Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Al celebrar el Memorial Day (Día de la Memoria) esta semana, entiendo que nuestros pensamientos y oraciones estuvieron, y están, muy cerca a nuestros hombres mujeres que tan generosa y valientemente sirvieron en las fuerzas armadas, y con aquellos que han visto el rostro de Cristo, especialmente aquellos que llegaron hasta el sacrificio supremo.
Luchar por nuestra libertad
Nunca olvidaremos que ellos lucharon y están luchando por nuestra libertad. Ellos creen que nuestra libertad es algo por lo que vale la pena vivir y morir.
Ese testimonio en pos de la libertad me hace considerar lo que verdaderamente es la libertad. Es difícil de creer, por ejemplo, que nuestros serviciales hombres y mujeres estén dispuestos a dar sus vidas para que alguien elija ver pornografía, o intoxicarse irresponsablemente, o consumir drogas. En nuestra cultura estas conductas con frecuencia son usadas para hablar del sentimiento de libertad, como si nuestra cultura hubiera abrazado la convicción de que somos libres al elegir cualquier cosa, incluyendo el mal.
Quiero decir que ésta no es precisamente la libertad por la cual nuestros hombres y mujeres están llamados a entregar sus vidas.
Ellos tienen la voluntad de hacerlo para que podamos ser libres en el más profundo sentido humano, libres para ser cada vez más humanos, de acuerdo al lenguaje de la creación, la ecología de la naturaleza humana que Dios el Creador imprimió en nuestro ser desde el primer momento de nuestra existencia. Como el Beato Juan Pablo II nos dijo en una de sus últimas visitas a nuestra nación: “la libertad no es hacer lo que nos gusta, sino en tener el derecho a hacer lo que tenemos que hacer”.
La libertad más alta de todas
La libertad más alta de todas es, por supuesto, la libertad religiosa, la libertad de decir y hacer todo lo necesario para alcanzar la vida eterna y evitar lo que nos aleje de llegar a esa meta. No hay elección en nuestras vidas más importante que la referida a la elección del curso de la vida: la elección de la vida por toda la eternidad o la muerte eterna en el infierno.
Es por esta importantísima libertad religiosa y por la libertad de consciencia que ahora 43 organizaciones católicas se han unido en 12 diferentes demandas contra el gobierno –la administración actual y, particularmente, el Departamento de Salud y Servicios Humanos– para la protección de nuestra libertad de religión y nuestra libertad de consciencia.
Si es que esta libertad de verdad vale la pena vivir y morir, ciertamente es valioso el sacrificio al que estamos llamados a hacer como creyentes, y así hacer todo lo posible para proteger nuestra libertad religiosa en casa.
Es hora de proteger nuestra libertad
Es perfectamente natural, entonces, que con la celebración del Memorial Day haya concluido un momento de renovación para todos nosotros en nuestra absoluta determinación para hacer todo lo necesario para proteger nuestra libertad religiosa y de consciencia ante las políticas del gobierno y otras agencias que nos las quitarían, de una manera sin precedentes.
Realmente hemos estado en batalla y seguiremos así, en este asunto.
De hecho es una lucha incluso para que nuestras voces sean escuchadas, porque los medios masivos –televisión y medios impresos especialmente– han decidido enterrar esta historia, el juicio más significativo sobre libertad religiosa en la historia de Estados Unidos, un juicio para defender la libertad religiosa de todos los estadounidenses.
Estas noticias han sido enterradas en pequeñas columnas ubicadas en la mitad de los diarios, o no mencionadas para nada en las noticias de la noche. Como alguien dijo hace unos días, “esto es ciertamente un signo del vergonzoso prejuicio que existe en Estados Unidos en contra de la Iglesia Católica”. Las amenazas contra la libertad religiosa no pueden prevalecer ya que tantos han vivido y ofrecido sus vidas por la más preciosa de todas nuestras libertades.
Ordenación de diáconos que serán sacerdotes
En segundo lugar, el viernes pasado fuimos muy bendecidos al celebrar la ordenación de dos diáconos en transición al sacerdocio –Vincent Brewer y Garrett Kau– quienes, en un año, serán llamados al orden sacerdotal.
Son hombres maravillosos y, al recibir el orden del diaconado, también están usando su libertad humana, incluyendo su libertad religiosa, para adherir sus vidas al celibato perpetuo. Ellos tienen la voluntad (en este nuestro año 2012) de sacrificar la compañía del matrimonio y todo lo que conlleva, por el bien del reino de Dios, la verdad de Dios y su pueblo.
Este singular acto de libertad es un ejemplo perfecto del poder de la verdadera libertad, de no escoger lo que nos gusta, sino escoger de acuerdo a los más altos ideales de Jesucristo y su Iglesia. Esta opción por el celibato abre la puerta de la libertad ampliamente en sus corazones, para que puedan amar a Dios sobre todas las cosas y ofrecerse ellos mismos al servicio de la Iglesia con un absoluto y completo don de sí mismos.
Cuando Jesús ascendió al cielo, nos indicó la “celestización” de nuestra humanidad, a la capacidad dada por Dios de nuestra libertad humana para alcanzar y tener los ojos fijos en “las cosas de arriba”.
La libre elección –con la gracia de Dios– del celibato y la castidad, hecha por jóvenes hombres o mujeres, es tal vez la más grande prueba de la existencia de Dios para un mundo que quiere olvidarse de Él. La recepción de las santa órdenes por dos grandes y jóvenes hombres es motivo de gran alegría y agradecimiento por todo en la Diócesis de Madison.
Rezar para que haya más vocaciones
También nos alegramos por el hecho que existen, de hecho, futuros sacerdotes en la “línea”. Y todos nosotros debemos renovar nuestra dedicación al momento de la ordenación diaconal, para rezar y sacrificarnos por el aumento de vocaciones al sacerdocio en nuestra diócesis.
Por favor únanse fervientemente en oración a mí por Vincent y Garret en estos días por venir, y en la oración por todos los hombres que disciernen el llamado al sacerdocio, y también por todas las jóvenes mujeres que están ingresando a un estado de vida al servicio de Jesús y de la Iglesia.
Gracias por leer esto. Que Dios los bendiga a cada uno de ustedes ¡Alabado sea Jesucristo!