Redacción de ACI Prensa (La Agencia Católica de Informaciones)
Al finalizar la Semana Santa aparece la tradición del conejo y los huevos de Pascua, y muchos católicos se preguntan si estos símbolos tienen alguna relación con la fe. Esta duda podría deberse al proceso de secularización que ha ido quitando el carácter cristiano a estos elementos.
El huevo de Pascua
El huevo era considerado por los primeros cristianos como símbolo de la Resurrección de Jesús. En la Edad Media, cuando llegaba la Pascua, los huevos se pintaban de colores y se consideraban objetos muy preciados.
En el siglo XVII el Papa Pablo V bendijo el huevo en una plegaria, quizás para dejar la prohibición decretada por la Iglesia en el siglo IX de no consumirlos durante la Cuaresma.
La llegada de la Pascua suponía el levantamiento de la norma. Se puede decir que se realizaba el “festín del huevo”, porque representaba el regocijo y la vuelta a la alegría. Con el tiempo se levantó el veto y se mantuvo la costumbre de celebrar la Pascua consumiendo y regalando huevos.
A través de su reflexión cotidiana “Punto de Vista”, el director del Grupo ACI, Alejandro Bermúdez, explicó que, en algunos países de Europa, como Italia, en el Domingo de Ramos muchas familias llevan huevos a la iglesia para bendecirlos y consumirlos en el Domingo de Resurrección.
También, comentó, que en las iglesias de Estados Unidos los niños realizan una búsqueda de huevos de chocolate o de plástico con golosinas dentro. “Se hace en un clima pascual, es por el gozo de la resurrección del Señor, que es dulce. Para ellos es un día especial porque sus padres no batallan con ellos por comer dulces, sino que lo permiten. Entonces hay un poder catequético en estos símbolos”.
Alejandro Bermúdez también resaltó que el huevo y el conejo de Pascua son “símbolos que no podemos rechazar, sino recuperarlos” en su contenido cristiano.
El conejo de Pascua
En el caso del conejo de Pascua, indicó que este proviene del hecho que antiguamente la figura de la liebre silvestre se utilizaba como recurso de catequesis para hablar sobre cómo debía ser el camino del cristiano hacia la resurrección.
Las patas traseras de la liebre son grandes, poderosas y sirven para ascender por terrenos empinados. En cambio, las patas delanteras son pequeñas y débiles.
“Esas patas hacen que al conejo le sea fácil ascender y difícil descender. Esto era utilizado para representar el camino de la vocación del cristiano. Debe ser reacio y difícil a ir hasta abajo en su vida moral y a la vez debe ser pronto, presto y ágil para ir hacia arriba, hacia la resurrección del Señor”.
Los Papas y los huevos de Pascua
En el año 2009, el Papa Benedicto XVI envió cientos de huevos de Pascua a los niños víctimas del terremoto que sacudió la ciudad de L’Aquila, en el centro de Italia, que dejó un saldo de 300 muertos.
En el 2012, un grupo de artesanos de la localidad italiana de Cremona obsequiaron a Benedicto XVI un huevo de Pascua de chocolate que medía 2 metros y medio de alto y pesaba 250 kilos. El Pontífice recibió el regalo y lo donó a los jóvenes recluidos en la correccional Casal del Marmo de Roma.
Por su parte, en el año 2014 el Papa Francisco envió 150 huevos de Pascua al Hospital Pediátrico Bambino Gesù (Niño Jesús) para alegrar a los niños enfermos de cáncer. Y en el 2017 envió varios paquetes con huevos de Pascua a los niños que están en el centro de acogida de Cáritas Roma.