¡El Señor ha resucitado . . . Aleluya! Aunque llevamos dos semanas desde que celebramos la Pascua de Resurrección, la iglesia continúa celebrando el tiempo pascual, ya que es uno que dura 50 días en su totalidad. ¡Qué maravilloso! Por cincuenta días la Iglesia, ya salida del desierto de la cuaresma se regocija en la resurrección, gloria y vida de Cristo.
De manera particular, entramos en la época primaveral, donde poco a poco los árboles nos traen las hojas nuevas con su impactante color verde y las flores comienzan a renacer de entre la tierra, y la temperatura comienza a calentarse cada día un poco más y el sol sale más.
De la misma manera nuestros corazones son transformados del invierno oscuro y frío de la cuaresma a la primavera gloriosa del saber que Cristo, nuestro Señor, quien sufrió la Pasión y murió en la Cruz, ahora está vivo, ha resucitado y habita en nuestras almas limpias y puras. Nosotros también hemos vivido con Él el dolor del despego de las cosas mundanas y ahora tenemos un espacio en nuestra alma y corazón para que Cristo brille y siga transformándonos diariamente.
Mientras miramos hacia afuera y contemplamos la grandeza y la hermosura de la creación durante esta primavera, ¿por qué no también contemplar más profundamente la tumba vacía y la calma silenciosa de la resurrección? O ¿por qué no contemplar al Cristo misericordioso del cual brota agua y sangre por nuestra salvación, o el camino de Emaús mientras Jesús se revela a los discípulos, o a Jesús en su gloria ascendiendo al reino, o las llamas de fuego del Espíritu Santo descendiendo sobre los apóstoles? Estas realidades de la escritura son unas que podemos captivar en nuestra mente, alma y corazón para seguir disfrutando de la alegría pascual por estos cincuentas días.
También, piensa, ¿creaste ciertos hábitos de santidad esta cuaresma? Si es así, por qué no simplemente continuar algunos de ellos. Por ejemplo, si estableciste un hábito de oración continúalo durante esta pascua y por el resto del año. Si dejaste de ver tanta televisión o ayunaste de pasar mucho tiempo en tu aplicación celular favorita, por qué no continuar ese ayuno con el propósito de completamente despegarte de lo mundano para ver más claramente las cosas del reino.
Para mí es importante cultivar nuevos hábitos de santidad cada año, en especial durante el adviento y la cuaresma. Por mucho tiempo en mi vida, no estuve rezando la Coronilla de la Divina Misericordia y este año tomé la decisión, incluso antes de la cuaresma, de orar todos los días la coronilla para crecer en compasión y misericordia primeramente hacia mi familia y también hacia todos los que me rodean, en especial por aquellos con los que se me dificulta tener una relación más cristiana. Este deseo y determinación de rezar la coronilla diariamente la extendí hacia la cuaresma con un gran compromiso y sacrifico. Y ahora que hemos llegado a la Pascua de Resurrección he continuado rezando la coronilla diariamente y no pretendo parar. Es un nuevo hábito que solo traerá más gracias y bendiciones a mi vida y a la vida de aquellos que me rodean.
Recientemente celebramos el Domingo de la Divina Misericordia y es para mí fascinante saber que la novena que antecede el domingo ¡comienza el Viernes Santo! A través de ese costado herido de Cristo, solo brota sangre y agua representando la gran misericordia de Dios por la humanidad como no los explica Santa Faustina. Yo quiero tocar el costado herido, yo quiero habitar en Su llaga y ser llenada de Su misericordia. Este momento pascual y primaveral nos exhorta a ver el mundo y las personas cercanas a nosotros con una nueva luz divina, la luz que proviene del Cristo resplandeciente en gloria y misericordia.
Es por eso que los invito a que durante este tiempo tan especial de Pascua y de primavera, contemplemos el calor amoroso y misericordioso de Cristo, dejemos que nueva vida, restaurada y nuevamente creada, habite en nuestro corazón para que seamos realmente transformados en la nueva vida de Cristo y para que no tan solo recibamos Su gran misericordia, sino que también la otorguemos a los demás. ¡Aprovechemos este momento!