Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
La semana pasada estuve en Jackson, Mississippi (unas 36 horas) Ahora, ¿por qué fui allá? ¿Fue porque nunca había estado en Mississippi y nunca había probado ese modo particular de cocina sureña?
Bueno, admitiré que eso también lo tenía en mente… pero nunca habría hecho ese viaje especial solo por esa razón. Fui a Jackson para la ordenación de su nuevo Obispo, Monseñor Joseph Kopacz.
Obispo de la misma parroquia de casa
El Obispo Kopacz es un gran sacerdote, unos cuatro años más joven que yo, con quien crecí en la misma parroquia de casa cerca a Scranton, Pennsylvania — St. Anthony’s en Dunmore.
Imagínense: dos obispos de la misma generación de la misma parroquia. Si pueden, les pido sus oraciones por él al comenzar su ministerio en Jackson.
Además de compartir algo de mi semana, menciono este viaje porque el Obispo Kopacz eligió como su lema episcopal “Hágase la luz”.
Esas fueron las primeras palabras de Dios en las Escrituras. “¡Hágase la luz!” Así de importante es la imagen de la luz en nuestra fe que las primeras palabras de la Escritura y que vienen de la boca del Padre se refieren a la luz.
La luz revela la belleza de la creación
Y Dios dijo, “hágase la luz”, por supuesto, para que a través de esa luz la belleza del resto de la creación pueda ser vista.
Y cuando decimos “Cristo es nuestra luz”, como hicimos en la liturgia del domingo pasado, recordamos que la luz de Cristo está allí para que veamos la belleza reordenada de todo lo demás en el mundo, la verdad y la belleza final de las cosas.
Cristo es nuestra luz y estamos llamados a vivir en la luz, que es, vivir en Cristo. Vivir en Cristo significa vivir en la Iglesia, para que podamos ver la luz de Cristo y para que podamos ver el mundo ordenado como Dios lo diseñó.
La vida sin Cristo es oscuridad
Cristo es la verdadera luz que nos permite ver toda la realidad como es. Y sin esa luz vivimos en un mundo de oscuridad y sombras, como decía el salmo responsorial del domingo pasado, “el hombre justo es una luz en la oscuridad para los demás ( Sal 112)”. Sin la luz de Cristo, la alternativa es la oscuridad.
El Evangelio del domingo pasado decía “Eres la luz… Eres la sal (Mt 5:13-16)”. Porque están bautizados, confirmados y “eucaristizados”, estamos conformados con Cristo.
El Evangelio es “la descripción del trabajo” para los laicos
Al leer un comentario del Padre Robert Barron sobre el Magnificat, reflexionaba y preparaba la prédica de este domingo, y me llamó la atención leer que el Evangelio del domingo es una “descripción del trabajo” para la misión de los laicos en la Iglesia, de acuerdo al Concilio Vaticano II, correctamente interpretado. Es una descripción de trabajo.
¡Ustedes son la luz! ¡Son la sal! El hombre justo es una luz en la oscuridad. Es una descripción laboral de la misión laical en la Iglesia.
Esa es la descripción del trabajo de su misión en la Iglesia: ser una luz (en un mundo que está muy oscuro) para los demás. ¿Y eso qué significa?
Eso significa: que no solo eres un reflector de Cristo que es la luz, para que vean la belleza auténtica de la creación, sino que significa también que tienen la seria responsabilidad de involucrar a “los demás” en esa unión con Cristo luz, para que puedan ver las cosas como realmente son, en toda su verdad y en toda su belleza, y acompañar a esa belleza sus obras de caridad.
La misión de ser “luz para los demás”
Su primera obligación es seguir unidos a Cristo, por su propia salvación. Pero su misión para con los demás, es que ellos puedan ver la luz en la oscuridad: que puedan ver la verdad y la belleza en el mundo creado como Dios lo pensó. Esa es una gran responsabilidad.
Los laicos deben hacer que la Iglesia se mantenga difundiendo la luz de Cristo en todos los confines del mundo.
Y como el Papa Benedicto y el Papa Francisco han dicho a los laicos: “tienen la misma responsabilidad por la obra de Cristo, tanto como los sacerdotes y los obispos”.
Por supuesto, decir que su responsabilidad es igual a la de los obispos y sacerdotes no significa que su trabajo sea el mismo.
Con mucha frecuencia pensamos que si los laicos fueran igual de responsables por la obra de Dios, necesitarían estar en santuarios haciendo todas las cosas que hace un sacerdote como la Misa.
Los sacerdotes y los laicos tienen distintos roles
Los sacerdotes y los obispos tienen un ministerio dentro de la Iglesia que es distinto al de ustedes, pero no por eso son menos responsables.
Y el Papa Francisco dice constantemente que tenemos que tratar a los laicos de acuerdo con las serias responsabilidades que tienen y no “clericalizarlos”.
Esa es la razón por la que tengo muy pocos sacerdotes conmigo en las oficinas en la cancillería. La gran mayoría de gente allí, personas en posiciones prominentes, son laicos.
Son pocos sacerdotes para los ministerios que requieren la ordenación, pero de otro modo en nuestra situación lo mejor para los sacerdotes es que estén en las parroquias ayudando a la gente y así es mejor para mí recibir a laicos que estén calificados en posiciones de gran responsabilidad en nuestras oficinas diocesanas.
Eso es lo que hacemos y eso es lo que muchos buenos sacerdotes hacen en nuestra diócesis. Ellos encuentran laicos bien calificados para ayudarlos en su misión de servir a la gente en sus parroquias, porque pueden demostrar cómo ser una “luz” en medio de la vida diaria.
Los laicos “reflejan la luz de Cristo” bien
Muchos de los colaboradores laicos en nuestras parroquias no deben tener roles sacerdotales, sino que deben cumplir sus roles reflejando la luz, como los laicos lo hacen tan bien. Y no solo ser luz, sino hacer que otros sean luz. Ser sal, como dice el Evangelio, y hacer que otros sean sal también.
Ahora el Padre Barron destacó algo sobre ser sal que nunca había considerado antes. En el mundo antiguo judío en el que Jesús dijo “eres sal”, la sal no era solo algo que se añadía a la carne para que supiera mejor.
La sal preserva, no es solo para el sabor
La sal era considerada un preservante, porque especialmente en el clima cálido de Israel, la carne que se no cuidaba se malograba rápidamente.
No había refrigeradoras y no había coolers, entonces la gente usaba la sal para conservar la carne. La sal preservaba la carne para que no se malograra y pudiera ser consumida.
Entonces – y este es el punto – cuando Jesús dice “son la sal”, significa algo muy específico en la descripción de su labor. Tienen que ayudar a preservar, a través de su oración y su aliento, a los otros en su misión de caridad. Están llamados a ser la sal, pero su misión laical es hacer que muchos otros sean sal, por la gracia de Cristo, como sea humanamente posible para ustedes.
Ayudar a otros a ser sal y luz
Ser sal y luz es una cosa, ser la fuente de la sal y luz para otros es otra cosa. Entonces esto le da una fuerza totalmente nueva a la idea de la solidaridad en el mundo y en la Iglesia: que realmente somos hermanos y hermanas, porque así como somos responsables de hacer que otros sean sal y luz, los otros también son responsables de nosotros.
Y esa responsabilidad, ese confiar uno en el otro para ser sal y luz, es lo que celebramos en la Santa Comunión. Y esa responsabilidad compartida nos hace una santa comunión.
Los laicos están llamados a ser “santa comunión”
Ustedes están llamados a ser una santa comunión en la misión laica que comparten. Entonces, mientras seguimos promoviendo la Nueva Evangelización, por favor sean sal y luz.
Por favor preserven y enseñen unos a otros a ser sal y luz, y por favor permitan que otros sean sal y luz para ustedes, para que siempre sepan que nunca avanzamos solos.
Hagan lo mejor que puedan para que se motiven (no se desalienten) y para proporcionar la luz de la verdad y la sal que ilumina, fortalece y preserva.
¡Gracias por darse el tiempo para leer esto! ¡Que Dios los bendiga a todos! ¡Alabado sea Jesucristo!