El Catecismo de la Iglesia Católica describe la oración como una “relación vital y personal con Dios vivo y verdadero” (CIC, no. 2558). Debería ser vista como nuestra “salvavidas de conexión” con el Dios Trinitario que desea profundamente estar en una relación íntima con nosotros.
Por muy importante que sea la oración, no es fácil orar y puede ser todo un desafío hacer de la oración una prioridad. Siempre parece haber distracciones y otras responsabilidades que nos alejan de la conexión con Dios.
Sin embargo, si queremos ser verdaderos seguidores de Cristo y responder a nuestro llamado como discípulos misioneros, debemos incorporar la oración al ritmo de nuestro día.
Al practicar los Cuatro Hábitos de Santidad presentados por el Obispo Donald J. Hying en la iniciativa Vayan y Hagan Discípulos, debemos orar al menos 15 minutos al día.
Esta oración puede adoptar muchas expresiones: oración privada y pública, oración vocal o mental, incluso oración contemplativa.
Según el Catecismo, existen varios tipos de oración:
1. Bendición y adoración: Alabar la grandeza de Dios;
2. Petición: Pedir ayuda a Dios;
3. Intercesión: Orar por los demás;
4. Acción de gracias: Expresar gratitud a Dios;
5. Alabanza: Reconocer la bondad de Dios.
Los diferentes momentos del día y las circunstancias de la vida pueden llevarnos a una expresión particular, pero lo más importante es integrar todos estos tipos según nos inspire y dirija el Espíritu Santo.
San Francisco de Sales, un predicador, maestro y doctor excepcional de la Iglesia, destacó la importancia de la oración a todos aquellos a quienes guiaba en la vida espiritual.
Su libro, Introducción a la Vida Devota, es un clásico para cualquiera que se tome en serio el crecimiento en la fe y ayude a otros a acercarse a Cristo.
A continuación, se ofrecen algunos consejos prácticos que da San Francisco para ayudar a regularizar la vida de oración:
1. Comience la oración poniéndose en la presencia de Dios: Reconozca la presencia de Dios y cultive la conciencia de la estrecha intimidad que el Señor desea que tengamos en relación con Él.
2. Comprométase con un período específico de oración cada día, preferiblemente por la mañana: Comprométase conscientemente con un momento específico haciendo una “cita con Dios” y considerándola una prioridad máxima en su lista de “cosas por hacer diarias”.
3. Busque un lugar apartado para orar, lejos de los demás: Busque un espacio tranquilo o un lugar privado, libre de interrupciones, que pueda dedicarle a la oración.
4. Concéntrese en la calidad, no en la cantidad: Sea sencillo y trate de no decir muchas palabras, sino más bien diga algunas pocas con todo su corazón y alma.
5. Si no puede orar por la mañana, busque una alternativa adecuada más tarde en el día: Si no puede orar por la mañana, reserve un tiempo más tarde, pero tal vez trate de intercalar oraciones cortas a lo largo del día como un recordatorio de la presencia amorosa continua de Dios con usted.
Las Sagradas Escrituras pueden ser una gran fuente de inspiración para la oración. Meditar sobre la lectura del Evangelio del día o quizás un Salmo puede proporcionar alimento espiritual para la reflexión personal.
El rezar el rosario es otra hermosa manera de orar.
El Papa San Juan Pablo II enseñó que a través de esta oración mariana aprendemos a “contemplar el rostro de Cristo” meditando sobre sus misterios.
Las cinco decenas pueden recitarse todas a la vez o dividirse para rezarlas en diferentes momentos.
Puedes recitar una decena al despertarte y otra más tarde en la mañana. Puedes rezar otra decena al mediodía y una cuarta en algún momento de la tarde. Antes de irte a dormir, puedes recitar la quinta decena.
Lo asombroso de la oración es que cuanto más la hagas, más desearás orar. Y cuanto más tiempo rezas, menos tenderás a preocuparte.
¿Por qué?
La oración nos ayuda a reconocer que, en última instancia, no estamos a cargo de las cosas. Profundiza gradualmente nuestra confianza en el Señor.
Es por eso que los santos fueron artesanos de la oración y pudieron hacer tanto. Comprendieron que la oración les permite ser canales de gracia para fluir en ellos y a través de ellos hacia los demás.
Al buscar evangelizar a los perdidos, los solitarios y aquellos que anhelan a Dios, debemos ser personas comprometidas en la oración.
¡Simplemente no podemos regalar lo que no poseemos!
La oración diaria nos acercará a una relación más cercana con Dios y nos ayudará a reconocer a Cristo en todos aquellos con quienes nos encontramos.
La oración puede transformar nuestra vida si nos comprometemos a integrarla como parte de nuestra existencia diaria.
Michael D. Wick es el Director de Misión de la Diócesis de Madison.