Un nuevo año, un nuevo espacio para un crecimiento personal, lograr las metas no alcanzadas este año pasado, mejorar nuestra nutrición, rebajar de peso lo que subimos en la navidad, comenzar una rutina de ejercicio. El año nuevo ofrece tantas oportunidades de comenzar de nuevo, cambiar, ser un mejor yo, amar más a mi familia, darlo todo en mi trabajo, y planificar las vacaciones que no se han dado. Todos nosotros también deseamos con ilusión ver un año mejor, sin covid, sin mascarillas, sin distanciamiento, sin miedo, sin ansiedad, y de la misma manera y con un deseo infinito, Dios, nuestro Padre, quiere darnos una vida de fe, esperanza, confianza en Él, libertad, oración, amor hacia uno mismo y hacia a los demás, mientras participamos en Su misión aquí en la tierra.
Esta misión como católicos no termina con el año que pasa, sino que continua de manera constante. Si nos equipamos de la oración, reconocemos cual es una nuestra historia cristiana y personal, y la compartimos con los demás, podremos atraer a más personas hacia la santidad. Como nos ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica: “‘todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad’ (LG 40). Todos son llamados a la santidad: “Sed perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5: 48).”
La santidad es adquirida con hábitos que nos ayudan a crecer y profundizar nuestra relación con Cristo. Algunos de estos hábitos son: 1) orar por al menos 15 minutos en silencio y con la escritura cada día, 2) asistir a la Santa Misa, los domingos y en semana, y en estado de gracia para poder recibir la Eucaristía, 3) hacer un examen de consciencia antes de irse a dormir, 4) confesarse con regularidad una vez al mes, y 5) ofrecer alguna penitencia personal que nos ayude a retirarnos del pecado. Es en la práctica de hábitos como estos que no tan solo purificamos nuestra alma, pero damos testimonio de la alegría y paz que habita en nuestros corazones, la cual solo proviene de Cristo.
Como discípulos estamos llamados también a la misión de evangelizar. Jesús les encomendó a los discípulos antes de Su ascensión y nos sigue encomendando a nosotros hoy, y en este nuevo año: “vayan y hagan discípulos” (Mateo 28:19). El evangelizar o compartir nuestro testimonio de vida con los demás con la intención única de llevarles a Cristo e invitarlos a una relación con Él, es lo que Jesús nos exhorta que hagamos. ¿Pero cómo lo hacemos? La clave es muy sencilla: conozcamos a Jesús nosotros mismos y comencemos a hablar de Jesús a los demás. Las acciones sí dicen mucho, pero nunca deben ocurrir sin proclamar a Cristo en el compartir la historia de salvación y el testimonio de lo que Él ha hecho en nuestras vidas. Una vez compartamos la persona de Cristo, estemos listos para invitar a los demás a una relación personal con Dios mediante un grupo pequeño, o un apostolado personal, o un retiro espiritual de conversión o sanación.
Y finalmente cuando estemos en misión, lo cual debe ser en todo momento, seamos personas alegres, iluminemos nuestro alrededor con paz y el fuego ardiente del Espíritu Santo. Dejemos las que quejas, el orgullo, la tristeza a un lado, porque el Señor a nacido para darnos vida nueva en Él. Que este nuevo año, emprendamos una aventura de santidad y discipulado que nos lleve a una continua conversión del corazón. Abramos nuestras vidas al Cristo recién nacido, rey de los cielos, y amigo nuestro. ¡Feliz y próspero año nuevo!
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