Como si no pasara el tiempo, ya hemos llegado al tiempo litúrgico de la Cuaresma de nuestra Iglesia. Esta época, mayormente centrada en el sufrimiento de Cristo, en Sus tentaciones, sacrificios y enseñanzas, nos demuestra una manera diferente de vivir personalmente y comunalmente. También, esta es una época que a veces nos anima y otras veces nos reta a hacer cambios en nuestros hábitos mundanos y espirituales con el fin de acércanos a las cosas del cielo y con el propósito de unificar nuestra voluntad con la de Cristo. Esto lo hacemos mediante las penitencias, las ofrendas, el ayuno, la abstinencia, la oración, y de otras maneras. En este tiempo la Iglesia nos invita a crear hábitos personales de santidad (que se pueden mantener ocultos entre nosotros y Cristo) y otros hábitos comunales que toda la Iglesia, como parte del cuerpo de Cristo, practica visiblemente como lo es la abstinencia los viernes o el ayuno el miércoles de ceniza y el viernes santo.
Durante estos días de cuaresma tomemos la oportunidad de usar estas ofrendas y sacrificios para santificar a la familia y al hogar. Pensemos, ¿qué puedo hacer yo hoy y durante esta cuaresma para servirle a mi marido, a mi mujer, a mis hijos, con la intención de santificar el hogar?
La santidad y la cuaresma
Recientemente estuve leyendo una reflexión de una monja pasionista, la Venerable Maria Magdalena de Jesús en la Eucaristía, C.P., quien identifica la santidad como el vivir las cosas pequeñas de la vida. Ella comparte que la santidad es “mal interpretada y sólo lo extraordinario despierta el interés”. En adición, la Venerable comparte que si fuera por ella “borraría todo lo extraordinario de la vida de los santos, confiando que al hacerlo la santidad [de los santos] no desaparecería”. Es mediante la sencillez de la vida cotidiana, el vivir la voluntad de Dios con obediencia, que podemos alcanzar la santidad. En lugar de buscar grandes y profundas transformaciones, con tan solo abrazar o aceptar con obediencia “este camino de fidelidad a [nuestras] obligaciones” podemos ser transformados y santificados.
¿Cómo se ve esto en el hogar? Debemos primeramente regresar a los hábitos de santidad o los hábitos del discipulado que nuestro Obispo Hying nos anima a vivir individualmente: 1) la oración diaria de al menos unos quince minutos de oración con las escrituras, las devociones, o en silencio y en unión con Cristo; 2) la confesión mensual con un examen de consciencia honesto y claro; 3) la penitencia los viernes con no tan solo la abstinencia de la carne, pero también otros tipos de abstinencia que unifican nuestro sufrimiento al de Cristo y unifican nuestra voluntad a la de Él; y 4) la Misa dominical, dándole cada domingo al Señor en la Misa y separando este día para la fe, la familia y el descanso.
Hábitos en el hogar
Una vez estamos atentos a estos hábitos de santidad podemos implementar hábitos de servicio en el hogar que afectan positivamente a la familia. Los hábitos en el hogar no tienen que ser “extraordinarios”, pero deben ser abiertos a la voluntad de Dios, es el nosotros ser obedientes a las responsabilidades u obligaciones que nos trae el día a día. Por ejemplo, el practicar el control de sí mismo al usar el celular. Si el uso del teléfono (ver la pantalla día y noche) destruye la unión y la paz entre los padres y los hijos, o entre el esposo y la esposa, dejémoslo a un lado para ofrecer nuestra presencia a los que se encuentran a nuestro alrededor, dándoles la dignidad que se merecen como hijos e hijas de Dios.
Si como familia no estamos orando diariamente, podemos practicar un hábito de oración familiar cada noche tomando unos cinco minutos para darle gracias al Señor por las bendiciones regaladas ese día y pedir por el bienestar de todos al día siguiente. Si como familia apenas estamos presentes el uno al uno, podemos buscar momentos en el día para compartir juntos ya sea durante la cena, el desayuno o durante el fin de semana. Saliendo a compartir fuera de la casa o tomando unos minutos para jugar juntos entre pareja o con los hijos.
A veces no hemos creado hábitos de servicio los cuales son tan importantes para despejarse de uno mismo y de sus propios deseos para desbordase caritativamente hacia las personas que Dios ha colocado en nuestra vida. Los hábitos de servicio en el hogar, nuevamente no deben ser actos extraordinarios, sino actos obvios de los cuales somos ya responsables. Es lavar y doblar la ropa para que tu esposo no lo tenga que hacer por la sexta vez corrido; es preparar la cena y luego lavar todos los platos por una semana para que tu esposa tome un descanso; es darle cinco o diez minutos de atención ininterrumpida e individual a cada hijo(a) para que crezca el amor y la confianza en el hogar.
¿Cómo santificaremos el hogar esta cuaresma?
Regresando a la pregunta al inicio del artículo, ¿qué puedo hacer yo hoy y durante esta cuaresma para servirle a mi marido, a mi esposa, a mis hijos, con la intención de santificar el hogar? ¿El Señor me está llamando a la oración personal o en la familia, o al servicio en el hogar en el diario cotidiano, o a despegarme más de lo mundano como el televisor, el celular, el tiempo excesivo con los amigos(as)? Tomemos un tiempo para realmente evaluar nuestra realidad familiar y crear un plan cuaresmal para santificar nuestro hogar.