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Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
La semana pasada en mi columna hablé sobre la conciencia y me gustaría volver a ella, ya que el Evangelio del domingo pasado contiene el mismo mensaje.
La conciencia debe siempre llevarnos a la perfección. “Sean perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial (Mt 5:48)”, es la exhortación de nuestro Señor en el Evangelio del domingo pasado. Una conciencia correctamente formada nunca te dice “¿Qué es lo mínimo que debo hacer para llamarme todavía católico?”
La conciencia no nos hace minimalistas
La conciencia no abre la puerta del minimalismo. No es una herramienta para que digamos “¿Cómo puedo permitirme hacer lo mínimo?”
La conciencia abre la puerta a la perfección, a lo heroico, a lo máximo, porque la conciencia bien formada sirve como un radar que busca la verdad, por medio de la cual elegimos seguir la ley del Señor.
Como dije, necesitamos mucho difundir la palabra sobre la conciencia, y las lecturas del domingo pasado realmente nos ayudan con un detalle sobre cómo hacer eso.
Si vamos a difundir la buena palabra sobre la conciencia, eso significa que vamos a tener que corregir a otros, especialmente a nuestros hermanos y hermanas que son católicos. Sabemos que eso no es fácil.
Lo que es fácil, cuando buscamos informar las conciencias de otros, es que parezca como si estuviéramos juzgando a la persona misma. Tenemos que evitar ese juicio del individuo, pero no tenemos que dudar en ayudarlos, al ofrecerles la verdad sobre sus acciones.