“Con el Señor hay misericordia y plenitud de redención (Salmo 130:7)”, nos recordaba el salmo responsorial del domingo pasado y estos son los pensamientos a los que debemos volcar nuestras mentes y corazones mientras llegamos a la Semana Santa, Pascua y a la celebración de Su Divina Misericordia.
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Encontrando a esperanza y luz en la oscuridad
Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
“La noche viene cuando nadie puede trabajar”, escuchamos en la lectura del Evangelio el domingo pasado (Jn 9:4).
Jesús les dice a sus discípulos: hagan las obras de Dios mientras es de día, porque “la noche viene cuando nadie puede trabajar”.
Nadie puede trabajar y, debo agregar, nada funciona. Y sugeriría demás que la noche ya ha llegado.
Hemos celebrado el domingo al que llamamos “Domingo de la alegría” y nos damos cuenta de que tenemos que alegrarnos en la verdad. Dios nos da la gracia de alegrarnos en la verdad. Y la verdad es que la noche ha llegado y nada y nadie funciona, ¡pero la espléndida Luz de la Resurrección hará que la noche sea tan brillante como el día!
La historia del ciego de nacimiento, al que vemos en la lectura del Evangelio, es en muchas formas una alegoría de nuestra propia cultura y de nuestra propia sociedad. Es una cultura y una sociedad de muerte. Una cultura en la que ha descendido la noche y en la que nada funciona.
Rezar, examinar la conciencia, guiar a otros
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Queridos amigos:
Esta semana llegamos a la Cuaresma y respecto a esto quisiera pedirles algunas cosas:
1) Recemos el uno por el otro. Sepan que pueden contar con mis oraciones, así como yo las renuevo cada día por cada una de las personas de la diócesis, cada bendito día, les pido que traten de recordarme a mí también.
2) Si quieren, por favor vuelvan a leer mis columnas de las dos semanas pasadas – sobre la conciencia y la corrección fraterna (están disponibles en el sitio web del Madison Catholic Herald — http://www.madisoncatholicherald.org/espanol.html — si es que ya ha leído los números anteriores).
Dense un poco de tiempo para reflexionar al respecto, para examinar su propia conciencia. Dense un buen espacio para eso en esta Cuaresma y piensen en los cambios que pueden hacer en sus propias vidas: de acuerdo a una conciencia bien formada por la Iglesia y orientada hacia la Verdad.
La Iglesia necesita la “dinámica” de la corrección fraterna
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Queridos amigos:
La semana pasada en mi columna hablé sobre la conciencia y me gustaría volver a ella, ya que el Evangelio del domingo pasado contiene el mismo mensaje.
La conciencia debe siempre llevarnos a la perfección. “Sean perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial (Mt 5:48)”, es la exhortación de nuestro Señor en el Evangelio del domingo pasado. Una conciencia correctamente formada nunca te dice “¿Qué es lo mínimo que debo hacer para llamarme todavía católico?”
La conciencia no nos hace minimalistas
La conciencia no abre la puerta del minimalismo. No es una herramienta para que digamos “¿Cómo puedo permitirme hacer lo mínimo?”
La conciencia abre la puerta a la perfección, a lo heroico, a lo máximo, porque la conciencia bien formada sirve como un radar que busca la verdad, por medio de la cual elegimos seguir la ley del Señor.
Como dije, necesitamos mucho difundir la palabra sobre la conciencia, y las lecturas del domingo pasado realmente nos ayudan con un detalle sobre cómo hacer eso.
Si vamos a difundir la buena palabra sobre la conciencia, eso significa que vamos a tener que corregir a otros, especialmente a nuestros hermanos y hermanas que son católicos. Sabemos que eso no es fácil.
Lo que es fácil, cuando buscamos informar las conciencias de otros, es que parezca como si estuviéramos juzgando a la persona misma. Tenemos que evitar ese juicio del individuo, pero no tenemos que dudar en ayudarlos, al ofrecerles la verdad sobre sus acciones.
La conciencia debe ser ‘un radar que busca la verdad’
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Queridos amigos:
Hay un gran servicio a la humanidad que se está perdiendo. Se pierde en la sociedad y se trata con guantes de seda incluso en la Iglesia. Este servicio es ayudarse unos a otros para formar y seguir la conciencia.
Tan perdido está este servicio que rápidamente se ha convertido en ilegal. Me gustaría estar hablando exageradamente, pero tristemente no es así. Ayudar a otros a formar sus conciencias significa decir que esto o lo otro está mal. Y decir que ciertas cosas están mal se ha convertido en algo muy peligroso y de hecho, en algo casi ilegal en nuestro país, y ya es ilegal en Canadá.
Sin embargo, siempre y en todos lados está el derecho y la responsabilidad de la Iglesia, y de los padres, y de los buenos vecinos, de ser testimonio de la ley del Señor, hablar la Verdad como está escrita en nuestros corazones, y ayudar a otros a formar sus conciencias.
De hecho, hay pocas cosas que sean más importantes porque, como veremos, es el camino que debemos seguir para buscar y atraer las bendiciones en esta vida y en la vida por venir.
Cristo llama al laico a ser “sal y luz”
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Queridos amigos:
La semana pasada estuve en Jackson, Mississippi (unas 36 horas) Ahora, ¿por qué fui allá? ¿Fue porque nunca había estado en Mississippi y nunca había probado ese modo particular de cocina sureña?
Bueno, admitiré que eso también lo tenía en mente… pero nunca habría hecho ese viaje especial solo por esa razón. Fui a Jackson para la ordenación de su nuevo Obispo, Monseñor Joseph Kopacz.
Obispo de la misma parroquia de casa
El Obispo Kopacz es un gran sacerdote, unos cuatro años más joven que yo, con quien crecí en la misma parroquia de casa cerca a Scranton, Pennsylvania — St. Anthony’s en Dunmore.
Imagínense: dos obispos de la misma generación de la misma parroquia. Si pueden, les pido sus oraciones por él al comenzar su ministerio en Jackson.
Además de compartir algo de mi semana, menciono este viaje porque el Obispo Kopacz eligió como su lema episcopal “Hágase la luz”.
Esas fueron las primeras palabras de Dios en las Escrituras. “¡Hágase la luz!” Así de importante es la imagen de la luz en nuestra fe que las primeras palabras de la Escritura y que vienen de la boca del Padre se refieren a la luz.
Nuestro sufrimiento nos acerca a Cristo
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Queridos amigos:
Han estado en el corazón de mis oraciones en los días y semanas recientes. Además de mis oraciones habituales por su crecimiento en las virtudes de la fe, la esperanza y el amor, he rezado por su seguridad y calor, ¡así como por su alegría en estos días frígidos!
He sido muy afortunado al tener un tiempo de descanso y renovación en climas más cálidos, como casi siempre que recibo esta bendición en enero. (Hay muchas cosas por las que estoy agradecido a mi predecesor, el Obispo Bullock, pero a nivel persona, ¡siempre le agradeceré sus sabios consejos como el hecho de que tome mis vacaciones en enero y no en el verano!) No doy por descontado por un minuto las bendiciones que he recibido. Estoy agradecido y esperanzado porque esos momentos de descanso me preparan más para mi servicio.
Y así creo que es con algo de ironía que el Señor ha fijado mi atención en las siguientes tres palabras o frases de nuestras lecturas del domingo pasado: purificación, sufrimiento y signo de contradicción. Y cada una de esas palabras acompañan las lecturas, en orden. Sobre la purificación se habla en la primera lectura, Mal 3,1-4; del sufrimiento en la segunda lectura, Hb 2,14-18; y sobre ser “signo de contradicción” habla la lectura del Evangelio: Lc 2, 22-40.
Encontrar a Cristo a través de los cambios de la vida
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Queridos amigos:
La gente que caminaba en la oscuridad ha visto una gran luz;
Sobre los que vivían en la tierra de penumbra, una luz ha brillado.
¡Les has dado abundante alegría y gran regocijo!
(IS 9:1-2)
El Señor nuestro Dios realmente nos ha traído abundante alegría y regocijo en la persona de Jesucristo. Es una alegría y una luz que disipa toda oscuridad, y es una alegría y una luz que tiene que compartirse. ¡Es la alegría y la luz de nuestro Evangelio!
Muchos de ustedes seguramente han escuchado de la exhortación apostólica del Papa Francisco, lanzada al final de nuestro Año de la Fe, que terminó hace un mes.
La exhortación se titular Evangelii Gaudium, la alegría del Evangelio, y comienza así: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (EG, 1)”.
Viviendo la alegría del Evangelio
El propósito de la exhortación, explica el Papa Francisco, es urgir a los fieles cristianos a vivir la alegría del Evangelio y aplicarnos nuevamente para compartir ese Evangelio y esa alegría. Que el documento sea una carta de aliento es un importante primer dato.
En años recientes nos hemos acostumbrado a los documentos consistentes (usualmente encíclicas) del Beato Juan Pablo el Grande y el Papa Benedicto.
Esas encíclicas son documentos del magisterio sobre la doctrina de la Iglesia. Y antes, cuando se tenía un documento sobre doctrina, la respuesta adecuada era darle el asentimiento voluntario y decir, “sí, esa es la doctrina”.
El Papa Juan Pablo fue un gran filósofo y también un gran teólogo. El Papa Benedicto es un gran teólogo y también un gran filósofo. Hemos tenido por mucho tiempo, unos 35 años, documentos de papas que nos enseñan sobre la doctrina. No podrían ser más claros.
Dejemos que la alegría del Señor sea nuestra fortaleza
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Queridos amigos:
En estos últimos días del Adviento, antes de nuestra alegre celebración de la Encarnación de Cristo y del tiempo de Navidad, hemos probado algo de la alegría (en este tiempo penitencial) con el domingo de Gaudete.
En el libro de Nehemías, pero también en el libro de las Crónicas, hay una oración que dice simplemente: “Dejemos que la alegría del Señor sea nuestra fortaleza” (Neh 8:10).
De hecho, en muchas de las traducciones de la Misa (en español e italiano, por ejemplo) la frase se inserta en la despedida final. “La Misa ha terminado, que la alegría del Señor sea nuestra fortaleza, podemos ir en paz”.
Antes de la nueva traducción en inglés, yo mismo usaba esa despedida. El Beato Juan Pablo II nunca dejaba de usarla cuando celebraba Misa en privado. “Que la alegría del Señor sea nuestra fortaleza, podemos ir en paz”, que es la actitud perfecta con la que debemos salir de Misa.
“Dejemos que la alegría del Señor sea nuestra fortaleza” resume la idea de la primera lectura del pasado domingo (Is 35:1-6a, 10). Celebramos que irrumpe la alegría e inmediatamente escuchamos “fortalezcan sus débiles rodillas”, “fortalezcan sus débiles rodillas”, “¡sean fuertes, no teman!” La alegría y la fortaleza van juntas. ¡Dejemos que la alegría del Señor sea nuestra fortaleza`!
¿Por qué el temor de Dios es un don esencial?
Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
El domingo pasado – nuestro segundo de Adviento – seguimos leyendo del profeta Isaías cuando anunció la venida de Jesús. Escuchamos sobre la venida del Mesías y cómo “el Espíritu del Señor vendrá sobre Él Is 11:2)” en la primera lectura. El Espíritu del Señor trae el Espíritu de la sabiduría y de inteligencia, de consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Los que somos más viejos seguramente recordamos que estos son los siete dones del Espíritu Santo: que todos hemos recibido en nuestra Confirmación, también. Pero los que no son lo suficientemente mayores seguramente tuvieron que memorizarlos del Catecismo Baltimore. Los memorizamos porque eran (son) donde tremendamente esenciales para nosotros: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.