Bendeciré al Señor en todo tiempo, no cesará mi boca de alabarlo. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. Engrandezcan conmigo al Señor y ensalcemos a una su nombre. Busqué al Señor y me dio una respuesta y me libró de todos mis temores. (Salmo 34:1-5)
¡Feliz Día de Acción de Gracias a todos en nuestra comunidad hispana/latina y a todas las familias de la diócesis de Madison!
En esta época tan especial en la cual nos reunimos en familia y damos gracias a Dios por nuestra vida, por nuestros hogares, por nuestros alimentos, por nuestro trabajo, y por nuestros familiares y amigos, tengamos presentes que siempre debemos invitar al Señor a que participe en nuestra vida y relaciones con los demás. Cristo mismo nos recuerda en la escritura, de manera ejemplar con sus discípulos, la importancia de la unión con Dios y la bendición y la participación de Dios en nuestras fiestas, reuniones y conversaciones con la familia. Durante este tiempo también, como nos dice el salmo 34 “engrandezcan conmigo al Señor,” nosotros estamos todos llamados a darle las gracias y la gloria solo al Señor quien provee diariamente para nosotros diariamente las cosas que necesitamos.
Pero el Día de Acción de Gracias y todos los días de nuestras vidas no solamente están centrados en nuestro agradecimiento hacia Dios. Como católicos “no sólo debemos celebrar [este día] con profundo espíritu de oración, agradecimiento y alegría, sino que la celebración de este día nos debe llevar a recordar que nuestra vida como católicos es una constante acción de gracias. A través de nuestros actos de la vida cotidiana, que deben todos ellos dar gloria a Dios, y de manera especial a través de la celebración de la Eucaristía,” como nos comparte el Arzobispo Gómez, presidente de la Conferencia Católica de Obispos de los EEUU.
¿Cómo podemos en nuestra vida cotidiana ser el rostro de Cristo? Pensemos en este día y todos los días, mientras comenzamos el Adviento y durante la Navidad, en las palabras que decimos, en los pensamientos que cargamos, en las decisiones y acciones que tomamos. Éstas deben llevar el rostro de Cristo. Estamos llamados, como discípulos, a respirar y vivir el evangelio con una valentía centrada en la oración, la verdad, el amor, la esperanza, y el agradecimiento. ¿Han escuchado decir que las personas más alegres son aquellas quienes tienen un corazón y una vida llena de agradecimiento?
Entonces en este Día de Acción de Gracias, en este adviento que comienza, vivamos una vida de agradecimiento, que cada paso que tomemos sea un reflejo de Cristo, un servicio y sacrificio hacia Él, quien nos amó en la cruz y nos sigue amando. Nunca sabemos quiénes en nuestra vida nos observan, y tratan de imitar el gran ejemplo de Cristo que somos: “mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren” (Salmo 34:3).
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