Queridos amigos:
Mientras termino este tiempo de reposo y recuperación, me encuentro impredeciblemente (al menos no habría sido capaz de predecir esto hace seis meses) con tiempo disponible para ver por televisión muchos de los eventos alrededor del funeral y entierro del Senador Edward Moore Kennedy. Para mí, este tiempo ha sido de oración y ha sido bien invertido porque conocía bastante del Senador Kennedy cuando era todavía bastante joven y yo también lo era todavía.
El Senador Kennedy y yo, hace muchos años, estábamos, según el entendimiento común, no muy listos para dar el paso y conocer a nuestro Juez. Había mucho tiempo disponible, asumíamos, para prepararnos para el día en que tuviéramos que estar de pie en esa línea, y abrazar esa parte de nuestra humanidad que consiste en la experiencia del misterio del sufrimiento y la muerte
Mientras veía el funeral del Senador Kennedy, se me hizo muy tangible que no sólo yo y muchos de mis amigos estamos ya ante esa línea, alistándonos para ver a nuestro Creador, pero podría decir que estamos sobriamente cerca de las fronteras de esa línea. Al hablar así, no quiero que nadie piense que me estoy refiriendo indirectamente a algún tipo de crisis médica que me acerca a la muerte: no hay tal crisis. Al mismo tiempo, darme cuenta de la cercanía de esa línea, me desafía a intensificar mis esfuerzos para crecer en santidad y estar más vivo que nunca a través de la misericordia y el perdón de Dios. Y por eso, estoy agradecido por la experiencia de este último fin de semana
Recordando sus logros
No hay duda de que los logros del Senador Kennedy como el “León del Senado” siempre buscaron ayudar a los más pobres y desprotegidos de nuestra sociedad, ya sea cuando ayudaba a los que tienen capacidades especiales o a los niños pequeños con pocas o débiles oportunidades para la educación; o tomando el liderazgo para proporcionarle atención médica a los niños; y así muchas otras cosas. El Senador Kennedy ciertamente vivió el Evangelio, con ese estilo de vida que hizo que como discípulo de Jesucristo pudiera ver al hambriento y lo alimentara; viera al desnudo y lo vistiera, viera a los enfermos y presos y los visitara; y así con otros tipos de ayudas que hacen parte de nuestra vida cotidiana. Nadie puede restarle crédito al Senador Kennedy por su liderazgo en estas áreas de gran importancia.
Y sin embargo había algo en su vida desconectado entre el intenso ejercicio de estas actividades pro-vida y su liderazgo en contra de la causa pro-vida referente al aborto de nuestros hermanos y hermanas más pequeños, la investigación de las células estaminales embrionarias, el matrimonio entre personas del mismo sexo; y otras más.
El desafío para nosotros, los católicos en Estados Unidos –que es un desafío personal y comunitario– es colocar un puente sobre esta desconexión y unir de manera total todos esos campos de la defensa de la vida, en vez de separar alguno y escogerlo, prácticamente, en detrimento de otro. La enseñanza de la Iglesia Católica y su defensa de la vida están entrelazadas y permanecen como una sola.
La aproximación con “doble conciencia”
Hace algunos años, el Senador Kennedy convocó a una reunión de sacerdotes y teólogos de muy alto nivel para tratar el tema de los líderes políticos católicos y su postura ante las votaciones referentes al aborto. Obviamente, el hecho de que convocara a esta reunión demostraba que tomaba su catolicismo en serio y no se consideraba a sí mismo como un teólogo consumado. Tristemente, la reunión se convirtió simplemente en otra ocasión para desarrollar, con el sustento de teólogos, de la aproximación de “doble conciencia” que algunos líderes católicos asumen: es decir, la aproximación de alguien que dice “personalmente, me opongo al aborto, pero en la arena pública existen otras responsabilidades que entran en conflicto con esto y hacen que pueda votar a favor del aborto legal”.
No importa cuántos teólogos se junten, la teoría de la doble conciencia es irreparablemente errada y nadie puede cambiar eso. Pero si al Senador Kennedy se le dio este consejo a través de esta aproximación, de esta “catequesis” –que es falsa– por medio de teólogos, por lo menos se podría decir que existía algo de razón para la confusión y la ambigüedad en su propia práctica sobre estos asuntos. Los sacerdotes y teólogos que aconsejaron al Senador Kennedy no están, entonces, libres de culpa por haber causado esta confusión y esta ambigüedad a través de esta falsa catequesis.
Que Dios me perdone si es que se me interpreta como dando excusas para la conducta de Teddy Kennedy en ciertas áreas, aunque la carta personal que el Senador Kennedy, escrita a mano, para el Santo Padre en sus últimos días, una carta que fue entregada por el Presidente Obama, es una indicación de que él creía que el Papa era el Vicario de Cristo, y que quería asegurarse que el Santo Padre la recibiera. Y además, dado que algunos sacerdotes estuvieron regularmente con él durante su último año y en sus últimos días, sería más razonable creer que efectivamente hizo una buena confesión antes de morir.
Celebración de los ritos y el funeral cristiano
Todo esto me lleva a expresar mi satisfacción por cómo nuestra Iglesia, de manera moderada, ha celebrado los ritos del funeral cristiano para el Senador Kennedy: la proclamación de la Misericordia de Dios fue poderosa, la oración de perdón por sus pecados fue ofrecida claramente, y todo esto de forma moderada debido a su postura abortista y otras posturas similares que han sido un escándalo, en el sentido literal.
El único aspecto del funeral que no fue de bajo perfil fue el relacionado a la lista de invitados, en donde generalmente se concede a la familia que proceda como mejor le parezca.
Me temo, sin embargo, que para no pocos católicos, el funeral del Senador Kennedy fue una fuente de escándalo; es decir, casi literalmente, los llevó al pecado. Desde no pocos rincones ha llegado la pregunta: ¿Cómo es posible que Teddy Kennedy haya sido enterrado en la Iglesia?” También ha habido otros que comentaban: “sin importar lo que suceda en la Iglesia, el Senador Kennedy ahora enfrenta a la justicia, que lo llevará a las puertas del Infierno”
Desde el principio de la Iglesia se definió como pecaminoso disfrutar del pensamiento de que alguien esté en el Infierno. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo trabajaron intensamente a través de la historia para que el Infierno fuese evitado a partir del ejercicio adecuado a la libertad humana, y para comprender que es errado deleitarse con la frustración del plan de Dios.
El Papa Benedicto XVI ha escrito muy hermosamente que en la Cruz de Cristo había un conflicto entre la justicia de Dios, en la que alguien que era él mismo Dios tenía que morir en reparación de los pecados del hombre; y la misericordia de Dios: desde el principio, la Iglesia cree y enseña que Jesús murió precisamente para que los pecados sean perdonados. Su cuerpo fue roto y su sangre fue derramada para que los pecados sean abolidos y así haya misericordia.
Recordar la misericordia de Dios
La muerte del Senador Kennedy ha hecho que no pocos católicos hayan rechazado la misericordia. En la cruz de Cristo, la justicia de Dios entró en conflicto con la misericordia de Dios. La justicia divina estaba siendo plenamente satisfecha, pero la misericordia triunfó en el conflicto, de acuerdo a lo que enseña el Papa Benedicto. Sin negar los errores del Senador Kennedy la Iglesia, buscando reflejar el rostro de Cristo, proclama la misericordia de Dios para que todo el mundo la viera de manera moderada pero también irrebatible. Fue lo más adecuado
En el seminario aprendí a hablar como un león desde el púlpito –ciertamente hay algunos en la diócesis que creen que tal vez hago esto demasiado bien– pero en el confesionario debo ser un cordero, reflejando el rostro del Cordero de Dios, que murió para que pueda haber misericordia. Los ritos funerales del Senador Kennedy nos desafían a todos a cuestionarnos sobre si creemos que debemos ofrecer menos misericordia que la que Dios mismo ofrece.
Es muy importante en este tiempo que nuestros hogares y nuestras familias católicas vuelvan a enfatizar su papel como escuelas de misericordia, no a expensas de la justicia, y no a expensas de la Verdad, pero sí reconociendo que Jesucristo dio su cuerpo para que sea roto y su sangre para que sea derramada, para que exista así misericordia. Esta es la razón para nuestra devoción, a través de la inspiración de Sor Faustina y su confirmación por parte del Papa Juan Pablo II, de las oraciones de la Divina Misericordia, que espero se hagan cada vez más importantes y frecuentes en nuestros hogares y en nuestras parroquias.
Entonces, dejemos a nuestro testigo de misericordia, que al final fue victorioso en la Cruz, incluso cuando la justicia era satisfecha, que resuene en toda nuestra diócesis. Esta resolución del conflicto entre la misericordia y la justicia solo puede lograrse a través de Jesucristo. ¡Y en esta ahora de esperanza y desafío, como Iglesia Cuerpo de Cristo, proclamemos de palabra y con los hechos el mismo misterio todos los días! Esa es su misión y la mía. Recordemos que algún día ustedes y yo estaremos también ante la desesperada necesidad del triunfo de la misericordia.
Espero que estos días de verano hayan sido de descanso y bendición. Gracias por leer esto. Que Dios los bendiga a ustedes y a sus familiares. ¡Alabado sea Jesucristo!