Conclusión de nuestra publicación de la serie del documento de la USCCB sobre “El misterio de la Eucaristía en la vida de la Iglesia” (2021) — somos enviados en la Eucaristía.
Enviados
56. El papa Benedicto XVI nos recordó que “no podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento. Éste exige por su naturaleza que sea comunicado a todos”. No somos los únicos necesitados del amor que Cristo nos ha mostrado. Estamos llamados a ayudar al resto del mundo a experimentarlo. “Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él. Por eso la Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de la Iglesia; lo es también de su misión”. Jesús es enviado por el Padre para la salvación del mundo. Al final mismo de la celebración de la Eucaristía, nosotros, que hemos recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo y hemos sido incorporados más profundamente en su Cuerpo Místico, somos igualmente enviados a anunciar la Buena Nueva para la salvación del mundo: “Vayan en paz, glorificando al Señor con su vida”.
57. El papa Francisco ha insistido en que la evangelización — difundir la Buena Nueva de Jesucristo — es una tarea de todos los miembros de la Iglesia, no de unos pocos especialistas: Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. El Papa nos exhorta a todos a convertirnos en discípulos misioneros: “Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos ‘discípulos’ y ‘misioneros’, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’”. Lo esencial no es que uno tenga una formación avanzada, sino que uno descubra a través de Cristo el amor que Dios tiene por nosotros, y que uno desee llevar a otros a ese mismo descubrimiento gozoso: “Si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo”. Todo lo que se necesita es que alguien que ha conocido ese amor, el amor que se muestra de la manera más preeminente en la Eucaristía, se lo relate a otras personas.
“Todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida. Tu corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a los otros”.
58. Hemos ofrecido estas reflexiones sobre la fe eucarística y la práctica de la Iglesia como punto de partida. Hay mucho más que se podría decir, pero lo más importante es que penetremos más profundamente por la fe y el amor en este gran Misterio de Misterios. Pidamos todos al Señor que nos llame a un tiempo de renovación eucarística, un tiempo de oración y reflexión, de actos de caridad y de sincero arrepentimiento. El Señor está con nosotros en el Misterio Eucarístico celebrado en nuestras parroquias y misiones, en nuestras hermosas catedrales y en nuestras capillas más pobres. Él está presente y se acerca a nosotros, para que nosotros podamos acercarnos a él. El Señor es generoso con nosotros con su gracia; y así nosotros, por su gracia, siempre debemos pedirle humildemente que nos dé lo que necesitamos.
59. Yo soy el Alfa y la Omega, nos dice Cristo Resucitado, el principio y el fin. Al sediento le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida (Ap 21, 6). Hermanos y hermanas, tengamos sed del Señor que primero sufrió sed por nosotros (véase Jn 19, 28). ¡Adoremos a Jesús que permanece siempre con nosotros, en todos los altares del mundo, y llevemos a otros a compartir nuestra alegría!