Como amante de la historia, siempre he admirado a James Madison, el cuarto presidente, el Padre de la Constitución y homónimo de nuestra querida ciudad.
Su casa histórica en la zona rural de Virginia, Montpelier, fue recientemente restaurada para recuperar su aspecto e integridad originales.
Con el tiempo, la familia DuPont compró Montpelier, construyó alas a cada lado y reformuló fundamentalmente su diseño interior.
Tuve la oportunidad de recorrer la casa, tanto durante su restauración como una vez finalizado el proyecto.
Todo me pareció muy fascinante: El minucioso estudio para determinar el aspecto original de la casa, la cuidadosa deconstrucción de las innovaciones y el profundo deseo de ayudar a los visitantes a experimentar la historia como una realidad viva.
Reflexiones en las lecturas
Las lecturas de este domingo tienen que ver con la restauración. En la Primera Lectura de Crónicas, escuchamos cómo los líderes y el pueblo de Israel abandonaron la Sagrada Alianza con el Señor, practicando malvadas abominaciones de idolatría.
Como resultado, los babilonios invaden Israel, destruyen el Templo y esclavizan al pueblo judío en Persia.
Con el tiempo, un nuevo rey de Persia, Ciro, libera a los israelitas y los envía a casa con ayuda material para reconstruir el templo en Jerusalén.
Este segundo Templo era el que existía en la época de Jesús. Esta narrativa es una que vemos a lo largo de las Escrituras; la tragedia del pecado, la muerte y la destrucción causada por el rechazo de Dios.
Tanto en la Segunda Lectura de Efesios (2:4-10) como en el Evangelio de Juan (3:14-21), escuchamos cómo nuestro Padre misericordioso envió a Su Hijo, Jesucristo, para rescatarnos del pecado y de la muerte, para restaurarnos a nuestra dignidad como hijos amados de Dios.
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16)
Este versículo, una proclamación fundamental del kerigma, el mensaje esencial del Evangelio, es a menudo visible en carteles y letreros en eventos deportivos como una forma de dar testimonio del mensaje cristiano.
Cuando lo piensas, nuestra fe católica tiene que ver con la restauración: Dios quiere perdonar nuestros pecados, sanar nuestras heridas y hablarnos de su amor, para que podamos vivir como sus amados hijos e hijas, lavados en el bautismo, ungidos en el Espíritu Santo y nutridos con la Eucaristía.
Piense en el hijo pródigo, regresando a casa, demacrado, sin dinero, sucio, cansado y solo.
El Padre lo abraza, lo vistió con ropas finas, con un anillo en el dedo y sandalias en los pies, ofreciéndole un extravagante banquete de regreso a casa.
Así es como se ve la restauración espiritual: Saber que somos amados, liberados y perdonados, comprometidos para la vida eterna, sumergidos en la vida salvadora de la Santísima Trinidad.
Al igual que los historiadores que restauraron Montpelier y los arquitectos que reconstruyeron el Templo, también nosotros debemos estudiar las Escrituras y el Catecismo para comprender mejor el plan y el propósito de Dios para nosotros.
¿De qué otra manera podemos saber quiénes estamos destinados a ser? ¿De qué otra manera podemos siquiera llegar a la casa del Padre?
Esta Cuaresma, a través de nuestras prácticas de oración, limosna, ayuno, penitencia y arrepentimiento, estamos dando espacio, tiempo y oportunidad para dejar que el Señor se lleve dentro de nosotros todo lo que no es de Él.
¡Él quiere reconstruir los pedazos rotos de nuestras vidas que el pecado ha destrozado, para que podamos ser verdaderamente Su obra maestra!
La misión de la Iglesia es evangelizar, compartir con todos los que conocemos, la sorprendente Buena Nueva del Evangelio, tal como la escuchamos en las lecturas de este domingo.
Hacemos esto más profundamente viviendo la fe nosotros mismos, porque una vez que experimentamos a Jesús en su poder salvador y su amor transformador, queremos que todos los demás reciban la promesa de vida eterna que nosotros mismos hemos recibido.
Los rescatados quieren rescatar a otros, los que han sido curados quieren sanar a otros, los que han sido perdonados quieren perdonar a otros.
Continuando la evangelización
En el Rito de Elección, hace varias semanas, 240 catecúmenos y candidatos de nuestra diócesis se reunieron para prepararse formalmente para su recepción en la Iglesia Católica esta Pascua, muchos de ellos estudiantes universitarios de las parroquias de nuestro campus. Familias enteras, hispanos, jóvenes y mayores, todos con una historia de cómo familiares y amigos les habían sido testigos de Jesús de una manera tan poderosa, que tomaron la decisión de unirse a nosotros en la comunión de la Iglesia. Su alegría, emoción y lágrimas nos conmovieron a todos en la renovación de nuestro compromiso bautismal. Por favor oren por ellos.
Los invito a que continúen, yendo y haciendo discípulos, perseverando en el testimonio de la primacía de Cristo y Su santo Evangelio, para que cada persona en nuestra diócesis llegue a la salvación a través de la fe en Jesús y la membresía en Su Iglesia.
Tanto amó Dios al mundo que nos envía como testigos de la muerte y resurrección de Cristo, la cual nos sana y restaura como hijos amados en Su casa.