Parecemos vivir en un mundo de “instante todo.” Comida rápida, redes sociales, viajes en avión y miles de comodidades diseñadas para ahorrar tiempo que nos hacen menos dispuestos a esperar por las cosas. Ahora existe un tipo de Navidad instantánea, con decoraciones navideñas en las tiendas justo después de Halloween, música de Navidad en la radio antes de Acción de Gracias y oportunidades de compras en cada esquina.
Mientras que podemos fácilmente ser arrastrados hacia el sinnúmero de actividades, la Iglesia nos ofrece la época de adviento para ayudarnos a preparar y esperar el regalo de la Navidad. Y esperar no es necesariamente una cosa mala.
Grandes cosas pueden ocurrir mientras esperamos, como a una madre embarazada con su niño por nacer que espera por nueve meses para el nacimiento de su bebé. He tenido grandes conversaciones con extraños en las líneas en las tiendas y áreas de recepción de consultorios, que nunca habrían sucedido si no tuviéramos que esperar. El esperar nos obliga a hacer una pausa, respirar y mirar a nuestro alrededor. Cuando tengo que esperar, recuerdo que la vida no gira a mi alrededor, mi horario y mis necesidades. Soy un pequeño pedazo en un plan mucho más grande. La espera nos hace humildes y nos ayuda a encontrar nuestro lugar.
El adviento es un tiempo sagrado de ir ante al Señor y dejarnos ver por Dios, incluso cuando frenamos y vemos la presencia divina que nos rodea. En la oración, yo puedo soltar mi falso yo, los mensajes negativos que juego en mi cabeza, mis preocupaciones y temores, todo el equipaje y agendas que roban a veces mi alegría y paz de ser yo mismo, la verdadera persona que Dios ama.
La oración es un sabor de la cima del cielo porque me llama a vivir radicalmente en el momento presente. Distracciones intentarán llevarme al futuro o al pasado, pero cuando puedo volver a la experiencia sagrada de ahora, encuentro al Señor en toda la belleza, la verdad y la bondad de la visitación divina. La oración es la experiencia más humana y liberadora que podemos recibir.
¿No sería extraño si celebráramos el cumpleaños de nuestro mejor amigo, sin hablar y estar con él por estar ocupados y distraídos con la fiesta, la comida y los regalos? El mejor regalo es la presencia. Tal vez este adviento, Dios los está llamando a renunciar a algunas cosas que los distraen y en vez de bullido a orar más, asistir a menos eventos y hacer servicio voluntario, a dedicar tiempo a Dios y a la oración.
Mi oración y deseo para todos nosotros este adviento (¡y admito que es un poco extraño!) es que la vida nos obligue a esperar, a no conseguir todo lo que queremos inmediatamente, al estar obligados a anticipar, a mirar y escuchar de maneras nuevas. Que este adviento sea un tiempo de silencio, oración y paciencia mientras el Señor trabaja en secreto en los rincones de nuestros corazones, nos ayuda a llevar y dar vida al Cristo viviente a este mundo que tanto sufre.
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