Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo.
Queridos amigos:
La semana pasada tuve la bendición de tomar parte de la maravillosa Misa de canonización y la Misa de acción de gracias por San Juan Pablo II y San Juan XXIII. Ciertamente la experiencia fue una de las más hermosas de toda mi vida.
Tuve la bendición de visitar Roma por primera vez a mediados de los 70’s y la providencia de Dios me ha permitido volver muchas veces, sin embargo nunca había visto Roma tan llena de gente como en estos días por la canonización. Bastante más gente que si hubiera un evento secular como una feria mundial y recordaba las multitudes que llenan las calles en las Jornadas Mundiales de la Juventud.
“Alegría reverencial” en el aire
No solo había un maravilloso espíritu de devoción sino también un gran número de jóvenes llenos de energía por la ciudad, incluso por las noches, asistiendo a una buena cantidad de programas y oportunidades de oración en varias iglesias en Roma.
En esos días, era muy fácil detenerse y converse con perfectos extraños e incluso sentirse muy unidos casi instantáneamente. Había un claro y sensible sentido de la Iglesia Universal y de nuestra unidad. Había una atmósfera, un ambiente distinto al marco general en el que esta maravillosa celebración se realizó.
Había lo que yo llamo una “alegría reverencial” en el aire y pese a las grandes cantidades de gente, esa alegría reverencial se manifestaba con frecuencia a través del silencio.
Los momentos de silencio durante la Misa de canonización fueron plenos y casi milagrosos considerando que había un millón de personas reunidas. El silencio era grande, teniendo en cuenta tantos idiomas y culturas representados (sin mencionar al resto del mundo que miraba), y pudimos unirnos en oración a una escala muy grande y muy profunda.
Por la querida providencia (y por absolutamente nada más) estuve en primera fila para concelebrar la Misa de canonización con el Papa Francisco. Esto en sí mismo permitió que pudiera envolverme muy profundamente del esplendor de la liturgia a mi alrededor. La gran belleza y la gloria del momento se puso de manifiesto en el ritual y en la música, en la belleza de las vestiduras y otros gestos. Fue algo que entró muy hondo en mi alma.
Y además estaba la presencia del Papa Francisco, junto al Papa Emérito Benedicto, que había salido de su reclusión para visitar a estos viejos amigos antes de la Misa. Benedicto es claramente una inspiración para el Papa Francisco y su presencia proporciona una fuerte inspiración en mí y generó una gran ovación en toda la multitud. Ese importante gesto de unidad nos habla mucho de la verdadera esperanza que podemos tener en la Iglesia por la unidad entre nosotros.
Los nuevos santos
Y luego estaban San Juan XXIII y San Juan Pablo II, a quienes George Weigel llama los “sostenedores del Concilio Vaticano II,” porque lo son.
El Papa Francisco acentuaba que el Papa Juan XXIII era un hombre de esperanza, abierto al espíritu, y que el Papa Juan Pablo II era un hombre valiente y “el Papa de la familia.”
Ambos confiaban completamente en el Espíritu Santo para hacer su plan y ambos estaban sólidamente enraizados en la tradición y también en el deseo de generar una reforma real en continuidad con el pasado. Y de hecho el Papa Francisco es el heredero de este legado, como él públicamente ha proclamado.
El sentido de la Iglesia, que uno podía casi saborear en esta celebración con casi mil obispos y muchos otros miles de sacerdotes, era una fuente de alegría ya que estos dos nuevos santos eran Papas de esperanza y de coraje.
Para muchos de nosotros, nuestras vidas han sido definidas por el pontificado de San Juan Pablo. Especialmente tantos jóvenes que encontraron su identidad católica enraizadas en su esperanza, su fuerza y su testimonio sacrificial: desde el momento en que inició su pontificado hasta el sufrimiento extremo de su enfermedad final antes de que volviera a la Casa del Padre.
Así también, Juan XXIII abrió nuevas puertas y ventanas, a la derecha y la izquierda, buscando la verdad de Cristo en su integridad para que fluyera por esas puertas y ventanas para abrazar y llenar al mundo con el amor de Cristo.
Él es con frecuencia considerado un reformador, aunque Juan XXIII también fue un hombre de tradición y de historia. Es importante destacar que una de las primeras cosas que San Juan XXIII trató de hacer como Papa fue restaurar el latín para el estudio de la teología en los seminarios. Poco antes, se había hecho un intento de cambiar el lenguaje de estudio de la teología al vernacular. Pero el Papa San Juan XXII, viendo las dificultades que esto presentaba, quiso que la verdad se proclamara en su integridad e intentó cambiar y que se restaurase el latín.
‘Un don increíble’
Junto con el Papa Francisco y el Papa Benedicto, la sorprendente presencia de estos dos nuevos santos mirando a la multitud y a nuestra celebración era inequívocamente un don increíble. Su presencia también era un fuerte testimonio de Cristo presente ante nosotros a través de estos dos sucesores de Pedro incluso en el momento presente.
La ceremonia y la Misa de canonización están disponible en Internet y recomiendo encarecidamente a nuestros fieles de la Diócesis de Madison que aprovechen esta oportunidad para ver esta maravillosa celebración.
Por favor mírenla en espíritu de oración como testigos del Espíritu Santo que tan claramente se revela a sí mismo en esa celebración. Vean la amorosa unidad que se manifiesta ente el Papa Francisco y Benedicto y vean la amorosa unidad en continuidad revelada a través del ministerio petrino de San Juan XXIII y San Juan Pablo II, entre el Papa Benedicto y el Papa Francisco.
Universalidad de la Iglesia
Esta es una oportunidad única para experimentar la universalidad de la Iglesia: es decir, la Universidad del amor de Cristo por Su pueblo, a través de nuestra Iglesia. Es un momento maravilloso para permitirse a uno mismo, sin reservas, experimentar y expresar el amor por la Iglesia y por los Santos Padres.
Solo la Iglesia Católica podría tener una celebración tan universal y Ella ya lo ha hecho así en el pasado. De hecho la Iglesia está viva.
Por favor, no permitamos que este precioso momento pase como algo que será olvidado rápidamente. Este es un momento tan importante para vivir el verdadero sentido del Concilio Vaticano II. Este momento es un don especial de Dios y nos equivocaríamos gravemente si permitimos que este Kairos, este tiempo de visita del Señor de manera muy directa y especial, simplemente se pase.
Gracias por leer esto. Que Dios los bendiga a cada uno. Cristo ha resucitado, en verdad ha resucitado.