Cada Miércoles de Ceniza, millones de católicos van a Misa y reciben cenizas sobre sus cabezas, mientras escuchan al sacerdote decir: “Polvo eres y al polvo volverás”. El poder de esta acción litúrgica nos impresiona con la brevedad y fragilidad de esta vida, en nuestro camino hacia la Casa del Padre en el Reino de los Cielos. Sin Dios, no somos nada, sino polvo y ceniza. ¡Con Dios, somos sus hijos amados, redimidos por Cristo y llenos del Espíritu Santo! La Cuaresma es un tiempo para que nos alejemos de nuestros pecados y practiquemos nuestra fe con mayor generosidad y fervor.
Las tres prácticas tradicionales de la Cuaresma son la oración, el ayuno y la limosna. Todas estas acciones se mencionan tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento como formas sólidas de crecer en nuestro amor por el Señor y por los demás, para experimentar una verdadera conversión, un verdadero cambio espiritual. En la oración, nos comunicamos directamente con Dios. ¡Qué increíble posibilidad! ¡Realmente puedo hablar y comunicarme con Dios, quien hizo todas las cosas y es más grande que el universo! Por su parte, se interesa vivamente por mí, amándome como a su hijo amado, profundamente interesado en las alegrías y los problemas, los detalles y los anhelos de mi vida. Animo a todos en esta Cuaresma y para siempre a rezar al menos 15 minutos al día. Usa las Escrituras. Comience con el Evangelio de Marcos; es el relato más sencillo y breve de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Lea sólo un párrafo o una parábola o una historia. Léalo de nuevo. Pídale al Espíritu Santo que te ayude a orar sobre el texto. ¿Qué palabra, frase o imagen te llama la atención? Ore por ese aspecto particular como el mensaje de Dios para usted hoy. ¿Qué acción te llama el Señor a tomar, a la luz de esto?
El ayuno es una forma poderosa de vaciarnos, para que Dios pueda llenarnos. Siempre dejo el café y los bocadillos/meriendas durante la Cuaresma. ¿A Dios le importa si paso cuarenta días sin cafeína? Él ciertamente está complacido por mi intento de servirle, pero el ayuno me ayuda. Estar sin comida, bebida o algún placer nos recuerda que solo Dios puede llenar el vacío en nuestros corazones, y que cuando tengo la tentación de recurrir a algo terrenal para satisfacer mis antojos, recuerdo que solo Dios puede sanarme y llenarme. Hasta que sepa que solo el amor de Cristo puede salvarme, sanarme y bendecirme, siempre estaré buscando alguna posesión, relación, logro o experiencia que me haga completo. Solo Dios puede hacer eso, y el ayuno me recuerda poderosamente esa verdad fundamental.
La limosna es cualquier acción que emprendemos para servir y amar a nuestro prójimo. Dar dinero, tiempo, amor y servicio para ayudar a los pobres, necesitados y a los que sufren nos ayuda a cumplir la segunda parte del Gran Mandamiento de amar al prójimo. Cada vez que nos acercamos a un alma herida y lastimada con amor y compasión, Dios nos está usando para desatar el poder salvador de Jesucristo, crucificado y resucitado. El gran secreto de los santos fue su capacidad espiritual para ver literalmente a Cristo en los pobres y los que sufren. La limosna nos pone en solidaridad con toda la humanidad quebrantada y crucificada por la indiferencia, el egoísmo y la codicia del hombre, abriéndonos al amor compasivo de Jesús.
¡Haz de esta la mejor Cuaresma de todos los tiempos! Haga resoluciones que sean desafiantes pero factibles. No se desanime cuando falle o no lo haga perfecto. Sigue perseverando y esforzándote, confiando en que el Señor te anima y se complace en tu sincero esfuerzo por agradarle. ¡Sepa de mi amor y oraciones, mientras emprendemos una vez más este viaje a la Casa del Padre y la Tierra Prometida!