Nací en un hogar católico y me educaron en escuelas católicas, “católico por tradición.” y cuando niño, como no amar la iglesia católica, me regalaban las épocas del año que más amaba: La Navidad llena de regalos y familia, y la semana Santa, una semana de vacaciones y descanso de la escuela, ¡wow! – los católicos si sabían cómo tenían que ser las cosas; pero que lejos estaba yo de entender la realidad de lo que significaba ser católico.
En la adolescencia y adultez joven, me alejé de la iglesia de una manera increíble, pero por las oraciones de mi santa madre y por el inmenso Amor y Misericordia de mi Señor, regresé a la Iglesia. Hoy quiero compartirles lo que aprendí sobre el Triduo Pascua cuando empecé a caminar el camino del “católico por convicción”.
“Triduo Pascual” ¿Qué frasecita tan extraña? ¿Eso con qué se come? Para mí sonaba como algo de tres, pero la iglesia lo celebraba de jueves a domingo ¿4 días? Pronto descubrí que no es una celebración de días sino de acontecimientos muy importantes — de vida o muerte para los católicos.
El Jueves Santo, en las horas de la tarde, se da inicio al triduo pascual con la Misa de la institución de la Santa Eucaristía, el mandamiento de amor y la institución de la Orden Sacerdotal. Mi Señor, mi Dios se ofrece para mí como pan de vida y sangre de salvación. También recordamos el lavatorio de los pies donde se nos da una gran lección de amor y humildad. Yo nunca me había detenido en los detalles y la profundidad de los acontecimientos de este día, ¿y tú? Dios se hace pan para mí y se hace servidumbre por mí ¿y yo qué hago por los demás? Que gran golpe recibí. ¿Sería yo capaz de amar así?
Después me encontré con el viernes Santo — cuando no celebra Misa, solo una liturgia de la palabra y recibimos comunión consagrada del día anterior. Ese día encontramos el altar desnudo, sin mantel, sin flores, sin adornos y sin la presencia de Jesús ¿Qué pasó? Nuestro Señor ha muerto, de una manera muy humillante. ¿Pero qué? ¿Qué necesidad tenía de morir así el Señor? Yo no lo entendía y, como Pedro, no quería que esto pasara. Entendí que el besar y adorar la Cruz es honrar el misterio de salvación donde Cristo vence a la muerte y me da la vida. Ahora empezaba a preguntarme como había sido capaz de alejarme de la Iglesia Católica.
Luego descubro el tercer acontecimiento del triduo, la resurrección de nuestro Señor Jesucristo que empieza con la Vigilia Pascual del Sábado de Gloria en la noche y la Resurrección el Domingo de Pascua. La Iglesia nos invita a vivir una vigilia, con muchos signos como el fuego y las aguas bautismales y la iniciación de nuevos católicos. Existe una tradición judía donde en algún momento de la vigilia el menor de la familia pregunta: ¿Por qué esta noche es diferente a todas las otras noches? ¿Por qué no van a la cama pronto? ¿Por qué ayunaron?, y se le explica del Génesis hasta Moisés a los niños. ¿Seremos capaces de responder esas preguntas a nuestros hijos? Cristo verdaderamente ha resucitado y nos deja el camino listo para nuestra resurrección. Como dice san Pablo: “Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe”, pero ¡Cristo ha resucitado!
Todo esto me enseñó el Señor sobre el Triduo Pascual. Que no son tres celebraciones sino una sola celebración en tres momentos distintos. Espero que vivamos esta pascua, como ninguna otra y que, aunque puede ser la última en nuestra vida, la vivamos como la primera.
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Este artículo ha sido escrito por John Rojas, miembro parroquial de la Sagrada Familia en Marshall. John fue parte crucial del proceso del V Encuentro, es el presidente del Consejo Asesor Diocesano de Ministerio Hispano y es parte del Comité de Evangelización Hispano.