Queridos amigos,
Mientras les escribo esta columna nos vamos preparando para la Solemnidad de la Asunción de María nuestra Santa Madre, quien “habiendo completado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”, como escribiera el Papa Pío XII en la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus.
La Solemnidad de la Asunción es un testamento no solo del tremendo amor que Dios le tiene a la Madre Bendita, sino también un poderoso recordatorio del amor que Jesucristo ha mostrado por todos nosotros, al conquistar la muerte mediante Su propia muerte.
Dado que el 15 de agosto cae sábado este año, la Asunción no es considerada por la Iglesia como un Santo Día de Precepto para el 2009. Pero, pese a que la Asunción no es un Día de Precepto, ¡no debemos olvidar que sigue siendo un Día Santo! Dado que nuestro objetivo es asistir a Misa por el amor que le tenemos a la Eucaristía en vez de por un sentido de obligación, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ir a Misa este sábado por la mañana, si es que podemos. Pese a que este años no existe la obligación de ir a Misa en esta fiesta; por lo que no asistir a ella no nos generará un pecado mortal, se nos ha dado la oportunidad para ir a Misa un sábado por la mañana, ¡solo para mostrar nuestro amor!
La Fiesta de la Asunción nos da un imagen del destino de los cuerpos humanos que resucitarán y estarán en el cielo con Jesús y María. Esta fiesta resalta la dignidad del cuerpo humano, que desafortunadamente hoy, debido a los males del aborto, la fertilización in vitro, la eutanasia; entre otros, es tratado como una simple cosa, en vez de ser tratado como aquello que pertenece totalmente al ser humano que está destinado a la gloria con María y como María.
Roguemos fervientemente este sábado y todos los días, para que nuestro país y su cultura tomen conciencia sobre el destino celestial y la dignidad del cuerpo humano.
Bendiciones para todos nuestros estudiantes que estarán volviendo a la escuela en las próximas semanas, y bendiciones a todos ustedes en esta parte final del verano. Gracias por tomarse el tiempo de leer esta columna.
¡Alabado sea Jesucristo!