Queridos amigos:
¡Tenemos Papa! ¡Habemus Papam! La semana pasada, mientras se distribuía a sus hogares el Catholic Herald, el Espíritu Santo, obrando en el Colegio de Cardenales, nos dio un nuevo Santo Padre, Papa Francisco.
Él es, como seguramente ya han visto o seguido en los informes de los medios seculares, “un Papa de los primeros”: él es el primer Papa del “nuevo mundo”, un argentino, el primer Papa que fue formado como sacerdote jesuita, el primer Papa en tomar el nombre Francisco, en homenaje especialmente al tan amado (y con frecuencia mal entendido) San Francisco de Asís.
Estamos conociendo a nuestro Santo Padre, pero ya hay muchas cosas que dan una idea y nos ayudan a conocer mejor quién es.
Fe, esperanza y amor
He escuchado que nuestros tres últimos Papas pueden, cada uno a su manera, encarnar una de las tres virtudes cardinales: fe, esperanza y amor, por el énfasis que tuvieron en sus pontificados.
El Beato Juan Pablo Magno era llamado comúnmente el “Testigo de la Esperanza” y su pontificado (aunque usando tremendas generalizaciones) estuvo marcado especialmente por la frase que repetía: “¡No tengan miedo!”
El Papa Benedicto XVI ya es reconocido en general por su enseñanza y su tremenda ortodoxia en la fe, no solo a través de sus palabras sino al enfatizar la forma en la que la oración de la Iglesia habla de la Iglesia misma. Él nos recordó la continuidad con la que comprendemos nuestra fe, e incluso nos dejó en medio de un “Año de la Fe”.
Y ahora parece que uno de los énfasis clave del Papa Francisco será la caridad, el amor.
Signos y señales tempranos
Ciertamente nuestros dos grandes Papas se centraron en todas las virtudes cardinales y ciertamente recién estamos conociendo al Papa Francisco, pero aprecio la categorización antes mencionada como un medio de comenzar a entender quién es nuestro actual Santo Padre.
La semana pasada, en esta columna, reflexioné sobre el ministerio de San Pedro y sus sucesores y ahora ya vemos algo que es a la vez igual y diferente, en la forma en que su amoroso ministerio continúa por el Papa Francisco.
Este hombre, de una manera muy particular, ha ofrecido el testimonio de un Apóstol de ser uno con los pobres. Esto atrae los ojos de los medios y de nuestros propios corazones.
El Papa Francisco está señalando, de una forma muy significativa, que quiere despertarnos una vez más de nuestro sueño. Como dije la semana pasada, es la misma forma en la que Jesús tuvo que ir repetidamente hacia Pedro en el Huerto de Getsemaní para sacudirlo de su somnolencia que lo hacía dormirse sobre sí.
De la misma forma, dije, Cristo ha dado a Pedro y a sus sucesores, el mismo ministerio de venir a todos nosotros, los discípulos del Señor, y decir: “Levántense… recen… ¡la hora está pronta!” (ver Mt 26:36-46, y ss.)
El ministerio de los Papas
Y así el Papa Francisco está haciendo esto, así como lo hizo el Papa Benedicto, y como el Beato Juan Pablo II también lo hizo. Fuimos despertados con frecuencia para recordar la esperanza que nuestra fe católica proporciona para nosotros y el mundo, nos recordó que debemos ser un faro en un mundo que está buscando la Verdad.
De la misma manera el Papa Benedicto nos sorprendió al recordarnos que debemos avanzar, no rompiendo con lo que estaba antes, sino siempre en continuidad.
Con el Papa Francisco, seguimos observando, escuchando y leyendo, pero parece que él está diciendo muy claramente, ya, que es un regreso a la oración y a la consideración por los pobres.
La Iglesia no es pura filantropía
Claramente esto se experimenta por el camino del amor por los materialmente pobres, que pueden ser vistos donde quiera que miremos. Sin embargo, como el Santo Padre ha dicho en su primera homilía, tenemos que estar en camino, en nuestra travesía, que es “caminar, edificar y confesar”.
Nuestro cuidado de los pobres no se trata solamente de darles comida, albergue, vestido, etc. Aunque todo se resume en eso, sino que es darles a Jesús a ellos. No estamos llamados solamente al activismo social, sino a una caridad auténtica, a un amor auténtico.
“Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona”, dijo el Papa Francisco. “Acabaremos siendo una ONG que da lástima, pero no la Iglesia, Esposa del Señor”.
El Papa Francisco habló en esa primera homilía sobre la limitada confesión que Pedro, su predecesor, estuvo tentado a dar al Señor, cuando Pedro dijo, quiero confesarte y seguirte, pero no quiero hablar sobre la cruz.
Pero Pedro aprendió eventualmente, y su sucesor del Papa Francisco nos recordó que “cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”.
Cuidando auténticamente a los pobres
En todo esto, tenemos que recordar quiénes somos, tenemos que cuidar de los pobres, no solo construir un mundo en donde la gente sea alimentada con la comida que no perdura, sino un mundo centrado en Cristo, la comida que sí perdura.
Y especialmente en nuestro país, que no experimenta la pobreza tan profundamente como el resto del mundo, tenemos que recordar que no podemos simplemente sostener a los materialmente pobres.
Vienen a la mente las chocantes palabras de la Beata Madre Teresa (de quien nadie puede decir que no amó a los pobres). “Ustedes en Occidente tienen millones de personas que sufren una soledad y un vacío terribles. Se sienten no amados y no deseados. Esta gente no tiene hambre en el sentido físico, pero sí de otra forma. Ellos saben que necesitan algo más que el dinero, pero no saben qué cosa es”.
“Lo que les falta, en realidad, es una relación viva con Dios”.
Vivir como testigos en el Año de la Fe
Estamos en el medio de nuestro Año de la Fe y en medio de la Cuaresma, que pueden ser ambos un medio y una oportunidad para encontrar nuevamente y vivir una relación con Dios en nuestra propia vida e invitar a otros a hacer lo mismo.
De modo particular, he pedido que nos concentremos en la belleza como un medio de evangelización y he dicho desde el comienzo que la única forma de que muchos en esta diócesis sepan como confesar/testimoniar la belleza es a través de la belleza de la caridad.
Seguimos testimoniando la belleza de muchas formas (incluyendo la belleza de nuestro culto y la belleza de que nos importe el mundo a nuestro alrededor) pero a través del ejemplo de nuestro Santo Padre y la inspiración del Espíritu Santo, reexaminemos nuevamente, la forma en la que confesamos la plenitud de la belleza por medio de nuestra caridad, vivida auténticamente.
Llamados a la Verdad, la Belleza y la Bondad
“La Iglesia”, dijo el Papa Francisco el sábado a los periodistas, “existe para comunicar la verdad, la bondad y la belleza ‘en persona’”. “Estamos llamados, no a mostrarnos a nosotros mismos, sino a comunicar esta tríada existencial que conforman la verdad, la bondad y la belleza”.
Cuando llegué aquí a la diócesis de Madison, establecí una declaración de visión para nosotros que dice que “servimos para asegurar que todos los individuos de los 11 condados de la diócesis son invitados cariñosamente cada día a encontrarse con la persona de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, cara a cara, y transformados por él”.
Esa es nuestra misión y nuestro plan incluso hoy. Escuchemos al Sucesor de San Pedo mientras nos llama una vez más a “despertar, rezar… ¡la hora está pronta!”
Despertemos y volvemos a la oración con el Papa Francisco y recemos por él y tomemos nuestras cruces y avancemos en este camino, para que todos alrededor puedan encontrarse con la persona de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, rostro a rostro, y luego ser cambiados por Él.
¡Gracias por darse el tiempo de leer esto y por compartirlo! Muchas bendiciones mientras avanzamos nuestro camino de Cuaresma.
¡Te Adoramos Oh Cristo y te bendecimos porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo!