Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Han estado en el corazón de mis oraciones en los días y semanas recientes. Además de mis oraciones habituales por su crecimiento en las virtudes de la fe, la esperanza y el amor, he rezado por su seguridad y calor, ¡así como por su alegría en estos días frígidos!
He sido muy afortunado al tener un tiempo de descanso y renovación en climas más cálidos, como casi siempre que recibo esta bendición en enero. (Hay muchas cosas por las que estoy agradecido a mi predecesor, el Obispo Bullock, pero a nivel persona, ¡siempre le agradeceré sus sabios consejos como el hecho de que tome mis vacaciones en enero y no en el verano!) No doy por descontado por un minuto las bendiciones que he recibido. Estoy agradecido y esperanzado porque esos momentos de descanso me preparan más para mi servicio.
Y así creo que es con algo de ironía que el Señor ha fijado mi atención en las siguientes tres palabras o frases de nuestras lecturas del domingo pasado: purificación, sufrimiento y signo de contradicción. Y cada una de esas palabras acompañan las lecturas, en orden. Sobre la purificación se habla en la primera lectura, Mal 3,1-4; del sufrimiento en la segunda lectura, Hb 2,14-18; y sobre ser “signo de contradicción” habla la lectura del Evangelio: Lc 2, 22-40.
La Fiesta de la Presentación
El domingo pasado celebramos la Fiesta de la Presentación, que es una fiesta importante, pero esa fiesta está ligada directamente con la Fiesta de la Purificación de María y José, de acuerdo a la costumbre. Para purificarse, María y José tenían que presentar a Jesús en el templo y ofrecerLo al Señor. Así es cómo se purificaron, con la presentación de Jesús.
La Presentación de Nuestro Señor en el templo es un misterio, un misterio gozoso del Rosario, pero creo que siempre lo pasamos de largo sin reflexionar mucho al respecto.
El acto de José y María presentando a Dios Padre su don más precioso (un don que fue dado a ellos por el Padre, a través de su fidelidad) nos da un ejemplo de lo que significa que nosotros también debamos ser purificados.
Ofrecerle a Dios nuestra fe en Jesucristo
La cosa más preciosa que cada uno de nosotros tiene que ofrecerle a Dios es nuestra fe en Jesucristo, Su Hijo. Nuestro ofrecimiento, como el de José y María, está ligado al ofrecimiento de Jesús.
La Presentación en el templo era un preanuncio de la presentación sacrificial de Cristo mismo al Padre en la Cruz. La presentación de Jesús en el templo, con el sacrificio de las dos palomas, como el sacrificio de Adán, es el anuncio de la propia presentación de Jesús al Padre, en la Cruz. Entonces esta purificación lleva al sufrimiento, porque la presentación de Jesús por parte de María y José anuncia la propia presentación de Jesús al Padre en la cruz, muy sutilmente.
Acercarse a Jesús a través del sufrimiento
Por eso nuestra segunda palabra es “sufrimiento”. En la segunda lectura del libro de los Hebreos, se nos dice que Jesús se hizo Sumo Sacerdote (el que ofrece el sacrificio a Dios en nuestro nombre) al identificarse con nosotros, especialmente en el sufrimiento.
Jesús es particularmente cercano a nosotros y somos nosotros particularmente cercanos a Él, cuando sufrimos. Cuando todos sufrimos bien, estamos más cerca a Jesús, porque estamos más cerca de Él en la cruz. Entonces, nuestro llamado a purificarnos es un llamado a sufrir con Jesús en la Cruz, y de esa forma estamos lo más cerca a Él que nos sea posible.
El sufrimiento es un misterio y un don
Entonces el sufrimiento es un misterio pero también un don. Y por eso el Beato Juan Pablo el Grande siempre decía desde su ventana, hasta el momento en el que ya no pudo hablar públicamente, “agradezco a Dios por mi sufrimiento”.
Y allí es donde nos lleva el camino de la santidad. El camino de la santidad nos lleva al punto en el que, por la gracia de Dios, no por algo nuestro, somos capaces de agradecerle a Dios por nuestros sufrimiento, en vez de quejarnos por ellos, en vez de preguntar “¿Por qué yo?” Es mejor preguntar “¿por qué yo no?” Para el Señor es preguntarnos “¿por qué te niegas a ti mismo esta oportunidad de estar cerca a mi Hijo, que te purifica a través del sufrimiento?”
Si el sufrimiento no está en nuestras vidas, perdemos la oportunidad de compartir en la vida de Jesús. Y todo lo que necesitamos para ser como Jesús es sufrir cómo y con Él: de modo que purifique y que Le permita ser nuestro Sumo Sacerdote.
La Iglesia también pasará un tiempo de sufrimiento
Y el Evangelio del fin de semana pasada dice que de este modo, Simeón le dice a María que su Hijo será “un signo de contradicción y una espada te atravesará”. Y recuerden que María es el modelo de la Iglesia y la Madre de la Iglesia. Entonces Simeón está diciendo esto a la misma Iglesia y está anunciando para la Iglesia que también está llamada a sufrir, para tener nuestros corazones atravesados, al ser un signo de contradicción como Jesús y con Jesús.
Sin duda allí es donde estamos ahora. La Iglesia está realmente llamada a sufrir al ser un signo de contradicción, al defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural, al defender el matrimonio como una unión para siempre entre el esposo y la esposa con apertura a los niños. Somos un signo de contradicción al defender nuestra libertad religiosa y los derechos de los padres y de la familia.
Conocido también como el día de la Candelaria
La fiesta de la presentación y de la purificación se conoce también como el “Día de la Candelaria”, un día en el que las velas para el año son tradicionalmente bendecidas.
De este modo, también es una especie de “fiesta de la luz”. Esto es apropiado, por supuesto, porque la forma en la que nosotros (con María y como María) presentemos un signo de contradicción al mundo es como proporcionar una luz purificadora al mundo.
La fiesta del domingo pasado nos dice exactamente quiénes somos como Iglesia y lo que podemos esperar. Queremos ser santos, queremos ser como María, pero para hacer eso debemos ser purificados y el costo de la purificación es un sufrimiento en serio, que nos acerca lo más posible a Jesús. Esa es la historia de esta hermosa fiesta.
Gracias por tomarse el tiempo para leer esto. Que Dios siga bendiciendo a todos y cada uno de ustedes. ¡Alabado sea Jesucristo!