Esta columna está destinada por el Obispo para los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de su intención.
Queridos amigos:
Al leer esta columna, Navidad estará sobre nosotros y el año del Señor 2010 habrá casi expirado. Al ver el mundo entero, apreciamos la violencia de la guerra y el terrorismo rampante, el hambre en muchos lugares así como la extrema pobreza, vemos a los ancianos sufriendo la eutanasia real o virtualmente, y vemos la masacre de los no nacidos, vemos también el don de la sexualidad humana, orientada naturalmente al amor generoso, malbaratada y usada continuamente para entretenimientos egoístas. Esta no es una “bonita imagen” pero es la cara del mundo que, afirmamos, pertenece a Dios esta Navidad.
Podemos de hecho identificarnos con las palabras del profeta Isaías: somos un pueblo “caminando en la oscuridad… viviendo en una tierra de sombras”. Nada de esto es dicho para borrar la alegría de la Navidad, sino para invitarlos a una aproximación realista para alcanzarla. Isaías dice luego que “quienes han caminado en la oscuridad han visto una luz mayor… y sobre quienes caminan en la tierra de las sombras una luz ha brillado”.
La oscuridad puede, a veces, convertirse en algo muy profundo y las obras de la oscuridad distraen tanto que no podemos mirar hacia arriba para ver la luz, una luz que Cristo nos ha asegurado no puede ser, finalmente, vencida por la oscuridad. No solo tenemos que hacer una pausa para acoger esa luz en nuestras vidas nuevamente sino que estamos también llamados a ser esa luz para nuestra sociedad y, de hecho, para el mundo: una tarea ardua en estos días por decir lo menos.
Las alegrías de la Navidad por ser profundamente espirituales no puede ser vencidas por la oscuridad, pero debemos hacer una pausa para permitir a Cristo, nuestro recién nacido Salvador, que nos bañe con su maravillosa y gloriosa luz.
Leo en los periódicos que en distintos lugares algunas tiendas estarán abiertas hasta las 3:00 a.m. en la madrugada de Navidad para permitir al público completar sus compras. Quienes hagan eso no estarán en Vigilia para ver a Cristo, nuestra luz.
Un elemento de nuestra cultura de la oscuridad, al que tenemos que resistir fuertemente, es convertir la Navidad en una vertiginosa aventura de compras: incluso en las primeras horas de la madrugada de Navidad, como se da en nuestra cultura. Si alguien quisiera “sacar a Cristo de la Navidad” no tendría sentido sustituir Su presencia con una aventura vertiginosa de compras. Si creemos que Él verdaderamente es la luz que ilumina a todo aquel que está en el mundo, entonces tenemos que hacer una pausa ante la Navidad – incluso en los días previos– y permitirnos ser bañados en la maravillosa luz de esta fiesta.
La verdadera alegría de la Navidad no puede encontrarse en ningún otro lugar mas que en Cristo nuestra luz, la única esperanza que nunca defrauda.
Quiero asegurarles mis sinceras oraciones por ustedes y sus seres queridos, que tengan una santa y bendita Navidad y que gocen de las bendiciones de la salud, seguridad y, por encima de todo, de una fe más profunda en el Año Nuevo del Señor 2011.
Gracias por todo lo que han hecho por mí y por los demás en la Diócesis de Madison durante este año. Pidamos al Señor que nos ayude a trabajar juntos para que la Iglesia crezca en la fuerza de Su misión para transformar el mundo por la luz de Cristo.
Gracias por leer esto. Dios los bendiga a cada uno. ¡Cristo ha nacido! ¡Glorifíquenlo!