Esta columna está dirigida a los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia transgrede la intención del Obispo. |
El domingo pasado se llama con frecuencia “·Domingo del Buen Pastor”. La palabra que usan las Escrituras no ha sido realmente bien traducida al inglés, ya que simplemente se dice “bueno”. La palabra en realidad significa “honorable, valioso, noble” o “tan excelente en todo sentido que su bondad es en sí misma hermosa”.
Y, en particular, nuestro Evangelio del domingo (Jn 10:11-18) señala que el pastor está dispuesto a dar la vida por sus ovejas, él es honorable, valioso y noble en su valor, hasta llegar al punto de dar la vida por sus ovejas. Y hacia el final de ese pasaje del Evangelio, Jesús dice: “nadie me ha quitado la vida, entrego mi vida y la vuelvo a tener nuevamente”.
El pastor es realmente un pastor valiente. Y de esa forma, de muchas maneras mientras los años avanzan, espero que podamos llegar a llamar este día el “Domingo del Pastor Valiente”, en honor a la valentía del pastor que es una de las virtudes claves en las que se enfoca lo que nos hace llamarlo “bueno”.
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
El domingo pasado también fue la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que siempre cae en el Domingo del Pastor Valiente. Es un día de oración, en particular, por las vocaciones al sacerdocio. Claro que rezamos para que todos sean fieles y exitosos en descubrir su vocación, pero rezamos especialmente por el aumento de las vocaciones al sacerdocio. El sacerdocio no es una vocación entre muchas. La vocación a ser sacerdotes es la vocación de coordinar a las otras vocaciones en la Iglesia, para reconocerlas, para llamar a seguirlas, ayudar a discernirlas, y para servirlas.
La vocación al sacerdocio tiene que ver con la plenitud de la vocaciones de todos los demás. El sacerdote tiene un llamado especial a discernir y dirigir todas las otras, para que la Iglesia sea así una, para que haya un solo rebaño y un solo pastor. De esa forma, el sacerdote se debe preocupar sobre la recepción de la gracia de todos, tanto como de su propia recepción. Y el sacerdote tiene un buen motivo para esta preocupación sobre cómo cada uno recibe la gracia de Dios, ya que Jesucristo le pedirá cuentas de ello en el Juicio Final.
El sacerdote unifica y alienta al rebaño a la santidad
El sacerdote tiene que hacer lo que sea necesario para construir la unidad en el rebaño y llevarlo a la santidad, para que él mismo pueda recibir “un buen juicio ante la silla del Señor Jesucristo” cuando llegue la hora. Solo al hacer lo mejor que pueda por la santidad de los demás, el sacerdote hace lo mejor por sí mismo. Y para hacer eso en nuestros días hace falta valor.
Cuando buscamos candidatos al sacerdocio al rezar por las vocaciones, estamos buscando hombres valientes en su voluntad para alcanzar la santidad, hablar la verdad, entregar sus vidas. No hay espacio en el sacerdocio actual para ser endeble. No hay lugar para una actitud que solo buscar agradar a la gente, sin importar lo que piensen o lo que quieran. Hoy el sacerdote tiene que ponerse de pie con valor y predicar la Verdad con amor. Tiene que estar dispuesto a ser impopular. Y si eso sucede, tiene que estar abierto a la posibilidad del martirio.
Eso es lo que pasó con San Pedro. En la primera lectura del domingo pasado, San Pedro es visto profetizando que “¡no hay otro nombre dado a los hombres por el cual serán salvados: Jesucristo es el único salvador del mundo!” (Hechos 4, 12). Si alguien dice algo así hoy, se mete en problemas ya que es más políticamente correcto no decir cosas como esas. Pero la Verdad es la Verdad: Jesucristo es el único salvador del mundo, y fuera de Jesucristo, no hay salvación para nadie. Eso es lo que dijo Pedro, como testimonian los Hechos de los Apóstoles, y no sorprende que fuera crucificado por ello al final, por decir esto que es impopular. Pero Pedro era valiente (incluso hasta el punto de querer hacer su crucifixión peor que la del Señor escogiendo ser clavado con la cabeza para abajo).
En la segunda lectura del domingo pasado, tuvimos un hermoso pasaje del Evangelio de Juan: “lo que debemos ser aún no ha sido revelado. Sabemos que cuando sea revelado, seremos como él, porque lo veremos como en verdad es” (1 Jn 3:2).”Lo veremos como Él es, el único Salvador del mundo. Por eso al final del Apocalipsis dice que “todo ojo Lo verá, incluso aquellos que lo atravesaron”. Esto también es parte de la valentía de ser sacerdote.
La persona del sacerdote está en la persona de Jesús y por lo tanto incorporada a Él, para que con Cristo y en Cristo viva una vida de celibato. Nuestro mundo no cree ya en el celibato y en este punto cree que nadie puede vivir sin tener libre acceso al sexo. Asumir una vida que se revela ante esta afirmación y va contracorriente es un acto de valentía.
Nuestro mundo está en tal estado que incluso el gobierno quiere asegurarse de que todo el mundo –incluso las niñas pequeñas– tengan acceso, completamente gratis, a la anticoncepción artificial y la llaman “servicios preventivos”. La medicina preventiva es aquella que protege a alguien de una enfermedad (como una vacuna contra la gripe). ¿Contra qué enfermedad protege la anticoncepción artificial a una mujer? Nuestro gobierno quiere que pensemos que el embarazo es una enfermedad y que en vez de hallar plenitud en la maternidad, una mujer tenga absoluta libertad para ir en contra de la maternidad, como si el fruto de la misma fuera una enfermedad.
La valentía significa defender la verdad moral
Es tiempo de que todos nosotros seamos valientes al admitir la verdad moral sobre la anticoncepción artificial. No es hora de ser tímidos, retraídos o políticamente correctos. Algunas veces la gente viene a mí y me dice: “en mi parroquia no está permitido hablar sobre eso”. Eso es muy triste. ¿Dónde está el signo entonces del pastor valiente?
Es precisamente el don de Dios del celibato el que sostiene al sacerdote tan cerca de Cristo. El sacerdote es valiente al entregar su vida y al vivir plenamente para el mundo por venir, en el que “no hay matrimonio y nadie se casa” (Mt 22,30), sin importar las consecuencias que le pueda acarrear en este mundo. El sacerdote está llamado a defender la verdad, como un pastor valiente.
Enseñé en la Universidad durante 11 años y aún disfruto mucho trabajar con gente joven. Y los jóvenes quieren ser desafiados para ser valientes. Si no tienen este desafío en pos de la valentía, dicen “bueno, puedo pensar en otras cosas por hacer en mi vida. No voy a entregar mi vida ni renunciar al matrimonio para ser un mediocre. Buscaré la excelencia en algún otro lugar”. Quieren alcanzar esa valentía y una de las formas con las que promovemos las vocaciones es diciéndoles que esperamos esa valentía en nuestros sacerdotes. Toma mucho valor vivir alegremente la vida del celibato sacerdotal, la mejor manera de probar de que el mundo de Dios existe.
Las vocaciones están aumentando en número cada año, gracias a Dios, y gracias a sus buenas oraciones. Ahora es tiempo de que exijan valentía en el sacerdocio porque nada más que esa voluntad hará que la Iglesia de Cristo pase los tiempos difíciles que están por venir.
Gracias por leer esto. ¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado!