Hemos comenzado la Cuaresma y deseamos que tengan un bendecido tiempo de oración, penitencia, y ofrenda — siendo estos tres pilares unos fundamentales para crecer en la vida cristiana con Cristo y con los demás.
En la oración, nos damos humildemente a la voluntad de la Trinidad creando y fortaleciendo nuestra relación íntima con Dios.
En la penitencia, mediante pequeños sacrificios terrenales, nos unimos al sacrificio de Jesús en la cruz vaciándonos de lo que nos tienta y llenándonos del amor de Dios.
Y en la ofrenda, nos sensibilizamos al confiar que a Dios le pertenece todo y todo a Él regresa.
Nuestras ofrendas a nuestra parroquia, diócesis, organizaciones caritativas, familiares o amigos en necesidad, son el mayor regalo de despego y este regalo nos enseña a confiar en el Señor y dar sin egoísmo.
Así que vivamos al máximo esta época cuaresmal de despego terrenal, unidad a Cristo, y una relación íntima con Dios.
Serie Cuaresmal
Para nuestra serie cuaresmal de este año comenzamos una trayectoria de conversión desde reconocer nuestra identidad y realidad humana hasta reconocer cual es nuestro llamado y nuestra respuesta a Cristo, quien sacrificó Su vida por amor a nosotros y por nuestra salvación.
Nuevamente, es del arrepentimiento al perdón al llamado evangelizador, que nosotros recorremos una jornada cristiana la cual es vivida a través de los sacramentos, fortalecida en la oración y el sacrificio, y manifestada en las relaciones hacia los demás.
Cuando experimentamos este caminar una y otra vez, de la misma manera experimentamos una conversión al cristianismo, a la Iglesia y hacia la vida en santidad.
En esta primera parte nos enfocamos en nuestra realidad e identidad humana, comenzando con la creación.
Nuestra realidad humana
En el principio, Dios, quien es puro amor, por amor a nosotros creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza.
Le dio al hombre y a la mujer todo lo que es bueno, agradable, hermoso, y real (verdadero).
Al crearnos, Dios no solo es capaz de amarnos, pero de compartir su amor a través de nosotros, quienes somos sus creaturas y sus hijos e hijas.
Por lo tanto, como seres creados del amor, por amor, y para amar, en nuestra realidad humana experimentamos un deseo inexplicable de amar y ser amados. ¡Qué maravilloso regalo!
Cuando pensamos en nuestra humanidad e identidad debemos recordar estos dos fundamentos: 1) somos hijos e hijas de Dios creados por Dios, y 2) Dios nos ama y por eso nos ha creado.
Si cada día de nuestras vidas reconociéramos estas verdades, todo sería un poco más fácil.
Pero sabemos que nuestra realidad humana está afectada por el mal y el pecado que entró a este mundo a través del pecado original de Adán y Eva.
Este mal y pecado afecta nuestra capacidad de reconocer el amor de Dios y reconocer nuestra identidad como hijos e hijas de Dios.
Es como cuando una persona ha bebido demasiado y no puede tomar decisiones sabias y razonables.
La bebida afecta su capacidad de ver la realidad.
De la misma manera el mal y el pecado opacan nuestra visibilidad de ver la verdad, la hermosura, y la bondad con la cual Dios nos ha creado y ha creado en nosotros.
La historia continua y sabemos que Dios envía a su hijo único, Jesús, a salvarnos, y a recordarnos quienes somos.
Es en la persona de Jesús que nuestra realidad toma un sentido más profundo, donde todo se crea de nuevo, aclarando la confusión que el mal y el pecado habían creado y siguen creando.
En las próximas dos partes de esta serie cuaresmal tendremos un encuentro con Jesús y veremos la necesidad del arrepintiendo y el perdón. Pero por ahora reflexionemos en qué significa para nosotros el que seamos hijos e hijas de Dios, creados por Él por amor.
Para reflexiones, y recursos para esta cuaresma e información de eventos diocesanos y parroquiales, visite la página de Ministerio Hispano: madisondiocese.org/ministerio-hispano o síganos en Facebook “Oficina de Ministerio Hispano-Diócesis de Madison”.