Queridos amigos,
Gracias a Dios y gracias a ustedes, mis hermanos sacerdotes, diáconos, a nuestras hermanas religiosas y a toda nuestra familia diocesana por su apoyo y oraciones durante estos días. Mi periodo de descanso por la arritmia cardiaca casi llega a su término. Espero con ansias ordenar a nuestros tres nuevos sacerdotes de la Sociedad de Jesucristo Sacerdote, para nuestra diócesis, este viernes. Con las ordenaciones, este día será de gran alegría para mí y, Dios mediante, le hará bien a mi corazón. Sin embargo, debo decir, estoy especialmente contento por estar de vuelta con esta ocasional forma de comunicación.
Espero que ustedes y sus familias hayan tenido tiempo para tener una buena oración y para recrearse juntos, incluso cuando en este julio inusual el clima nos ha planteado algunas dificultades. Dios los bendice a todos tan generosamente, que sería una vergüenza dejar que el clima nos desanime de alguna manera en el espíritu de Cristo. Este tiempo de reposo y recuperación ha sido difícil para mí –todavía me cuesta incluso sentarme– pero le doy gracias a Dios por recordarme, una vez más, que no soy indispensable y que ciertamente no soy de hierro; aunque algunos día me gustaría serlo. Le agradezco a Dios por la oportunidad de hacerme pensar en aquellos cuyas enfermedades o dificultades son más complicadas que la mía. Y le doy gracias a Dios por la cercanía al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; a nuestra Bendita Madre y San Rafael.
Me gustaría decirles una cuantas palabras, espero brevemente, sobre el asunto del día: la reforma sanitaria. Debemos ser conscientes de ciertos aspectos de la propuesta, que actualmente se trata en la Cámara de Representantes. En primer lugar, considero que todo estadounidense sabe que necesitamos una reforma sanitaria. La atención de salud básica es un derecho humano y todos los hombres, mujeres y niños en este país no deben estar sin ella: tenemos que recordar siempre que ciertas personas pueden pagar atención médica de calidad y que escogen no hacerlo. También tenemos que recordar que las personas sin atención médica no tienen opción cuando están enfermas o tienen algún problema, además de la sala de emergencias de un hospital; en donde el tratamiento resulta bastante caro para todos los involucrados, incluyendo ustedes y yo; los contribuyentes.
Al principio hubo una provisión en el proyecto de ley que actualmente se trata en la Cámara de Representantes, que ponía un tope a la deducción que uno podía hacer de sus impuestos, para caridad. Tantos de nosotros tratamos de hacer lo mejor para este tipo de aporte, de manera particular para nuestra Iglesia: agradezco aquí a todos los que han escogido participar en nuestro Annual Catholic Appeal (Convocatoria Anual Católica). Afortunadamente, esta propuesta fue rechazada rápidamente. Sabemos que algunos de nuestros principales benefactores, católicos y no católicos, que han sido bendecidos con riqueza económica, han disminuido su aporte debido a la posibilidad de la menor deducción de impuestos. Limitar eso ciertamente disminuiría el ingreso de muchas buenas organizaciones de caridad, incluyendo a nuestra Iglesia; y posiblemente nos haga más dependientes del gobierno. Pero incluso está provisión particular fue rechazada, lo que revela cierta mentalidad de algunos de nuestros representantes elegidos.
En segundo lugar, actualmente hay sobre la mesa una provisión que requeriría, en efecto, que todas las agencias que pagan seguro médico para sus empleados incluyan también la cobertura de abortos en el paquete de beneficios. Tal provisión podría tener un efecto devastador en los hospitales católicos. La provisión incluye un mandato para que aquellas agencias que pagan los beneficios de salud para sus empleados y que desean excluir de ellos al aborto, paguen también un porcentaje extra (entre 2 y 8 por ciento), lo que sería claramente una carga dura de llevar.
En tercer lugar, hay una provisión en la legislación que se trata actualmente en la Cámara de Representantes, para que los adultos mayores que reciben atención médica en la que está involucrada el gobierno, reciban cada cinco años una visita de un consultor gubernamental que los haga considerar diversas opciones para ponerle fin a sus vidas. No puedo estar tranquilo con lo que eso querría significar, o con el hecho de que un consejero del gobierno tenga que estar necesariamente involucrado en el proceso de tomar decisiones referentes a ponerle fin a la vida de alguien.
Todos nosotros creemos que necesitamos una reforma sanitaria y la recibimos con beneplácito; lo más pronto posible. Sin embargo, hay algunas minas escondidas en la extensa propuesta actual que se trata en la Cámara, que debe causarnos a ambos –católicos y personas razonables– seguidores de la Ley Natural, gran preocupación. Por favor, hagan lo mejor que puedan para mantenerse informados con lo que realmente sucede con esta legislación, para que los no asegurados, los pobres, aquellos que sufren; puedan obtener lo que necesitan; al tiempo que se defiende todo aquella exigencia que la dignidad humana reclama.
La dignidad humana de los no asegurados, los pobres y los necesitados exige esta respuesta de nuestra parte, así como el cuidado de los no nacidos y de los adultos mayores también se basa en ese mismo compromiso con la dignidad humana.
Gracias por leer esto, Dios los bendiga, que tengan un buen descanso en el verano y háganle saber a nuestros jóvenes que deben estar regresando a las universidades, de mis oraciones y esperanzas para que tengan un bendito y exitoso año académico.
¡Alabado sea Jesucristo!