Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
“La noche viene cuando nadie puede trabajar”, escuchamos en la lectura del Evangelio el domingo pasado (Jn 9:4).
Jesús les dice a sus discípulos: hagan las obras de Dios mientras es de día, porque “la noche viene cuando nadie puede trabajar”.
Nadie puede trabajar y, debo agregar, nada funciona. Y sugeriría demás que la noche ya ha llegado.
Hemos celebrado el domingo al que llamamos “Domingo de la alegría” y nos damos cuenta de que tenemos que alegrarnos en la verdad. Dios nos da la gracia de alegrarnos en la verdad. Y la verdad es que la noche ha llegado y nada y nadie funciona, ¡pero la espléndida Luz de la Resurrección hará que la noche sea tan brillante como el día!
La historia del ciego de nacimiento, al que vemos en la lectura del Evangelio, es en muchas formas una alegoría de nuestra propia cultura y de nuestra propia sociedad. Es una cultura y una sociedad de muerte. Una cultura en la que ha descendido la noche y en la que nada funciona.
Vivir de acuerdo a la ley de la razón
Para que una vida en democracia funcione, debemos tener un punto de inicio como gente que comienza a vivir sus vidas: un punto de inicio que pertenece a toda la gente, sin importar su religión.
Y con ese propósito, Dios el Creador nos da un punto de inicio. Él escribió a ley de la razón en nuestras mentes y nuestros cuerpos para que tuviésemos un punto de inicio común y a la gente pudiera confiársele el ser libre.
Incluso al margen de las leyes que la sociedad civil hace, Dios da el don de la razón y los dones –fortaleza y valor– para seguir la ley de la razón.
Pero ahora vivimos en una sociedad que abrumadoramente quiere elegir la muerte. La sociedad elige el aborto a gran escala. La sociedad elige la anticoncepción artificial casi a escala universal y la sociedad está, cada vez más y más y con una gran mayoría, optando por apoyar las uniones del mismo sexo. Todas esas cosas son contrarias a la ley de la razón y por eso no tenemos un punto de inicio para el diálogo.
Creemos en el diálogo, pero el diálogo requiere un punto de inicio común, de otra forma solo es ruido y nos encontramos “solo con bulla” en este país y en esta cultura.
Especialmente significativa ahora mismo es la presión de mucha gente, incluso muchos católicos, para regularizar las uniones del mismo sexo. La votación sobre esta realidad es clara y bien conocida. Nosotros tratamos de responder de una forma amorosa y compasiva a esta presión – defendiendo la dignidad de todos los seres humanos – mientras apelamos a lo que dicta la razón sobre este asunto.
Cuando tratamos de responder de modo compasivo y amoroso, nos dicen intolerantes. Nos dicen promotores del odio. Se nos acusa de promover un discurso de odio. En Canadá ya es un delito afirmar públicamente que la ley es lo que el Creador ha escrito en las mentes y los corazones de los seres humanos.
En una cultura en la que es un crimen mostrar el mensaje que tenemos del Creador, es claro que la sociedad y la cultura de hecho desprecian al Creador.
Cuando hay tal odio y desprecio por el Creador y Su plan, entonces realmente es de noche porque una vez que el Creador y su ley son despreciados, nadie y nada puede funcionar.
Ver a través de la ceguera y la oscuridad
Todos somos como el ciego de nacimiento.
A través del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, recibimos nuestra visión, recibimos la vista y proclamamos. En estos días de oscuridad en nuestra propia sociedad, ¿qué sucede cuando tratamos de proclamar la luz?
Nuestra cultura estadounidense y la sociedad nos echa como los fariseos lanzaron al ciego de nacimiento fuera de la sinagoga. Entonces, también, la sociedad y cultura estadounidenses nos han echado. Ya no somos tolerados. Vamos a ser perseguidos y nuestra libertad religiosa va a ser restringida. La noche ha llegado y nada ni nadie funciona.
Los que han descubierto a Cristo son los que eran ciegos interiormente y ahora ven, pero la gran mayoría de gente en nuestra cultura y en nuestra sociedad se han vuelto interiormente ciegos. Se han sumergido en la oscuridad y la noche los ha envuelto. Son aquellos que, a través de elecciones y decisiones en los tribunales, están echándonos poco a poco de su cultura y su sociedad. Esa es la forma que tiene que ser.
Se están volviendo ciegos interiormente, y entonces los que sí pueden ver interiormente destacan. Pero una vez que lo hacen, luego es necesario castigarnos: nos hemos convertidos en seres marginales. Cuando nos referimos a unos de estos casos – especialmente el de las uniones del mismo sexo – estoy seguro de que nuestros argumentos son fuertes y válidos y, sin embargo, sé con certeza que no funcionan, porque nadie puede trabajar y nada puede funcionar cuando es de noche. Pero nunca nos rendiremos para dar esperanza porque tenemos la victoria en la Resurrección de Jesucristo.
Nunca rendirse en cuanto a la belleza del matrimonio.
Acabamos de celebrar el Domingo de la alegría.
Nunca nos rendimos para dar esperanza y la forma en la que mostramos eso es proclamando la belleza del matrimonio. Lo hacemos con dos cosas sencillas: Dios creó el matrimonio y Dios creó hombre y mujer para el matrimonio.
El matrimonio es Su designio para la unidad y la fertilidad humanas. Esta es la razón que está inscrita en el corazón humano.
Si se mira la anatomía masculina y la femenina, no hace falta un coeficiente intelectual brillante para descubrir que el hombre y la mujer pueden ser una sola carne. No hace falta un doctorado para ver lo que sucede y contemplar que puede haber la unión de una sola carne: una unión que es feliz y que es placentera.
Esta unión es correctamente llamada amor por el abandono de uno mismo y la aceptación de la vulnerabilidad que involucra. ¡Es una unión hermosa! Y es además una unión en la que Dios puede generar nueva vida en el mundo, de acuerdo a Su propia voluntad.
Cuando él los llama al matrimonio, Dios le de al hombre y la mujer el maravilloso don de ser colaboradores con Él en el espacio que Él ha creado para Sí y en el que puede crear nueva vida humana. Por eso el matrimonio es el mayor bien humano. El espacio de la intimidad sexual es tan sagrado que Dios lo usa, con el esposo y la esposa, para traer nueva vida al mundo. Eso es algo hermoso y sagrado.
Al expresar ese amor entre esposo y esposa, su amor es tan fuerte que por el poder de Dios y de acuerdo a Su voluntad, ese amor es tan fuerte que da vida.
¡Eso es hermoso! Es una realidad hermosa y creo que necesitamos tener esperanza de que esa belleza del verdadero matrimonio pueda sobreponerse a la oscuridad que nos ha hecho caer en la noche.
Tenemos que darnos cuenta de cuán hermoso es el matrimonio y tenemos que hablar sobre la belleza del matrimonio. Tenemos que hablar sobre el hecho que constituye un llamado valioso de la dignidad de la persona humana y que bien vale la pena la colaboración del hombre y la mujer.
Dios llama al hombre y a la mujer al matrimonio. Dios no llama, de acuerdo a Su plan, a dos hombres o dos mujeres para que se casen. Simplemente no lo hace.
Ir adelante con esperanza
Todo el mundo sabe lo que creemos y saben cuáles son nuestros argumentos, pero es de noche, entonces nada ni nadie funciona. Estas realidades son incluso evidentes en la biología humana, pero son consideradas políticamente incorrectas e incluso odiosas.
Y así, todos los días, los que tratan de sostener esas realidades son cada vez más marginados. Pero la esperanza en la Resurrección del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía es tan fuerte que aún seguimos adelante con gran esperanza, afirmando la verdad de la belleza del matrimonio de acuerdo al plan de Dios.
Ninguna misión en la Iglesia hoy en Estados Unidos es más importante, porque si perdemos el significado del matrimonio, perdemos la democracia y perdemos nuestra cultura.
La voluntad de Dios es clara y ahora hacemos bien en enfatizar este aspecto hermoso. La gente sabe que estamos “en contra”. Ellos han escuchado los argumentos, pero los argumentos no funcionan.
La belleza –la belleza del matrimonio– es lo que necesita ser anunciado, día tras día, como la expresión y la razón de nuestra esperanza en Cristo, porque cualquier persona confrontada con la belleza absoluta no dará la espalda. Esa tiene que ser siempre nuestra esperanza.
Entonces durante estos días finales de Cuaresma, hagamos esa proclamación de la belleza, especialmente la belleza del matrimonio. Recemos para que donde haya oscuridad se haga la luz, y sabemos que habrá como sabemos con certeza que en la Vigilia Pascual estará el cirio Pascual y la proclamación “¡esta es la luz de Cristo!”
¡Alabado sea Jesucristo!