Queridos amigos:
Mientras pasamos de Semana Santa a la Pascua, una de las cosas más saltantes que encontramos es un alarmante oximorón, una contradicción aparente, en términos de la muerte de Jesús en la Cruz tan desagradable como tortuosa, y sin embargo hermosa.
Es uno de los misterios más tremendos de nuestra fe: la terrible fealdad y la tortuosidad, detrás de las cuales está escondida la más hermosa Verdad en toda la historia humana.
La Semana Santa mantiene la yuxtaposición de estas dos realidades. Nuestras liturgias de Semana Santa se inician con la belleza del Domingo de Ramos, con la procesión de Jesús en Jerusalén.
La entrada de Jesús en Jerusalén
Mientras Jesús entraba en la ciudad, la gente expresaba su indecible alegría de que sus esperanzas mesiánicas fueran cumplidas por Él. Jesús entró a Jerusalén como el Mesías al que los judíos esperaban –y de hecho, de ese se trataba toda su fe– y por ello su alegría se expresaba así mientras ondeaban sus palmas y sus ramas de olivo y clamaban “¡Hosanna!” Ese tipo de belleza es el tipo de belleza que debemos experimentar en cada Misa a la que asistamos. Y es bello.
Ahora, algunos de los mismos que estuvieron aclamando al Mesías el domingo, solo cinco días después gritaban: “¡crucifícalo, crucifícalo!” Y escuchamos, en la hermosa Pasión de San Lucas, lo horrible y tortuoso que fue la crucifixión de Jesús. De hecho es una imagen del momento más bajo y más feo de la historia humana, ya que crucificamos al más inocente de entre nosotros.
Pero la misma crucifixión, con toda su fealdad como instrumento de tortura, se vuelve hermosa cuando escuchamos, al final de la lectura de la Pasión: “hoy estarás conmigo en el Paraíso”, mientras Jesús explica, en un gesto, por qué la tortura y la fealdad de la Cruz es hermosa para los ojos de la fe.
Ver la belleza en la crucifixión
Lo tortuoso y lo feo de la Cruz es hermoso para los ojos de la fe, porque de allí fluye la misericordia, y la misericordia es hermosa: tal vez la más hermosa verdad sobre nuestra salvación. Pero sí hace falta el ojo entrenado por la fe para mirar detrás del velo de fealdad y tortura, el velo que ha sido partido en dos, para que la belleza de la misericordia y la gloria de la misericordia puedan revelarse a sí mismas a nosotros.
Por esta razón, en la época más importante del año, la belleza es tan importante en la vida de cada uno de los cristianos. Hace falta un entrenado ojo de la fe para mirar detrás del velo de la Cruz y ver la belleza y la gloria de Dios revelados.
Y eso es lo que hacemos en toda liturgia, pero específicamente en la Vigilia Pascual, con hermosa música, con símbolos hermosos, con vestiduras bellas, con campanas e incienso. Todos son signos de la gloria y la belleza de la Cruz que, para el ojo entrenado por la fe, regalan el misterioso encuentro de la gloria plena de Dios, en su don misericordioso de la Misa.
Entre la fiel consideración de la belleza y la misericordia y la fealdad de la cruz – nuestros ojos están fijos en estos sagrados misterios – al mismo tiempo, los ojos de nuestro país se vuelcan hacia la Corte Suprema de Estados Unidos que pone a consideración el “matrimonio del mismo sexo” durante Semana Santa.
El matrimonio es una “escuela de misericordia”
Dios, en su plan eterno, nos dio una “escuela de misericordia”, una “escuela de belleza” para entrenar al ojo de la fe de todo joven. Esa escuela de misericordia y belleza es la familia: un esposo, una esposa, para siempre, con apertura a la vida.
Por el don íntegro y sacrificial de un hombre y una mujer, expresado por la efusión de sus mismas vidas en la co-creación con Dios de sus hijos, y la promesa de ambos de mantenerse fieles uno al otro hasta la muerte, el padre y la madre crean (con Dios) una escuela de amor sacrificial, que es misericordia para nosotros. Los hijos tienen el derecho a un padre y una madre (y a aprender incluso “mamá” y “papá” como sus primeras palabras).
Las ideas, incluso las mismas palabras de “madre” y “padre”, son esenciales para el entendimiento de los niños para el resto de la vida. Así es como el Creador creó a la humanidad para continuar y crecer, y es una “escuela” que Dios ha bendecido al hacerla Su hogar, y al elevarla al nivel de Sacramento: un signo de Su presencia.
Los niños tienen derecho a un padre y una madre
Los niños pequeños tiene derecho a una madre y un padre, dados por la misma ley de la naturaleza. ¿Por qué sus derechos se pierden tan fácilmente de vista en nombre de otros “derechos” que no pueden ser realmente derechos? ¿Por qué los derechos de los niños por nacer de acuerdo a la voluntad de Dios (o que ya han nacido) son completamente ignorados, en el nombre de “derechos” de otros individuos que actúan de acuerdo a como se sienten?
Fue una gran alegría para mí (y he tenido muchas grandes alegrías con el papado del Papa Francisco, a quien por error y con frecuencia ya llamo “San Francisco”) escucharlo repetir, casi palabra por palabra, el corazón de la enseñanza del Papa Benedicto XVI sobre el hecho de que vivimos en la “dictadura del relativismo” y que la única forma de salir de esta opresión de esta dictadura es que toda la gente de buena voluntad conozca y acepte la verdad sobre la naturaleza de la persona humana: la ley natural.
Con el magisterio del Papa Benedicto, tenemos una continuidad muy clara y fuerte en el magisterio del Papa Francisco. Y gracias a Dios en el Papa Francisco se puede confiar mucho, mucho, respecto a la defensa de la sacralidad del matrimonio y su verdadera definición.
Entonces, si nos importa que el mensaje de la Cruz y la Resurrección sean conocidos, principalmente el mensaje de misericordia, entonces tenemos que trabajar duro para defender la escuela de misericordia, la auténtica y verdadera familia. Sin esa escuela de misericordia, los países y las culturas se volverán incluso más inmisericordes de lo que ya son.
Encuestas actuales de opinión
Las encuestadoras afirman que una marcada mayoría de jóvenes favorecen el “matrimonio del mismo sexo” o, como dicen, “el matrimonio igualitario”. Redefinir el matrimonio no significa igualdad en el matrimonio. El matrimonio –que debe involucrar a un hombre, una mujer, que sea para siempre, con apertura a los hijos– es entendido igualitariamente para permitir el derecho de cualquier hombre a casarse con una mujer y de una mujer a casarse con un hombre, si lo eligen.
Redefinir el matrimonio es muy distinto a la “igualdad en el matrimonio”; significa redefinir el matrimonio, algo sobre lo cual no tenemos derecho a redefinir. Y así el juego de palabras se sigue jugando y seguimos perdiendo.
Me parece difícil de creer que una marcada mayoría favorezca el matrimonio del mismo sexo, ya que en mi experiencia no puedo creer que eso sea verdad. Sin embargo, no hay duda de que muchos, muchos jóvenes, incluyendo muchos católicos, sí apoyan esta redefinición.
Proteger el verdadero y auténtico matrimonio
Y así, esta semana mientras celebramos la misericordia en todos sus momentos y en todas sus dimensiones, día a día, recemos mucho para que nuestro país y nuestra cultura avancen de la actual dirección hacia el proyecto de protección del verdadero y auténtico matrimonio, dado por Dios y modelado por la Sagrada Familia, como escuela de auténtica misericordia, para que el mensaje de la misericordia de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se convierta en algo cada vez más fuertemente presente en el mundo.
La reivindicación de la misericordia de Dios y el irresistible poder de la misericordia se han ganado con el horror de la Cruz, revelando a la belleza misma, la belleza de la Resurrección, que no es el trabajo de otro que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Gracias por leer esto. Todas las bendiciones de esperanza y alegría para ustedes en esta Pascua. ¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado! ¡Aleluya!