San Juan Pablo II fue el Papa que promovió y popularizó la frase: La “Nueva Evangelización”.
Al introducir el concepto de la Nueva Evangelización, el conferencista polaco destacó que se trata de una proclamación del Evangelio con “nuevo ardor, métodos y expresión”.
Esta noción, plenamente adoptada por el Papa Benedicto XVI, y ahora ampliada por el Papa Francisco para enfatizar la alegría, debería ser una guía para nuestros esfuerzos evangélicos y nuestro trabajo apostólico personal.
El enfoque principal de la Nueva Evangelización llama a todos los católicos a ser evangelizados y luego salir a evangelizar a otros.
De manera especial, la Nueva Evangelización se centra en “volver a proponer” el Evangelio a quienes han experimentado una crisis de fe o que nunca han considerado seriamente o incluso encontrado el mensaje salvador de Cristo Jesús.
Para provocar tal reimaginación de cómo podríamos acoger este urgente llamado a la acción para nuestros tiempos, el Papa Juan Pablo II durante sus 26 años de pontificado canonizó a 482 nuevos santos, que incluyeron varios grupos de mártires. Durante su mando de casi ocho años, el Papa Benedicto XVI declaró santos a otros 45.
Y hasta la fecha, el Papa Francisco ha elevado al altar a 926 nuevos santos, que incluyen a los 813 Mártires de Otranto como grupo.
Si bien reconocen su santidad única, estos hombres y mujeres santos tienen la intención de ser una inspiración para nosotros en el sentido de que la santidad es realmente posible, y deben servir como modelos a seguir para el discipulado misionero.
Cada uno de ellos da testimonio de cómo podemos vivir verdaderamente el compromiso bautismal dando testimonio vivo de la fe dentro de nuestras propias circunstancias utilizando los dones especiales y los carismas personales que hemos recibido.
En una pequeña muestra de santos canonizados de los últimos tres pontificados, encontramos los siguientes:
Ardor
Santa Faustina, que promovió la infinita misericordia de Dios a través de la devoción a la Divina Misericordia;
San Padre Pío, que alentó la confesión sacramental y abrazó los sufrimientos de Jesús al revivir la Pasión;
Santa Juana Jugan, religiosa francesa y fundadora de las Hermanitas de los Pobres para servir a los ancianos pobres más necesitados en todo el mundo;
Los Mártires de Damasco, que son 11 santos católicos asesinados mientras rezaban dentro de una iglesia franciscana durante el conflicto civil de 1860 en el Monte Líbano y Damasco.
San Maximiliano Kolbe, franciscano polaco y misionero que evangelizó utilizando los medios de comunicación y mediante la promoción de la consagración mariana;
Santa Teresa de Calcuta, que fundó las Misioneras de la Caridad en todo el mundo, una congregación religiosa dedicada a servir a “los más pobres de los pobres” mediante la creación de comedores populares,
dispensarios, clínicas móviles, orfanatos, y programas de catequesis;
San John Henry Newman, sacerdote anglicano que tuvo un gran impacto evangélico como teólogo, académico, filósofo, historiador, escritor y poeta;
San Charles De Foucauld, soldado, explorador, católico convertido, sacerdote, ermitaño y hermano religioso que sirvió entre el pueblo tuareg, un grupo étnico nómada de Argelia, y dijo que simplemente quería dar testimonio de Cristo viviendo entre “los más alejados, los más abandonados”.
Expresión
San Josemaría Escrivá, que promovió la santidad entre los laicos al embarcar la propia vocación como “obra de Dios”;
Santa Gianna Beretta Molla, médica italiana, que preservó voluntariamente la vida de su hija no nacida sacrificando la suya;
Santos Luis Martín y Azélie-Marie “Zélie” Guérin, un matrimonio francés y padres de cinco monjas, entre ellas Teresa de Lisieux, para destacar la vocación matrimonial;
San Giovanni Battista Scalabrini, misionero italiano que sirvió como obispo y fue el fundador de los Misioneros de San Carlos y de las Hermanas Misioneras de San Carlos;
San André Bessette, un hermano laico de la Santa Cruz, a quien se le atribuyen miles de sanaciones asociadas con su piadosa devoción a San José.
Todos estos ejemplos demuestran que la santidad es posible si acogemos la gracia que se nos da según nuestro estado de vida y buscamos la apertura a las inspiraciones del Espíritu Santo.
Sus vidas santas dan testimonio de la profunda verdad contenida en la famosa cita del novelista católico francés Leon Bloy: “La única verdadera tristeza, el único verdadero fracaso, la única gran tragedia en la vida, es no llegar a ser santo”.
¿Será tu vida una vida de alegría o de tristeza?
Michael D. Wick es del director de Misión para la Diócesis de Madison.