Esta columna es una comunicación del Obispo con los fieles de la diócesis de Madison. Cualquier otra circulación más amplia va más allá de las intenciones del Obispo. |
Queridos amigos:
La próxima semana, el 11 de octubre, comenzamos el Año de la Fe que ha sido declarado por nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, para invitar a la Iglesia, nuevamente, a través de la puerta de la fe que Dios ha abierto para nosotros. Es una excelente oportunidad para renovar nuestra fe y llegar a aquellos a nuestro alrededor, a invitarlos nuevamente a la vida de fe en la Iglesia. Cada una de vuestras parroquias, así como las oficinas diocesanas, ofrecerán muchas y variadas actividades por el Año de la Fe, y los aliento a tomar parte de ellas, de manera plena y activa, en este año celebra de manera particular el 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo.
Por mi parte, he estado alentando a los líderes parroquiales de nuestra diócesis a aproximarse a este Año de la Fe con un énfasis extra al impulsar la evangelización a través de la belleza. Permítanme explicar por qué.
Siempre es una gran alegría para mí celebrar la Misa rodeado de familias y niños. Sé que algunas personas consideran la bulla de los “pequeñines” como una distracción durante la Misa, pero yo en realidad disfruto los gritos de júbilo de los bebés: proporcionan un recordatorio de la alegría, la emoción y la vivacidad con la que nos debemos acercar al Señor. Es maravilloso ver a los pequeños mirando el humo del incienso. Es fantástico verlos cuando oyen las campanas. Es genial para mí ver la maravilla en sus ojos cuando ven mi solideo (gorrito episcopal): ¡ellos creen que es algo maravilloso! Esos pequeñitos, incorruptos por el mundo en el que están, instintivamente son vivificados por la belleza. Se puede ver la maravilla en sus ojos.
Y esa es nuestra naturaleza humana: esa es nuestra “ecología” como personas humanas. Así como los animales y las selvas necesitan todo tipo de cosas para sostenerse (y somos responsables de eso hasta cierto punto), así también hay cosas necesarias para sostener la vida humana y la naturaleza humana (y somos muy responsables de eso). Una de las cosas que nuestra naturaleza más necesita, para ser honestos con ella, es la belleza: experimentar lo hermoso.
La verdad de la belleza objetiva
Nuestro país y nuestra cultura no están para nada interesados en proporcionar experiencias de lo hermoso. ¿Por qué sucede eso? Porque hemos llegado a creer que cada individuo reconoce como hermoso cualquier cosa que crea es hermosa. Y con mucha frecuencia nos vemos buscando esas cosas que los individuos han decidido que son hermosas, dado su deseo de satisfacer bajos apetitos y pasiones, como el hecho de presentar algo que en realidad es bello como algo despreciable. ¿Por qué buscar algo verdaderamente hermoso, cuando eso que alguien que pueda percibir como hermoso es completamente diferente y toma mucho menos esfuerzo? Y por qué tratar de encontrar algo que es hermoso cuando la mayoría de personas creen que es hermoso cuando la mayoría de personas creen que la belleza es algo que se origina en ellos mismos: casi como la moralidad. Demasiadas personas creen que lo que es correcto y equivocado es lo que ellos creen o sienten que es correcto o equivocado, y de la misma manera creen que lo que es hermoso es lo que ellos creen o consideran hermoso… y “todo es hermoso en su propia manera”…y la “belleza está en el ojo del que mira”… y así por el estilo.
Pero esos pequeñines, los niñitos, no creen por un minuto que ellos hacen hermoso mi solideo. Es hermoso. Y lo miran admirados. Y ellos no, de modo alguno, se hacen responsables por esa perspectiva. Porque, como verán, lo que sucede es que una vez que entramos en el modo de que todo es hermoso en su propia manera o que la belleza está en el que mira, la verdadera belleza desaparece. Tiene que, porque entonces no existe verdadera belleza. Sólo está la belleza en el ojo del que mira, entonces la belleza rápidamente se convierte en nada más que la satisfacción del instinto por los bajos apetitos y las pasiones.
Le he preguntado a grupos de jóvenes de distintos ámbitos si creen que la música de Lady Gaga es hermosa. Muchos respondieron que sí lo es. Y yo les pregunto “¿qué quieres decir con eso?”. Ellos contestan “es genial”. ¿Qué quieren decir con eso? Así expresan que satisface sus bajas pasiones: porque de eso se trata. Mucha de la música hoy en día es sobre sexo, drogas y violencia: o al menos con suficiente “tono” como para hacer que la gente no piense en su existencia. Mucha de la música es sobre satisfacción o es anestesiante de las bajas pasiones. Y nos enseñan a llamar a eso hermoso, a ir en contra de la dirección natural de la belleza para la que hemos nacido.
Los pequeñines que vemos nacen con ese instinto natural por la belleza que los eleva más alto, al asombro y la maravilla. Nuestra sociedad, especialmente a través del abuso de la tecnología, arrancha la belleza y la sustituye con la satisfacción de los instintos, siempre queriendo más de lo que soy capaz de tener, sin estar nunca satisfecho y nunca feliz de forma duradera o real.
Satisfaciendo el instinto por la belleza
Santiago habló de esto en las lecturas hace una semana. En el tercer capítulo de Santiago él escribe “¿no es por tus pasiones que hay guerra entre sus miembros? Ustedes codician pero no poseen. Matan y envidian pero no pueden obtener”. Generamos una guerra entre nuestra mente y nuestro cuerpo, de modo que lo que nuestras mentes creen que debemos hacer, no lo hacemos. En vez de eso satisfacemos nuestros instintos. Pedimos y no recibimos, porque pedimos mal. La persona que vive una vida en la que la belleza está reducida a la satisfacción de los instintos se vuelve sobrecargada de envida y ambición, sobre los que Santiago dice que ¡es un deseo que nunca puede ser satisfecho! ¡Sin importar lo que uno consiga, nunca es suficiente! No hay satisfacción y no hay alegría, porque sólo la belleza real puede realizar a la persona humana: la belleza real que es también bondad y verdad. La satisfacción de los instintos no es belleza y no puede satisfacer a la persona humana.
Estuvo en las noticias en semanas recientes que hay más estadounidenses hoy muriendo a causa del suicidio que en accidentes de tránsito. Allí es donde la envidia y la ambición y la belleza como instinto satisfecho nos llevan, porque esos instintos nunca pueden ser satisfechos. Mientras más y más hombres y mujeres crean que la satisfacción de los instintos básicos y las pasiones les darán realización, más se verán sobrecargados con envidia y ambición por más, y nunca se realizarán, incluso hasta el punto de la desesperación.
Sólo la belleza real, la verdad real, la bondad real puede satisfacer. La belleza –la verdadera belleza– nos saca de nosotros. La belleza nos confronta y cuando vemos algo que es realmente hermoso, viniendo de fuera, sabemos que es una belleza limitada y queremos ver algo que sea más hermoso. Al final queremos ver la belleza completa, en sí misma: que es otro nombre para Dios, que quiere que lo veamos. La belleza real nos confronta desde fuera, eleva nuestras mentes a la belleza completa e infinita, que es el nombre de Dios. Eso es lo que es la verdadera belleza: la belleza que sostiene la ecología de la naturaleza humana y eleva a la persona humana a un lugar más alto.
Llegar a los otros con belleza
Podemos llegar al mundo e introducirlos a Dios, por el camino de Su verdad y Su bondad, pero también podemos guiarlos por el camino de la belleza, y creo que esa evangelización de la cultura a través de la belleza debe ser un importante énfasis para nosotros durante este Año de la Fe. Tenemos que llamar a los hermanos y hermanas nuevamente al reconocimiento de la verdadera belleza como algo exterior a ellos, como no simplemente en el ojo del que mira, como algo que los confronta y los eleva al misterio, que los eleva a Dios.
La ecología de la naturaleza humana no puede sobrevivir sin belleza, bondad y verdad. Y aquellos que se preocupan demasiado por el búho manchado o la mosca de las arenas de Dehli no parecen preocuparse para nada por lo que es necesario para la ecología de la naturaleza humana y eso es triste, porque cualquier interesado en la ecología debería ser un gran amigo y seguidor de Jesucristo. Creemos en cuidar la ecología de la naturaleza. Pero la única forma de que la ecología de la naturaleza ser debidamente cuidada es si la ecología de la naturaleza humana es cuidada primero. De otra forma nos reducimos en buscadores de satisfacción para los bajos instintos.
Entonces démonos el tiempo –ese es nuestro tiempo de oración, en parte– para ser conscientes de lo hermoso, sin perdérnoslo y sin darlo por descontado. Dar la belleza por descontada nos lleva a tolerar su desaparición, que es adonde nuestra cultura y nuestra sociedad nos llevan. El florecimiento de nuestra naturaleza humana con su ecología depende de la disponibilidad de la verdadera belleza que nos eleva. Y durante este Año de la Fe, concentrémonos en la verdadera belleza que tenemos que ofrecer: la belleza que es Dios mismo, la belleza de nuestra fe en Jesucristo, la belleza de la liturgia, que nunca debe ser menos que hermosa, y la belleza de nuestra caridad.
Gracias por darse el tiempo para leer esto. ¡Recemos por cada uno mientras llegamos a este Año de la Fe! ¡Alabado sea Jesucristo!