Esta columna está destinada por el Obispo para los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de su intención.
Queridos amigos:
Es maravilloso volver a Wisconsin, aunque sigo estando agradecido por haber tenido unas breves vacaciones, en donde el clima era distinto al nuestro. ¡Sin embargo es bueno estar de vuelta en casa!
Me gustaría proponer una frase muy interesante que ha aparecido en recientes semanas en nuestra vida nacional.
No quiero hablar, para nada, sobre la fuente de la frase, sino considerarla en sí misma, especialmente a la luz de las lecturas de las semanas anteriores. La frase “ganaremos el futuro” se ha repetido tantas veces que ha ingresado con fuerza en mi mente, y creo que podemos usarla para considerar unas cuantas verdades sobre la fe y la razón.
Desde un punto de vista, la frase “ganaremos el futuro” suena inspiradora.
¿Qué significa?
Significa que tenemos un plan para hacer que nuestra estadía en el mundo sea absolutamente lo mejor, y si avanzamos de esa forma, con nuestra voluntad para lograrlo, ganaremos el futuro.
Decir esto de esta forma presume que mientras avan zamos cumpliendo nuestro plan, nadie más va a hacer mucho además de estar al lado, y claramente esa no es la realidad.
Obstáculos para cumplir nuestro plan
Toda clase de cosas pueden suceder en el mundo que sean obstáculos para cumplir nuestro plan. Hay todo tipo de personas y naciones que con sus propias libertades y de manera intencional o accidental pueden meterse en nuestro camino cuando queremos cumplir nuestro plan con el que “ganaremos el futuro”.
Desde un punto de vista personal, y hablando sobre las vacaciones, puedo recordar que muchas veces planeé, y lo hice bien, unas vacaciones. Cuando llegó el día diversas situaciones o necesidades surgieron y me hicieron cancelarlas. Otras personas estaban haciendo otras cosas –no intencionalmente para hacer que mis planes no se cumplieran, sino que estaban viviendo sus propias vidas– y la forma en que hicieron algo en ellas tuvo el efecto de cambiar mis planes originales.
¿Ganaremos el futuro?
Sí, podemos tener un plan, mientras nadie se interponga en nuestro camino, pero no sabemos que sucederá en realidad. Entonces, en un sentido no podemos decir definitivamente “ganaremos el futuro”.
Jesucristo ya ha ganado el futuro
De hecho, nadie podrá realmente “ganar el futuro” alguna vez, del modo en que de verdad cuenta, excepto Aquel que ya ha ganado el futuro una vez y para siempre: y ese es Jesucristo.
En Su crucifixión y resurrección de entre los muertos, Jesucristo ganó el futuro definitiva y finalmente. ¡Ya está hecho! El único que pudo “ganar el futuro”, ya lo hizo. Decir que “ganaremos el futuro” es, en el mejor de los casos, olvidar lo grande que el futuro es (nuestro futuro es el cielo) y olvidar a Aquel que realmente lo ganó, al precio de su sangre y cuerpo preciosos. Él es aquel que a través de su resurrección triunfó y ganó el futuro.
Y debemos decir, porque lo haremos, “ganar el futuro”, pero no por un plan que tengamos, sino porque Jesucristo ya lo ganó y, a través del Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía y los otros Sacramentos, nos ha puesto en Su plan victorioso, a través de su Iglesia.
Así que, por un lado no podemos realmente decir que vamos a hacer lo que Cristo ha hecho, sino que al reconocer que Cristo nos ha hecho parte de su plan, podemos decir con confianza que tenemos garantizado compartir el hecho que ya ha ganado el futuro.
Si nuestras mentes se concentran en lo que en el tiempo realmente significa “el futuro”, en la extensión del mismo cielo, no podremos nunca “ganar el futuro”, y podemos estar bien con eso, porque Cristo ya lo ganó y nos ha elegido para ser Su cuerpo, la Iglesia, para garantizarnos y compartir esa victoria.
Nunca debemos ceder a la disminución o reducción de la extensión del futuro. El futuro, por sí mismo, se abre a la eternidad.
Consideren el Evangelio de la semana pasada: “Bienaventurados los pobres de corazón… Bienaventurados los mansos… Bienaventurados los que buscan consuelo… Bienaventurados los perseguidos… Bienaventurados serán cuando los injurien y hablen toda clase de mal contra ustedes por mi causa…. Bienaventurados son ustedes”.
Los pobres de espíritu, los mansos, los perseguidos e injuriados –¿eso suena como aquellos que van a ganar el futuro?– A los ojos del mundo, se ven como perdedores, punto. El grupo que Jesús describe en el Evangelio no suena como ganadores del futuro desde el punto de vista de este mundo, sino como realmente perdedores.
La verdad de Dios en nuestras vidas, sin embargo, está en que pese a que podemos parecer perdedores para el mundo que nos rodea, aún concitamos su atención, y eso les muestra, con la victoria de Cristo brillando a través de nosotros, que somos los verdaderos “ganadores del futuro”.
Solo Cristo puede ganar el futuro, Cristo ha ganado el futuro, y como Cristo nos ha transformado en Él, el trabajo de ganar el futuro ya terminó, y el trabajo que nos queda por realizar es vivir como Cristo habría vivido nuestra vida de acuerdo con las Bienaventuranzas, incluso cuando parezcamos perdedores en este mundo. Eso no es sencillo, pero no implica cruz o resurrección.
¡En la resurrección hay finalmente ganadores en la foto final y, gracias sean dadas a Dios, en Cristo, esos somos tú y yo! ¡Avancemos en el mundo cotidiano y vivamos la alegría en nuestros corazones de aquellos que, como Cristo, por su gracia, son quienes ya han ganado el futuro!
Gracias por leer esto. Que Dios los bendiga a cada uno de ustedes. ¡Alabado sea Jesucristo!