Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la diócesis de Madison. Cualquier divulgación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
En el Evangelio del pasado domingo escuchamos sobre Bartimeo (Mc 10:46-52). Bartimeo no era ciego de nacimiento, a diferencia del hombre en el cuarto capítulo del Evangelio según Juan. Bartimeo vio por muchos años y luego perdió la vista y por ello sabía qué era lo que no tenía. Y además de perder la vista, por su ceguera fue reducido a mendigar, y por esa razón era tratado como alguien que había perdido su dignidad humana.
En la historia del Evangelio, Bartimeo estaba sentado allí, en su miseria, y se acercó Jesús. Bartimeo no puede controlarse porque, de repente, la esperanza invade su miseria, y le grita a Jesús. Pese a que algunos quieren que Bartimeo se quede en silencio, Jesús lo llama y le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?” Bartimeo, que hablaba en forma directa, respondió: “Señor, quiero ver”. Bartimeo recibe el don de ver, ¿y qué hace? No regresa a su vida antigua. Ahora con vista, inmediatamente sigue a Jesús.
De eso se trata la Nueva Evangelización durante el Año de la Fe. Mucha gente una vez vio, pero se ha vuelto ciego. El problema es que no lo saben como para decir, “quiero ver”. Pero nosotros somos los instrumentos de la esperanza de Jesucristo que los mueve a decir eso. Y tenemos un gran problema en nuestro país y en nuestra sociedad con la gente, incluyendo a muchos católicos, que simplemente no quieren ver.