me siga danto la gracia de ser agradecido con Él cada día, por las muchas cosas que no terminaría de nombrar, como ahora. ¡Alabado sea Jesucristo!