La Belleza
Santo Tomás de Aquino define la belleza como “aquello que, visto, agrada”. Puede sonar bastante abstracto, pero tiene sentido. Llamamos “hermosos” a los atardeceres, océanos, estrellas, pinturas, personas, etc. cuando experimentamos una sensación de placer con solo mirarlos con un sentido de asombro y aprecio. Lo mismo ocurre con la música. Cuando escuchamos algo que realmente nos conmueve, nos levanta el ánimo o nos llena de una sensación de placer o paz, tendemos a describirlo como “bello” o “hermoso”.
Ahora, ciertamente hay algo de verdad en el viejo dicho de que “la belleza está en el ojo del espectador”, pero no debemos caer en la trampa de pensar que la belleza es totalmente subjetiva. Hay lugar para una diversidad legítima de gustos, pero también está el hecho objetivo de que las pinturas de Miguel Ángel o la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe son más hermosas que mis garabatos en un papel, o que la música de la Hermana Glenda es mucho más hermosa que mi canto desafinado.
La belleza es un aspecto cualitativo, no cuantitativo de las cosas; eso significa que “lo hermoso que es algo” no se puede pesar en una balanza ni medir en centímetros.
Pero sigue siendo algo real, al igual que la bondad moral del carácter de una persona es algo real. Según Santo Tomás, la belleza consiste en “integridad, proporción y claridad”. ¿Qué significa eso? Significa que en las cosas bellas de todo tipo hay una cierta plenitud (integridad), equilibrio o armonía (proporción) y un resplandor o esplendor (claridad). La cara sonriente de un niño es una gran ilustración de los tres.
El Obispo nos comparte
La Belleza es uno de los tres atributos fundamentales de Dios. Una definición de Belleza es “una combinación de cualidades que agrada al intelecto o al sentido moral”. Podemos reflexionar sobre la hermosura, o la belleza, de una montaña, un amanecer, la sonrisa de un bebé, una novela clásica, un cuadro de Miguel Ángel y observar allí alguna combinación de perfección de forma, equilibrio, color, propósito y verdad. Alguien o algo es hermoso, no solo por su perfección física, sino, más profundamente, cuando una persona o cosa refleja las huellas digitales del propósito y diseño de Dios. En ese contexto, la realidad más hermosa de la historia del mundo entero es la resurrección de Cristo de entre los muertos, pues en ese evento, Dios muestra su amor y misericordia a toda la raza humana en la ofrenda de salvación y perdón.
El corazón humano y el ojo humano se sienten naturalmente atraídos por la belleza. Nos atraen instintivamente las experiencias de la realidad que satisfacen nuestro intelecto, emociones, deseos y voluntad. Sabemos que Dios ha colocado este dispositivo de búsqueda dentro de nosotros, atrayéndonos a través de la belleza de lo que ha creado, para atraernos a la Belleza suprema que es Dios mismo, quien nos ofrece una relación eterna y salvadora con Él. Entonces, la verdadera belleza no es simplemente un aspecto físico externo, sino que está profundamente vinculada los otros transcendentales de la Verdad y la Bondad. La Madre Teresa era profundamente hermosa, pero fue el resplandor de Cristo dentro de ella lo que iluminó su rostro y su vida con la gloria de Dios. Les invito a que reflexionen sobre lo bello de su vida y observen cómo nos lleva a alabar, glorificar, agradecer y amar a Dios.