Continuando con nuestra publicación de la serie del documento de la USCCB sobre “El misterio de la Eucaristía en la vida de la Iglesia” (2021), continuamos la reflexión sobre la conversión.
48. También debemos tener en cuenta que “la celebración de la Eucaristía no puede ser el punto de partida de la comunión, [sino] que la presupone previamente, para consolidarla y llevarla a perfección”. La Eucaristía es el sacramento de la comunión eclesial, ya que a la vez significa y realiza más plenamente la comunión con Cristo que comenzó en el Bautismo. Esto incluye la comunión en su “dimensión visible, que implica la comunión en la doctrina de los Apóstoles, en los Sacramentos y en el orden jerárquico”. Asimismo, la recepción de la Sagrada Comunión implica la comunión con la Iglesia en esta dimensión visible. Repetimos lo que los obispos de los Estados Unidos afirmaron en 2006: “Sin embargo, si un católico en su vida personal o profesional rechazara, a sabiendas y obstinadamente, las doctrinas definidas de la Iglesia, o a sabiendas y obstinadamente repudiara sus enseñanzas definitivas sobre cuestiones morales, entonces estaría disminuyendo seriamente su comunión con la Iglesia. La recepción de la Sagrada Comunión en tal situación no estaría de acuerdo con la naturaleza de la celebración eucarística, así que dicha persona debería abstenerse”.
La recepción de la Sagrada Comunión en tal situación también podría causar escándalo a otros, debilitando su determinación de ser fieles a las exigencias del Evangelio.
49. La comunión con Cristo y su Iglesia implica, por consiguiente, tanto la “comunión invisible” (estar en estado de gracia) como la “comunión visible”. San Juan Pablo II explicó: “El juicio sobre el estado de gracia, obviamente, corresponde solamente al interesado, tratándose de una valoración de conciencia. No obstante, en los casos de un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al Sacramento, no puede mostrarse indiferente. A esta situación de manifiesta indisposición moral se refiere la norma del Código de Derecho Canónico que no permite la admisión a la comunión eucarística a los que ‘obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave”.
Es responsabilidad especial del obispo diocesano trabajar para remediar situaciones que impliquen acciones públicas en desacuerdo con la comunión visible de la Iglesia y la ley moral. En efecto, el obispo debe velar por la integridad del sacramento, la comunión visible de la Iglesia y la salvación de las almas.
50. Antes de recibir la Sagrada Comunión, debemos hacer un buen examen de conciencia para asegurarnos de que estamos debidamente dispuestos a recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Si descubrimos que hemos roto la comunión con Cristo y su Iglesia, no estamos debidamente dispuestos a recibir la Eucaristía. Sin embargo, no debemos desesperarnos, ya que el Señor en su misericordia nos ha dado un remedio. Él nos ama y desea profundamente perdonarnos y restaurar nuestra comunión con él. En la primera noche de Pascua, Jesús Resucitado dio a los Apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar los pecados y de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Dio a la Iglesia el Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación cuando sopló sobre los Apóstoles y les dijo: Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar (Jn 20, 22-23). Cada vez que pecamos, tenemos esta hermosa oportunidad de ser renovados y fortalecidos por la gracia de Dios. Si hemos pecado gravemente, el sacramento nos brinda la oportunidad de recuperar el don de la gracia santificante y ser restaurados a la plena comunión con Dios y la Iglesia. Todo lo que el sacramento requiere de nosotros como penitentes es que tengamos contrición por nuestros pecados, resolvamos no volver a pecar, confesemos nuestros pecados, recibamos la absolución sacramental y hagamos la penitencia asignada. Exhortamos a todos los católicos a una renovada apreciación de este maravilloso sacramento en el que recibimos el perdón y la paz del Señor. En palabras del papa Francisco, decimos a todos los católicos de nuestro país: “No tengan miedo de ir al Sacramento de la Confesión, donde encontrarán a Jesús que los perdona”.