Esta columna es la comunicación del Obispo con los fieles de la Diócesis de Madison. Cualquier circulación más amplia va más allá de la intención del Obispo. |
Queridos amigos:
Supongo (luego de toda la cobertura aquí, así como con el buen y justo artículo de Doug Erickson en el State Journal) que no es una sorpresa para ustedes que he cumplido 10 años como Obispo de Madison.
Estoy muy agradecido a Dios por haberme dado la bendición de estos 10 años de servicio en esta Iglesia local y estoy muy agradecido a todos ustedes. Gracias por sus oraciones, su fe, su aliento y, sí, su crítica constructiva durante estos años. Dios mediante, estaré otros diez años más con ustedes y espero que podemos seguir haciendo grandes cosas juntos: siempre con Su gracia y Su ayuda.
Comunicarse con la gente de la diócesis
En los últimos diez años muchas buenas personas –ya sea a través de cartas o en persona, en Misas o eventos en la diócesis– me han dicho, “Obispo, queremos ayudar, pero no estamos seguros de hacia dónde va usted. ¿Qué está tratando de hacer?”
Parece, veo al hablarles a ellos, que mucha de la confusión viene de mi forma de hablar distinta a aquella a la que estaban acostumbrados: hablo en voz alta y de manera directa, en una cultura que se ha obsesionado con la idea de la “tolerancia” (que significa nunca decir la Verdad) y nunca decir nada que haga que la gente se sienta incómoda.
Entonces, eso es algo que golpea a la gente. Además, creo, las tensiones en nuestro país han creado tal división que muchos buscan leer los comentarios o las declaraciones a través de un lente político. Creo que este es el caso en un Madison políticamente cargado. Combinado todo esto con nuestros medios de comunicación condicionados, con mis propias faltas y mi tendencia a hablar como el maestro de filosofía que vive en mí, y veo que ciertamente existe la confusión.
Hasta cierto punto no hay modo en que pueda controlar la forma en que se transmiten mis palabras y no puedo hacer nada para controlar la forma en que son recibidas, pero puedo seguir intentando. Y lo haré. He aprendido mucho de nuestro Papa Francisco y una de las cosas más importantes que me ha hecho recordar es que tenemos que salir, intentarlo nuevamente y no quedarnos tan cómodos con las cosas como están. Y no me voy a quedar así.
La declaración de Misión de la Diócesis de Madison
En ese espíritu, permítanme ofrecer una vez más “la declaración de Misión” que presenté para la Diócesis de Madison no mucho después de mi llegada: “servimos para asegurar que todos los individuos de esta diócesis de 11 condados sean amablemente invitados cada día a encontrarse con Jesucristo, resucitado de entre los muertos, cara a cara y que sean transformados por Él”.
Si quieren saber adónde voy y qué quiero hacer, el punto de partida está en esta declaración. Cada uno bendito de nosotros tiene la responsabilidad de asegurar que salimos cada día a encontrar personas e invitarlas a que se encuentren con Jesucristo personalmente, ¡de modo que la vida se les transforme! Ahora, esto presupone algunas cosas:
En primer lugar, nuestra misión presupone que conocemos nosotros mismos a Jesucristo, de modo que podamos ser capaces de presentar e invitar a otros para que lo conozcan a Él. No significa que tenemos que ser expertos en teología, pero sí significa que nosotros estemos activamente construyendo nuestra relación con Él.
¿Cómo hacemos eso? A través de la oración, al recibir los Sacramentos, al escuchar a Jesús, hablándole y amándole con un amor que es siempre más profundo. Conocer a Jesús es desear conocerlo más íntimamente.
Conocer a Jesús nos lleva a una oración del salmista: “Déjame conocer tus maneras, SEÑOR, enséñame tus caminos. Guíame por tu fidelidad y enséñame, porque eres Dios mi Salvador, a quien espero todo el día” (Salmo 25:4-5). Él nos ha dado toda la ayuda que necesitamos para conocer Sus formas y buscar sus caminos. Él nos ha dado la definitiva enseñanza de la Iglesia para tener la certeza de que estamos en el camino correcto. Él nos ha dado la liturgia (que es un vistazo al Cielo) para ayudarnos en nuestro camino al Cielo.
Conocerlo. Rezar solo, con la familia y con la comunidad parroquial. Conocerlo.
‘El camino, la verdad y la vida’
Al buscar conocerlo, comenzamos a entender y a creer que Él es “el camino, la verdad y la vida” y que nadie va al Padre sino es a través de Él (Jn 14:6), y ese es el segundo supuesto de nuestra declaración de misión: tenemos que creer mucho en lo que tenemos en Jesús, de modo que estemos listos para que podamos hacerle la invitación a toda persona.
O Jesús es el camino, la verdad y la vida o no lo es. No es simplemente que “este camino funciona para mí” o “esta es mi verdad” o “esta es la vida para mí”. O Cristo es Dios o no lo es. Si creemos que loes, eso debe tener incidencia en todo aspecto de nuestra vida, y eso debe inspirarnos a salir a todos y hacerles la invitación.
Hacemos la invitación “amablemente” y ese es el tercer punto aquí. Ofrecemos a Jesús –el camino, la verdad y la vida– pero lo hacemos siempre con una sonrisa y siempre con profundo amor en nuestros corazones. Apunto a no hacer nada sin amor, pero con frecuencia cuando digo cosas (y especialmente si hay cosas difíciles que escuchar) parece como si estuviera hecho sin amor, y ciertamente ese no es el caso. Hacemos nuestra invitación amablemente y con amor, incluso si sabemos que la misma invitación puede ser un desafío para la gente.
El cuarto supuesto es que hacemos todos los esfuerzos para invitar a todos y eso significa salir. Este es uno de los mensajes que el Papa Francisco ha estado haciendo con mucha insistencia. En Brasil le dijo a los Obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas que se aseguren de que estamos formando jóvenes que estén listos para “salir”.
“¡No podemos quedarnos encerrados en nuestras parroquias, en nuestras comunidades, cuando tanta gente está esperando el Evangelio!”, dijo el Santo Padre. “¡No es suficiente simplemente abrir la puerta de bienvenida, tenemos que salir de esa puerta para encontrarnos con la gente! Miremos con coraje las necesidades pastorales, comenzando en las periferias, con aquellos que están alejados… vayan y búsquenlos rincones y las grietas de las calles…”
Salir e invitar a la gente
Sí, debemos trabajar para tener la certeza de que nuestro culto es hermoso, que estamos pasando nuestro tiempo en oración, que estamos pasando nuestro tiempo en los programas parroquiales, etc., pero eso no es suficiente. Para invitar a la gente, tenemos que salir. Este no es solo un mensaje para obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas (aunque sí lo es), en realidad es para todos nosotros.
También debemos tener claro y amar el lugar al que estamos invitando a la gente. De hecho, invitamos a la gente en sus lugares… pero los invitamos a transformarse, y ese es el último supuesto. Debemos tener claro que una relación con Jesús no es algo barato o fácil. Su gracia y salvación son dados libremente… si nos negamos a nosotros mismos, tomamos nuestra cruz y Lo seguimos (Lc 9:23, Mt 10:38 y ss). No debemos negar que es la cruz adonde invitamos a la gente, pero a través de esta cruz viene la Resurrección y la vida eterna.
De hecho es una invitación para todos y es una invitación que debemos hacer de la manera más convincente y cariñosa posible, pero es una invitación a la transformación. Por eso la simple frase “todos son bienvenidos (All are welcome)” suena hueca. He hablado de esa canción y sus deficiencias para usarla en la Sagrada Liturgia y lo traigo a colación por una razón. Al ver hacia atrás 10 años, creo que mis comentarios sobre la canción “All are Welcome” están fácilmente entre los más errado y mal usados que están por ahí. Algunos han tomado mis críticas de la canción y las han usado para decir que no creo que debamos estar haciendo la misión que de hecho he planteado para la diócesis.
Déjenme decirlo claramente. Claro que todos son bienvenidos a unírsenos. Y eso no es todo, tenemos la obligación y el deber de salir y decirle a la gente que todos son bienvenidos, invitarlos a recibir lo que hemos recibido: encontrar a Jesús resucitado de entre los muertos cara a cara, ¡y ser transformados por Él! Pero el significado de eso es mucho más grande y no puede resumirse en la frase “todos son bienvenidos”.
Entonces sí, salgan y asegúrense de que todos sepan que son bienvenidos. ¡Y si vienen a sus parroquias asegúrense de que sepan que son bienvenidos! Pero asegúrense que entiendan bien toda la historia. Arriba me refería al capítulo 10 de Mateo. En Mateo 10 Jesús les dice a sus primeros obispos, sus Apóstoles, cómo deben salir por su cuenta en misiones. Léanlo. Creo que es demasiado simple resumir esas instrucciones en “vayan y díganle a todos ‘que son todos bienvenidos’”. Hay mucho más allí y la gente merece más. Ellos merecen una verdadera bienvenida, amor de verdad.
Espero que este sea al menos un punto de partida que ayuda mientras miramos los años que vienen. ¡Soy muy optimista cuando veo las señales de que lo que está pasando aquí y sé que el Señor tiene mucho más en lista (además de persecuciones)! Entonces gracias a Dios por estos 10 buenos años y Él será quien nos dé muchos años más. Renuevo mi invitación a todos aquí: vengan conmigo y encuéntrense con Jesucristo, amen su Iglesia, para ser transformados por Él, para hacer la voluntad de Su Padre, y ser su Cuerpo Vivo aquí en el mundo. “¡Levántense y vamos!”
Gracias por darse el tiempo de leer esto y por sus continuas oraciones. ¡Que Dios siga bendiciendo a cada uno! ¡Alabado sea Jesucristo!