“Recuerden las palabras del Señor Jesús: ‘Hay mayor felicidad en dar que en recibir’” afirma San Pablo en el Libro de los Hechos de los Apóstoles (He 20, 35). La Limosna (del griego eleimosýni que significa “misericordia”), es uno de los tres pilares de la práctica cuaresmal. Definida en nuestro Catecismo de la Iglesia Católica como “un testimonio de caridad fraterna” y “una obra de justicia agradable a Dios” (CIC # 2462), nuestra Madre Iglesia nos solicita, a través de este pilar (La Limosna), que durante los cuarenta días de cada Cuaresma tornemos nuestras miradas hacia el vulnerable, el desamparado, el necesitado para que en un noble gesto de renuncia personal a los bienes materiales que poseemos, tengamos la sabiduría y el amor de compartirlos desprendidamente con ellos.
Atender este llamado de compartir, de dar sin recibir, de entregar libremente y de todo corazón, sin reservas ni condiciones, a ese Cristo sufriente presente en nuestros hermanos más necesitados, como lo hizo el “buen samaritano”, no solamente traerá bienestar y alegría al destinatario de esta acción de caridad, sino que sorprendentemente nos ayudará gradualmente a liberamos de la esclavitud de las cosas materiales que poseemos. Será un maravilloso acto de liberación. Nos desataremos de ese fuerte magneto al que nos atrae, y hasta nos empuja, este mundo secular materialista que nos aleja de lo trascendente. Al desprendernos de ese ser que llevamos por dentro que está apegado a las pertenencias, estaremos fertilizando el camino que nos llevará a la ansiada victoria que implica LA LIBERTAD DEL SERVICIO POR AMOR. Renunciar al largo y ancho pasillo de las posesiones, para luego entrar por la puerta angosta de las donaciones sin reservas; nos traerá como consecuencia esa FELICIDAD a la que se refiere Nuestro Señor Jesús y cuyo testigo fue San Pablo.
Atendiendo esta invitación de Nuestra Madre Iglesia, hagamos de esta Cuaresma 2022 el segmento de tiempo propicio para transformar nuestra vida interior en una fructífera cosecha que sea el producto del cultivo del espíritu de generosidad. Un espíritu de generosidad que nos permita la libertad de vivir en comunión con nuestras olvidadas familias en Cristo que están situadas en las márgenes de un mundo cuya marca principal es el sello de la indiferencia, de la violencia, del egoísmo y del pesimismo. ESTE ES UN MOMENTO OPORTUNO PARA LA ACCIÓN CARITATIVA.
Y sí más allá de esta Cuaresma, hacemos de La Limosna “un estilo de vida” como lo dijo hace unos años Su Santidad Papa Francisco, sin duda que cuando “el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles” (Mt 20, 31) nos va a decir: “Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.” (Mt 20, 34-36).
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Este artículo ha sido escrito por Edgar Martínez, miembro de la Parroquia Santo Tomás de Aquino en Madison. Edgar se encuentra en formación del diaconado permanente para la diócesis de Madison y es miembro del Consejo Pastoral Diocesano y del Consejo Asesor de Ministerio Hispano para la diócesis.